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Prodi salva en el Senado la misión italiana en Afganistán y evita otra crisis de Gobierno

El Ejecutivo logra el apoyo de parte de la oposición tras hacer algunas cesiones

Enric González

El Gobierno italiano salvó anoche las misiones militares en Afganistán, Líbano y Bosnia. Salvó además su propia vida. Romano Prodi superó una crucial votación en el Senado y lo hizo con cierta holgura, gracias a los senadores vitalicios y a los centristas democristianos, que aportaron al Gobierno sus 20 escaños para evitar una catástrofe política y diplomática. Prodi (físicamente ausente por viaje oficial) debía ser la víctima de una emboscada de la oposición, pero salió triunfante. El gran perdedor fue Silvio Berlusconi, que sufrió la deserción de los democristianos.

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Prodi no contó con los 158 senadores electos sobre los que, en principio, se basa su teórica mayoría en el Senado. En ese sentido, confirmó su fragilidad. Tuvo 157 votos propios y tres de senadores vitalicios, más los 20 de la UDC de Pierferdinando Casini. Bastaron. La oposición encabezada por Berlusconi sufrió, en cambio, la baja de la UDC, y las abstenciones (equivalentes al no en la Cámara alta) se quedaron en 132. Il Cavaliere optó por el choque frontal para lograr la caída del Gobierno, aún al precio de una caótica retirada de las tropas en el extranjero, e impuso a los suyos la abstención. Fracasó en el intento y, de forma indirecta, reforzó un Gobierno que parecía exangüe.

La coalición de Prodi salvó lo esencial, a cambio de lo accesorio. Tuvo que ceder en varios puntos para que los centristas pudieran justificar su puntual cambio de bando. La oposición impuso, en varias votaciones previas, condiciones sobre la presencia militar en territorio afgano.

La primera, que el Gobierno pida a la OTAN unas normas de conducta para negociar la liberación de rehenes, para que no se repitan las concesiones hechas en el secuestro del periodista Daniele Mastrogiacomo en Afganistán. La segunda, que las tropas reciban más armamento, pese a las protestas de los pacifistas. La tercera, que el Gobierno deje de considerar a "grupos armados" (en referencia a los talibanes) como posibles participantes en una futura conferencia de paz.

Massimo d'Alema, ministro de Asuntos Exteriores, vicepresidente y principal representante del Gobierno, por la ausencia de Romano Prodi, organizó una amplia maniobra de limitación de daños. El objetivo era evitar la derrota en la votación decisiva, la referida a la refinanciación de las misiones militares en el exterior. Un no habría implicado la retirada inmediata de las tropas en Afganistán, Líbano y Bosnia, con el consiguiente caos diplomático.

D'Alema, consciente de la impopularidad de la presencia en Afganistán en los sectores más radicales del centroizquierda, cedió terreno ante la oposición y respaldó varias de sus propuestas. Así se aseguró los votos de los 20 senadores centristas democristianos, que compensaban las previstas deserciones en las filas de la coalición gubernamental.

El ministro de Exteriores fue quien dirigió las negociaciones para la liberación de Mastrogiacomo. Fue D'Alema quien presionó al Gobierno afgano para que liberara a cinco presos talibanes, como pedían los secuestradores. Italia ya había pagado rescates para liberar a rehenes en Irak. Una moción de la Liga Norte aprobada por amplia mayoría le exigió que pidiera a la OTAN unas normas, para todos los países de la organización, en caso de secuestros. El ministro protestó: "Ningún país se ata las manos de esta manera". La resistencia fue inútil. En adelante, Italia tendrá poca autonomía para ceder.

La sesión del Senado fue tormentosa. Una de las votaciones tuvo que repetirse por la abundancia de "pianistas" (senadores que votaban en su teclado y en el del vecino), y la sesión fue interrumpida un cuarto de hora para que se calmaran los ánimos. Al saberse la victoria del Gobierno, en la oposición afloraron los reproches contra los democristianos.

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