Vidas medicalizadas
Parece una buena noticia que los trastornos mentales "menores" vayan a ser tratados por los profesionales de Atención Primaria. Pero como a veces el infierno puede estar empedrado con las mejores intenciones, merece la pena observar un prudente escepticismo. Esta aparente democratización del acceso al tratamiento sin duda será saludada por la industria farmacéutica. De hecho, y por primera vez en la historia, los psicofármacos ocupan ya posiciones de cabeza en la lista de fármacos que más dinero generan en España y en países de nuestro entorno. El tratamiento farmacológico de nuestras aflicciones morales se ha convertido en un pingüe beneficio que seguramente va a crecer exponencialmente cuando esas dolencias recaigan en los médicos de los ambulatorios. Pero, desgraciadamente, las herramientas de los médicos de Atención Primaria se reducen básicamente a recetar psicofármacos, pues ni su formación ni sus limitaciones horarias les permite otros tipos de intervenciones que, como las psicoterapias, son al menos tan efectivas como las socorridas pastillas. Definitivamente, algo falla en este modelo. La epidemiología obstinadamente demuestra que los factores de riesgo de la depresión y de la ansiedad tienen más que ver con la pobreza, el estrés, las dificultades de la vida, y una cada vez más mermada red de apoyo social que con hipotéticos déficit en neurotransmisores. ¿Será la medicalización de estas dolencias de nuestro tiempo una solución inteligente y eficaz para mejorar nuestras vidas? Honestamente, creo que no.
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