"Hemos llegado al tiempo de la barbarie"
Olga Lucas, la mujer de José Luis Sampedro, muestra al final de la entrevista la cara con la que su marido salió de un accidente que le tuvo postrado y luego en silla de ruedas los días en que cumplía los 90 años, en Tenerife. "Estaba hecho un cristo". Ahora, ayer mismo, estaba como una rosa; con 90 años, alegre ("gracias a esta mujer que está al fondo", Olga Lucas), vital otra vez, celebrando que entra la primavera por la ventana de su casa de Madrid, adonde ha regresado de su retiro isleño. Alegre y entristecido. El mundo amanece con sol, pero también "con signos de barbarie". Esto es lo que dice Sampedro, a los 90.
Pregunta. Noventa años. ¿Cómo llega a ellos?
Respuesta. Un poco asombrado. Primero pensé que no llegaría a los 60. Cuando llegué comprendí que tenía que ser consecuente. Me morí, me reencarné, y aquí estoy. Pero nunca creí que llegaría a los 90. Mi padre murió joven, mis dos hermanos ya han muerto. Cansado, fatigado, pero al mismo tiempo satisfecho de estar aquí.
"Cuando llegué a los 60 comprendí que tenía que ser consecuente. Me morí, me reencarné, y aquí estoy"
"Todo se hace con un cinismo total. La gente en general es mejor que el sistema. El sistema se desmorona"
P. Cansa la edad. ¿Cansan otras cosas?
R. La edad supone una serie de deficiencias físicas, que pesan mucho. Pero queda todavía la curiosidad. Me interesan pocas cosas, pero las que me interesan me interesan mucho.
P. ¿Qué le interesa ahora?
R. La vida interior. Lo poco que sé de física moderna lo relaciono con puntos de vista taoístas y orientales, y descubro que el mundo es en definitiva vacío y energía. A mí me asombra la cantidad de vacío que hay en un átomo... Eso me interesa.
P. ¿Y qué le dice la vida exterior, lo que pasa?
R. Vivimos en una época de barbarie. Se desintegra la civilización occidental tal como venía del siglo XV. Tiene razón Fukuyama, pero al revés: estamos en el final de la historia, pero no por haber llegado al colmo, sino por haber llegado al desmoronamiento. Y pasa como cuando cayó el Imperio Romano, que viene una época de barbarie. Aquí estamos en plena barbarie.
P. Usted ha escrito que el símbolo de esta barbarie es la guerra de Irak.
R. Allí fueron vulnerados los valores de la civilización. El ataque preventivo no fue más que el ataque del más fuerte, se aplicó la ley de la selva, y eso va contra todos los principios... Y ahí está lo de Guantánamo, el trato a los prisioneros, que degrada a quienes los guardan... Se degradan los organismos internacionales... Toda una serie de conquistas están destruidas ante la mayor indiferencia. Antes también se hacía, pero había una mayor hipocresía; no digo que haya que ser hipócritas, pero ya dijo Foucault que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud. Ahora todo esto se hace con un cinismo total. ¡La señora Rice viene a Europa a hablar con unos señores respetables, ministros de Gobiernos civilizados, y les dice con toda desfachatez lo que hace la CIA en sus territorios, y no pasa nada! Intolerable. Y si de eso pasamos a lo que ocurre aquí, a ciertas manifestaciones de la lucha política, pues la misma barbarie.
P. ¿Se le parece a la situación que hubo antes de la Guerra Civil?
R. No, porque en aquel tiempo el conflicto era a unos niveles mucho más altos. Aquí lo que hay ahora es un conflicto entre un Gobierno legítimo y una oposición que hasta ahora no ha hecho ni una propuesta positiva; su obsesión es simplemente denigrar al Gobierno establecido.
P. ¿Y qué le parece el Gobierno establecido?
R. Hace lo que puede. Yo desde luego le reprocho que no haga ciertas cosas. Por ejemplo, sigue manteniendo en la escuela pública la enseñanza religiosa. No sé si eso es constitucional, pero la Iglesia católica está retrasada con respecto a la sociedad española. Y la religión organizada, me refiero a la que protagoniza el clero, no tiene nada que hacer en la escuela pública.
P. ¿A la gente que se encuentra cómo la ve?
R. La gente en general es mejor que el sistema. El sistema se desmorona.
P. Los fracasos que usted deplora se han dado en los dos bandos, el capitalista y el comunista.
R. El comunismo no era lo contrario del capitalismo. Era un capitalismo de Estado. Ahora estamos en el tiempo de un despilfarro total.
P. Usted trabajó en la banca. ¿Le mordió el capitalismo?
R. Estuve en un banco muchos años y, gracias a mi talento, por decirlo así, salí de allí sin saber una palabra de operaciones bancarias.
P. Y ahora, en este estado del principio de la barbarie, ¿cuál es nuestro porvenir?
R. Es posible que entremos en un cambio de gran alcance, que empiece otra era, en la era de la transformación del ser humano, algo sin precedentes.
P. ¿Seremos más felices?
R. La felicidad es una palabra muy difícil de emplear. Yo me planteo el problema de llevarme bien conmigo mismo... La capacidad de adaptación del ser humano es infinita. Se podía ser feliz trabajando como esclavo en una finca romana. El hombre se adaptará.
P. Noventa años. ¿Qué le ha enseñado la edad?
R. A no tomarme en serio, a reírme de mí todo lo que pueda. Y a aceptar mis errores, mis pequeños éxitos, sin darles importancia. Yo pienso que lo esencial en el mundo es la energía, y hay una energía cósmica que pone todo en movimiento; si quieres llamarlo Dios, llámalo Dios, pero yo no necesito un Dios paternal que me consuele ni nada de eso, pero esa energía es una inmensa hoguera en la que están saltando chispas constantemente. Y yo soy una chispa. De pronto una chispa salta y luego se apaga.
P. ¿Qué es lo primero que se apaga?
R. Eso depende de la forma en que uno se muera; morir no tiene importancia, pero el cómo se muere sí la tiene.
P. ¿Qué energía es la que le mantiene tan bien, tan alerta? ¿El amor, quizá?
R. El amor, desde luego. Esa señora que está ahí [Olga Lucas, su mujer]. Pero hay algo antes del amor, del orgullo, del miedo: es la pura energía.
P. Y un largo currículum de libros. ¿Cuál subrayaría?
R. Octubre, octubre [1981]. Me lanzó. Y La sonrisa etrusca, con sus connotaciones sentimentales.
P. Dedicado a su nieto. ¿Qué dedicatoria se pondría a sí mismo?
R. Un amigo, ya en el último momento de su vida, se saludó a sí mismo. Yo me diría: "Bueno, no te has portado mal".
Babelia
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