A pie de torre
Los nuevos rascacielos de Madrid vistos desde abajo, de cerca y de lejos
Han borrado "la marca del diablo" de Madrid. Los rascacielos de 200 metros que se levantan en las proximidades de la Plaza de Castilla (Torre Sacyr-Vallehermoso, Torre Espacio, Torre de Cristal y Torre Repsol) han hecho desaparecer la gigantesca figura que conformaban las inclinadas torres KIO y que Alex de la Iglesia filmó y utilizó como el símbolo de Satanás en El Día de la Bestia. Y ya no se abre el espacio detrás de esas torres que parecen querer tocarse. Ya no existe esa sensación de que allí se acaba un mundo. Porque, tras ellas, un conglomerado de gigantescas grúas terminan de levantar las cuatro moles construidas sobre la antigua Ciudad deportiva del Real Madrid.
Desde el suelo, al pie de las torres, uno se siente como un fraggle: no es que uno se haga pequeño, es que se hace minúsculo. Y, si levanta la vista en medio de la polvareda de las obras, no se puede evitar pensar que la verdadera vida debe estar allí arriba, rascando el cielo, porque lo que es abajo...
"Nino, nino, nino... Taca-taca-taca-taca-taca.... Run-rún-run": la sirena que anuncia el movimiento de las grúas, los taladros gigantes que perforan el suelo, el ruido del motor de las máquinas... Y, por si fuera poco, el tráfico.
Allí abajo hay un constante zumbido, una especie de ruido con sordina que proviene de todas las máquinas que trabajan sin descanso las 24 horas al día los siete días de la semana. "No conocen el descanso. Esto es un sin vivir", dice Riamsares de la O, que lleva 25 años viviendo en el quinto del número 284 del Paseo de la Castellana. "Cuando venimos por la noche hay tanto polvo de todo el día que parece niebla. Mira como están los coches. Y la casa, todo el día llena de polvo, aunque tengamos las ventanas cerradas. Antes, por esas ventanas, veía la sierra de Guadarrama, Somosierra y, en los días claros, hasta la cruz del Valle de los Caídos, tenía unas vistas preciosas. Ahora me las han fragmentado", agrega esta mujer que dice sentirse asediada por "las torres, las obras del túnel y la operación Chamartín", a espaldas de su edificio: "Estamos rodeados".
Las obras le han dado, además de ingentes cantidades de polvo a la zona, un colorido particular. Se combinan el amarillo de los carteles de los nuevos desvíos; el rojo y blanco de las señales que delimitan las vías alternativas para los coches y el gris de las piezas de hormigón que forman los caminos para los peatones, sometidos a toda una carrera de obstáculos.
Pero, más allá de la cuestión puramente estética. Más allá del ruido infernal de la zona, hay quienes, desde hace tres años que empezaron las obras, sufren día tras día sus consecuencias. "Las ventas han bajado un 60%. Mira tengo los periódicos empaquetados. Estoy hasta las narices". Quien habla así es Francisco José Alonso, que tiene un kiosco en la zona hace 31 años. Ahora se lo han colocado justo enfrente del hospital materno infantil de La Paz. Por cierto, ese edificio verdoso con forma como hexagonal, también característico de esa zona de Madrid, ha quedado oculto tras las torres. Ahora sobrevive a su sombra.
Los problemas causados por las obras afectan a las 15.000 personas (profesionales, pacientes y visitantes) que acuden a diario al hospital.
Todo ha quedado perdido, como desubicado, a los pies de las torres. Es como si esos cuatro rascacielos le hubieran quitado el sentido a todas las construcciones de la zona. Y ya desde el sexto del número 274 del Paseo de la Castellana, el que está justo encima de la farmacia, no se ve la sierra. "Tampoco desde la farmacia donde, "ya no para casi nadie", dice la dueña de esa botica. En la gasoolinera: "Se ha notado un bajón en la clientela". Los paseos por el parque Norte, al otro lado de las torres, también han cambiado: "Antes desde este banco veías los partidos de fútbol, la piscina y la vista se perdía en el horizonte. Ahora vemos estos cuatro gigantes", comenta una pareja de jubilados.
Pero hay sitios en el suelo de Madrid en los que las torres adquieren su propio sentido y dotan de otro a todo lo que las rodea. Y, por ejemplo, desde la carretera de la Coruña en sentido entrada se observa como ha cambiado el perfil de Madrid y aparecen esos esbeltos esbeltos edificios, majestuosos. O, desde la T4 de Barajas, desde donde se puede ver una increible puesta de sol que marca, a contra luz, la silueta de las nuevas torres y nos recuerdan que Madrid es también y ya otro Madrid.
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