La Bienal ya no es la niña mimada
Se acabaron los tiempos de las vacas gordas. Al menos para la Bienal de Valencia, que se ha apretado el cinturón en esta edición. El presupuesto de la Generalitat se ha reducido a 3,5 millones, muy lejos de los más de 11 millones que costó (con espectáculos teatrales) la primera edición. Muchas cosas han cambiado desde 2001, cuando arrancó la iniciativa promovida por la hoy directora del IVAM, Consuelo Ciscar, y apoyada por el entonces presidente Eduardo Zaplana. El objetivo era lanzar la imagen de Valencia al mundo a través del arte contemporáneo y su impacto mediático. Por ello, se eligió al experto italiano en mercadotecnia, Luigi Settembrini, ahora desplazado de la dirección -pide un millón de euros por incumplimiento de contrato-.
Las dos primeras ediciones contaron con artistas de campanillas y la Bienal de Valencia fue saludada por sus organizadores como la gran rival de Venecia. Para ello, se hincharon las cifras de visitantes, anunciando centenares de miles, pese a las muy escasas entradas vendidas y de que apenas hubo variaciones en las pernoctaciones hoteleras.
Pero las tres ediciones de la bienal cosecharon un "rotundo éxito", según los balances institucionales. Tanto que la actual Generalitat, también del PP, cambió todo el modelo, llegó a un acuerdo con la Bienal de São Paulo, trazó un plan para afrontar las deudas y modificó la dirección (ahora, Tomás Ruiz, Amador Griñó y Germán Marco). Se ha pasado de un gran gasto en promoción y publicidad, con presentaciones en varias capitales del mundo, a una inauguración austera, casi clandestina, como la de la semana pasada. La niña mimada de la política cultural de la Generalitat es hoy la ópera del Palau de les Arts.
Babelia
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