Cuando se renuncia a tener...
Ya saben que los que escribimos aquí lo hacemos con dos semanas de antelación, así que ahora mismo se desarrolla la manifestación del 10 de marzo convocada por el Partido Popular en Madrid (y luego nos dicen privilegiados: nos cae todo aquí, desde los mayores atentados a las más multitudinarias concentraciones de gente iracunda), y se hace difícil sustraerse a las circunstancias. Pero intentaré no ceñirme sólo a la de hoy.
Al actual PP hay que agradecerle unas cuantas cosas, y me limitaré a señalar sus logros desde la oposición, porque si incluyo los de su Gobierno el espacio se me va a quedar chico. Hay que agradecerle, por ejemplo, que haya dado alas a una notable corriente anticatalana en el resto de España, aunque en este asunto contó con la inestimable colaboración de Carod-Rovira y su partido ERC. Pero fue el PP el que, escondiendo la mano, avivó una campaña de boicoteo a los productos catalanes, obligando a los convencidos idiotas a mirar con lupa las etiquetas de cada cosa que compraban, no fuera a estar contaminada. El motivo, lo recordarán, el nuevo Estatut que rompía España, a la cual no se le ve, de momento, más resquebrajamiento que el que propician el PNV y el propio PP. También hay que agradecerle la ola homófoba que desencadenó a cuenta de los matrimonios entre homosexuales, aquí con la ayuda de la Iglesia Católica, a la que, para ser coherente, el asunto tenía que haberle traído sin cuidado, ya que ella no reconoce más matrimonio que el eclesiástico, como quedó bien patente en el caso de la Princesa de Asturias, cuyo primer enlace civil ?dictaminó el portavoz-lumbrera Martínez Camino? simplemente no existía para la Iglesia. En aquella ocasión lo amenazado fue la familia, a la que no se le ve el menor rasguño hasta la fecha. Yo la veo fortalecida, de hecho, con tanta más gente afanosa por formar y formalizar una legalmente, cuando antes se juntaba de cualquier manera, sin la menor responsabilidad.
Al PP le debemos gratitud por haber puesto en tela de juicio la legitimidad de unas elecciones limpias, haciendo que parte de la población considere la victoria socialista en ellas una usurpación, y justificado el derribo del Gobierno sin que necesariamente haya urnas por medio. También por sus insinuaciones ?en el caso de Cerebrillo Licuado, como ya se conoce a un antiguo vocero de Aznar, son afirmaciones rotundas? de que el PSOE, en connivencia con ETA, fue el verdadero autor intelectual de las matanzas del 11-M, con tanta y tan inverosímil capacidad de predicción como para adivinar que algo así lo iba a aupar al poder. Y hay que agradecerle que haya sacado de las catacumbas a la extrema derecha, que llevaba hundida veinticinco años, y que además se haya dejado impregnar por ella. En estos últimos días yo he visto manifestaciones apoyadas por el PP en las que ondeaban banderas preconstitucionales, se gritaban consignas olvidadas desde el franquismo ("España, una") y, en plena escalada de los viejos y sanguinarios conceptos de la España y la Antiespaña, se coreaban absurdos como "España sí, Gobierno no", haciendo caso omiso de que a este Gobierno lo votaron once millones de españoles, más que a ningún otro anterior. Supongo que esos once, según esos manifestantes, van contra España (según Cerebrillo Licuado además son terroristas).
El PP hace tiempo que ha renunciado a tener razón. No la tuvo ni la tiene en esas cosas que le debemos agradecer. Tampoco en lo referente al etarra De Juana Chaos, que está en prisión atenuada ?por mucho que nos repugne y fastidie? conforme a la ley. Pero el PP, con su Magister Aznar a la cabeza, habla sin cesar de su "liberación". ETA no aparece por ningún lado en el juicio del 11-M, pero el PP sigue empeñado en que tuvo que ver. Está claro que Zapatero no se había rendido a ETA, como por desgracia demostró el atentado contra la T-4, pero Rajoy y los suyos siguen sosteniendo que ha capitulado y ha vendido España. En esto el actual PP se parece a Batasuna y ETA. Es evidente que en el País Vasco no hay opresión (o sólo la que ejerce la propia ETA), pero la organización terrorista y sus corifeos la dan por hecho cierto y constante. Es la actitud del loco voluntario, que dice "Es de noche" cuando más brilla el sol. "Pero, ¿no ve que hace sol?", se le refuta. "Eso no importa, porque es de noche", responderá. Son personas que han renunciado a tener razón. No les importa. No disimulan apenas. "De Juana ha sido liberado". "¿Pero no ve que está custodiado por guardias?" "Da igual. Ha sido liberado porque lo digo yo". Cuando se renuncia a tener razón pueden suceder dos cosas. Una, que esa opción resulte atractiva y contagie a cada vez más gente, pues para mucha es una bendición: no tener que esforzarse, ni que argumentar, ni que convencer, ni que demostrar. Eso suele llevar a la locura colectiva: "Los judíos tienen cuernos, pezuñas y rabo y hacen sacrificios de niños", clamaron los nazis, y el pueblo alemán lo secundó. La otra posibilidad es que haya suficientes personas que mantengan la cordura, perciban el delirio ajeno y se digan: "A estos medio chiflados y medio caraduras no se los puede votar". Dentro de un año, a lo sumo, sabremos cuál de las dos opciones ha elegido nuestro país. Que es el de todos, mal que le pese al PP.
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