Los retos de Europa en 2057
El envejecimiento, la globalización y las desigualdades serán las grandes amenazas para la UE
Cuando 50 años atrás los Seis firmaron el Tratado de Roma, los hoy Veintisiete rozaban los 400 millones de habitantes. Entonces eran casi el doble que los estadounidenses, casi como los indios (442 millones) y algo menos de dos terceras partes de los chinos (657 millones). Hoy las cosas han cambiado: 495 millones de habitantes en la UE, frente a los 1.103 1.316 millones de chinos. Para 2050, si se mantienen las tendencias, según Eurostat, servicio estadístico de la Unión, la disparidad demográfica habrá aumentado aún más tanto en términos absolutos como relativos. Si la UE actual representaba 12% de la población mundial hace 50 años, sólo será en torno al 5%, frente al 16 % de China (debido a su envejecimiento) y al 18% de India que habrá superado a su poderoso vecino.
La UE representa el 12% de la población mundial. En el futuro, sólo será el 5%
Europa se habrá hecho mayor con más del 50% de su población por encima de los 65 años
Estas cifras sirven para enmarcar los mayores retos que tiene que afrontar Europa, aunque si llegar a ser agoreros. Podría pasar que Europa se convirtiera en un gran museo, que visitaran muchos turistas chinos e indios si el calentamiento global no ha producido estragos en el Continente. Si hace bien los deberes, Europa perderá en términos relativos, pero su economía seguirá creciendo y en riqueza por habitante, sus países pueden seguir estando entre los más aventajados del mundo. No es un juego de suma cero en el que lo que ganan los unos lo pierden los otros. Todos podemos ganar.
En los 60, la población de la UE-25 iba creciendo a un ritmo de tres millones de personas al año, para bajar a 1,3 millones en los 70 y 80. Gracias a la inmigración, en los primeros años del nuevo milenio ha vuelto a subir a 1,8 millones anuales. Eurostat cree que "en condiciones normales" los 25 (hoy 27) llegarán a 470 millones para 2025, para luego reducirse a 450 en 2050, aunque con un reparto homogéneo. Chipre, Irlanda, Luxemburgo y Suecia van a aumentar de forma considerable, mientras entre 2005 y 2050 va a perder un 10% de su población la República Checa, Eslovaquia, Hungría y Polonia. España, que parte de casi un empate con Polonia (con 42,9 millones frente 38,1 millones) alcanzaría su nivel máximo (45,6 millones) hacia 2025 para caer a 42,8 millones en 2050. Para entonces, 2050, Polonia habrá pasado a 33,7 en 2050. Alemania, también sufre, según estas tendencias, un retroceso, de 82,6 a 74,6. Con lo que el peso relativo demográfico de España (que cuenta en el reparto de votos establecido por la Constitución Europea) aumentaría. Lo que explica algunas posiciones españolas ante la previsible revisión de ese texto.
La distribución del poder económico también va a cambiar en el mundo. No hemos podido encontrar proyecciones para la UE, pero un interesante estudio realizado el año pasado por el jefe de Macroeconomía de PriceWaterhouse, John Hawksworth, compara el G-7 (EE UU, Japón, Alemania, Francia, Italia y Canadá, a los que añade España, Australia y Corea del Sur), con lo que llama el E-7 de las emergentes (China, India, Brasil, Rusia, Indonesia, México y Turquía). Para 2050 este E-7 pasará de ser un 20% del G-7 en la actualidad a un 25% superior (en Paridad de Poder de Compra, el cambio es aún más espectacular, de un 75% por debajo a un 75% por encima). China tendrá problemas de envejecimiento de la población y reducción de los que estén en edad de trabajar, al contrario de India, que acabará superando a su vecino también gigante. América Latina, con la juventud de su población tendrá grandes oportunidades. Europa se habrá hecho más vieja con más de un 50% de su población por encima de los 65 años, y por tanto fuera del mercado de trabajo, si no se ha retrasado la edad de jubilación, lo que, dados los progresos en la salud y la longevidad, será probable.
Para 2050, la economía China debería ser entre 94 y 143% (según se calcule a precio de mercado o en PPC) e India entre 58% y 100% de la de EE UU; la economía brasileña será como la de Japón; la de Indonesia o México mayor que la alemana; Rusia como Francia. Estas pinceladas bastan para pronosticar un cambio de poder equivalente en un mundo más multipolar y más equilibrado en el que no cabrá atisbo alguno de colonialismo.
Pero no es que Europa o EE UU se queden atrás. Sólo en términos relativos. En cuanto a la riqueza por habitante, el estudio de PriceWaterhouse señala que en 2050 estarán en los primeros puestos Estados Unidos, EE UU, Canadá, Australia, Reino Unido, Japón, Francia, Alemania, Italia y España (con casi el doble en poder adquisitivo que los chinos).
El reto para Europa no es sólo lejano -aunque la globalización haya encogido las distancias- sino también cercano, en el Mediterráneo, pues el nivel de desigualdad entre las dos riberas del Mediterráneo no es sostenible. No contando Turquía, que pasará de 73,2 a 101,2 millones de habitantes entre 2005 y 2050, el mediterráneo no europeo, de Líbano a Marruecos, sumará 100 millones más a los 180 millones de habitantes con que cuenta en la actualidad. Y por detrás está África que tras Asia será la región con mayor empuje demográfico. Es de esperar que la UE haya hecho mucho antes lo suficiente para integrar estas regiones de su vecindad a su espacio de prosperidad, con una nueva relación con Rusia.
¿Qué debe hacer la UE? Lo primero, como indica el citado informe, lograr una ventaja comparativa antes que competitiva. Centrarse, y abrirse. Desde el punto de vista institucional, habrá tenido que completar su ampliación a 36 o más miembros, incluidos los Balcanes, y posiblemente Turquía. No la de hoy, sino la de dentro de varios lustros, que será muy diferente. Muchas cosas, muchas más que ahora, se regirán en común, además, deberá haber aprendido a gestionar unas sociedades más diversas. Y hacia afuera a pesar más en el mundo. Si las instituciones creadas 100 años antes aún persisten, la UE -si aún se llama así- podrá contar con una sola voz y peso en el Fondo Monetaria Internacional o el Banco Mundial, o en la ONU. Pero dentro de 50 años, quién sabe. Lo que sí parece seguro es que entre las megalópolis de entonces, incluso de dentro de 10 años, no habrá ninguna europea. Puede ser una suerte.
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