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Reportaje:

Quebec, patria de inmigrantes

Los trabajadores extranjeros adquieren la nacionalidad canadiense a los tres años de haber regularizado su situación

Cuando le pregunto quién va a ganar este lunes, el taxista negro haitiano reacciona como un resorte y apunta a un autobús de propaganda electoral revestido con la fotografía del primer ministro de Quebec, Jean Charest. "Él va a ganar, porque es el único candidato que defiende a los inmigrantes", exclama. El suyo es un pronóstico fabricado en el corazón, desde luego, pero aunque el denominado "voto étnico" se ha diversificado bastante y también el independentista Partido Quebequés (PQ) cuenta en sus filas con inmigrantes -ya no podría atribuírseles, como en 1995, el fracaso de un referéndum secesionista- parece claro que los alófonos (inmigrantes, el 10% de la población) siguen concentrando sus votos en el Partido Liberal Quebequés (PLQ).

"Estoy orgulloso de ser quebequés, canadiense y de mi origen colombiano", dice un candidato
En un acto electoral del Partido Liberal hay chinos, mexicanos, judíos, indios y cubanos

De hecho, el acto electoral celebrado en la Casa de Italia ofrece un rico muestrario de la comunidad internacional. Hay chinos y libaneses, colombianos, mexicanos y paquistaníes, italianos, griegos, algún español, judíos, indios, cubanos... La militante que toma nota de los medios de comunicación es una mujer china de mediana edad y los encargados de las banderolas y de la propaganda son jóvenes hispanos, pero también muchos de los candidatos y responsables que suben al estrado con Jean Charest llevan en sus rostros los rasgos de un origen lejano.

En Canadá, país forjado con la inmigración, todo alófono puede acceder a la nacionalidad a los tres años de haber regularizado su situación. Las presentaciones de los actos del PLQ son una letanía de saludos en lenguas diversas, un ritual que precede a la afirmación colectiva e individual: "Estoy orgulloso de ser quebequés, de ser canadiense y de mi origen colombiano", proclama uno de los candidatos. Para Jean Charest, éste es un territorio familiar en el que se mueve con desenvoltura. "Ahora nos han reconocido como nación, porque somos una nación inclusiva; veo en tus ojos que tú eres la nación quebequesa", dice el primer ministro, señalando a un hombre de rasgos asiáticos. "La diversidad es nuestra riqueza", subraya. "Todos somos quebequeses".

Sí, en la Casa de Italia hay entusiasmo y fervor militante, risas y canciones, alegría abierta al encuentro y al abrazo, aunque esa disposición no encuentra su correspondiente reflejo en el resto de la ciudad, donde persisten las distancias, algunas tan viejas como la que separa a muchos anglohablantes y francófonos.

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El último informe de la Asociación de Estudios Canadienses indica que las poblaciones menos tolerantes son las que no se relacionan con las minorías étnicas y que cuanto mayor es el contacto, más se desmitifica al otro, menos se le teme. Según el director de esta asociación, Jack Jedwad, las actitudes de rechazo a la inmigración detectadas, sobre todo, en las poblaciones de menor contacto con las minorías -caso del pueblo de Hérouxville, que ha aprobado un código de conducta obligada para eventuales inmigrantes- no deben ser tampoco descalificadas como meros gestos de racismo.

Es una opinión que comparte el filósofo canadiense Charles Taylor, que acaba de ganar el Premio Templenton. "En el caso de Hérouxville, la acusación de racismo es excesiva, porque deslegitima totalmente al adversario e imposibilita toda discusión". Por lo mismo, el autor de obras como El malestar de la modernidad y La ética de la autenticidad, juzga desmesurado e injusto que se haya caracterizado al candidato conservador Mario Dumont como "el nuevo Le Pen". La importancia que se otorga al problema se refleja en el hecho de que un intelectual de la talla de Taylor haya sido encargado de examinar las polémicas medidas para la integración y el respeto de la diferencia que han llevado a parte de la sociedad quebequesa a creer que su identidad puede estar en peligro.

El Gobierno de Quebec cuenta con un Ministerio de la Inmigración y de las Comunidades Culturales -sólo en Montreal hay 80 publicaciones de colectivos étnicos-, y con coordinadores específicos para las minorías negra, asiática e hispana. "La creación del ministerio era muy necesaria, precisamente para poder coordinar todas las políticas de ayudas y recabar la información de los problemas de cada comunidad", explica la ministra Lisa Thériault. Su Gobierno desarrolla un programa de acogida de emigrantes, a tres años vista, con cuotas anuales establecidas en función de las necesidades laborales y de la regeneración poblacional del país.

El Ejecutivo autonómico tiene la competencia de hacer la primera selección en materia de política de inmigración, pero el Gobierno federal tiene la última palabra y se reserva también la admisión de los refugiados políticos -entre 1.800 y 2.000 anualmente- que deciden instalarse en la provincia.

La selección de los inmigrantes que solicitan venir a Quebec se realiza a través de las embajadas y consulados, y está sujeta a una serie de criterios de preferencia. "El nuestro es un sistema pluricultural. Buscamos que la gente se integre y que comparta culturas", destaca la responsable del Ministerio de Integración. A los seleccionados se les pone en contacto con organismos que les ayudan a encontrar casa y trabajo. Así funcionan las cosas en Quebec.

El primer ministro de Quebec, Jean Charest (izquierda), saluda a un seguidor en un mitin ayer en Saint-Georges.
El primer ministro de Quebec, Jean Charest (izquierda), saluda a un seguidor en un mitin ayer en Saint-Georges.REUTERS

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