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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Educación e inteligencia emocional

Existe en nuestra sociedad la opinión bastante difundida de que la calidad de la educación y de los futuros ciudadanos está sujeta, en gran parte, a la educación recibida en la familia sin excluir las influencias de otros factores como la enseñanza, el entorno y los factores genéticos. Pero estudios científicos recientes -no infalibles- manifiestan que la influencia positiva o negativa de la familia en la educación y futuro de los hijos no es tan importante, si las relaciones familiares son normales. Mis experiencias personales, como padre, como profesor y formador, me han confirmado que lo fundamental en la educación es establecer y mantener una buena relación entre educador y educando.

Los padres, en general, están mejor preparados hoy que en tiempos pasados -tienen los hijos más tarde, son, en general, hijos deseados, están mejor informados- de ahí que se sienten más responsables. Esta responsabilidad y la información, abundante pero no siempre "crítica", conducen a veces a los padres a un estado de inseguridad, a un temor exagerado de cometer errores. Por ello tratan de evitar todo riesgo y exigen de sus hijos el mismo comportamiento.

Pero el desarrollo sano comporta experimentar, probar y dejar probar, guiar y alentar, arriesgar la comisión de errores y aprender luego de los mismos, tratar siempre de mejorar sin exigir la perfección ni de uno mismo ni de los educandos. Tratar de ser coherentes, actuando según las propias convicciones, exigiendo de los menores un comportamiento también coherente, adecuado a su edad y desarrollo. La inseguridad y la incoherencia de los padres la perciben fácilmente los hijos, quienes a menudo tratan de explotarlas, en detrimento de la relación entre ambas partes y muchas veces ocasionando una pérdida de autoridad. No duden en aplicar medidas correctoras con sus hijos, cuando lo crean oportuno, y manifiesten adecuadamente sus emociones al hacerlo, pues las emociones hacen posible la comunicación auténtica y si las ocultamos o las reprimimos, distorsionamos la comunicación y la relación. Sin ellas no es posible la educación y una vida social armónica. La educación sin carga emocional transmite mensajes abstractos a los que el educando no es asequible, porque se siente tratado como un objeto. La credibilidad de una persona se pone en duda cuando falta la carga emocional.

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Demos al educando y a nosotros mismos la posibilidad de desarrollar su y nuestra inteligencia emocional para ser ciudadanos responsables y contentos.

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