"Asaltaría un banco si no crease"
Guillermo del Toro encandila en Hollywood con su cuento negro 'El laberinto del fauno'
Con casi una veintena de candidaturas, el cine latino se ha convertido en la gran sorpresa de la 79ª edición de los Oscar. Dos directores mexicanos, Alejandro González Iñárritu, con Babel, y Guillermo del Toro, con El laberinto del fauno, han logrado colocar sus películas en las categorías más significativas, no sólo en la de mejor película de habla no inglesa, y han demostrado el torrente de imaginación que nace al sur del río Grande. Penélope Cruz se ha convertido en la primera española candidata al Oscar a la mejor actriz por Volver. "Estoy feliz de que los grandes del cine se hayan acercado al mundo de los monstruos en el que yo he habitado siempre", dice Del Toro horas antes de la ceremonia de entrega.
"Los sueños monstruosos sirven como lenguaje para articular la realidad"
"Los grandes del cine se han acercado al barrio de los monstruos en el que yo habito"
La fecundidad creativa de Guillermo del Toro (Guadalajara, México, 1964) es inagotable. Mientras espera en Los Ángeles el veredicto de los académicos de Hollywood sobre su película El laberinto del fauno, candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa y a otros cinco más, se mantiene en una tensa calma que no le impide atacar su siguiente proyecto. "Había pasado por un estado de ansiedad que no podía sostener hasta que cogí el coche, me di un largo paseo y comencé a inventar una historia que me llenó de paz. Estoy feliz de que los grandes del cine se hayan acercado al barrio de los monstruos en el que yo he habitado siempre".
Disfruta del éxito de El laberinto del fauno mientras prepara el rodaje, que se iniciará en junio, de Hellboy 2 y cavila sobre el proyecto de una nueva versión de Tarzán, que se rodará en Costa Rica. El personaje literario de Edgar Rice Burroughs supone un desafío razonable para Del Toro, cuya cabeza es una potentísima factoría donde se funde ficción, magia y realidad. La historia para esta nueva aventura cinematográfica la está construyendo junto a John Collee, guionista de Master and Commander, película de aire clásico que retomó el espíritu de las viejas aventuras marineras. La perspectiva que ofrecerá el mexicano se alejará de las películas protagonizadas por Johnny Weissmuller, de la adaptación que realizó Hugh Hudson en Greystoke o de la fantasía animada de Walt Disney. De Guillermo del Toro no se espera nada igual a los demás. Es el signo singular de su cine. También de su vida. No le gusta planificarla. Lo único que desea es dejarse llevar por la aventura del cine.
En El laberinto del fauno, la película más taquillera del cine de factura hispana en Estados Unidos, Del Toro ha articulado con brillantez elementos que no suelen acomodarse bien en el cine: la mezcla de sueño y realidad, de mito y existencia, de discurso político en medio de un paisaje de insectos y faunos, de denuncia de lo arbitrario, del fascismo más salvaje, junto a la curiosidad de la mirada infantil de la protagonista... todo ello se arma con armonía y credibilidad. Los sueños monstruosos y fantásticos que pululan por la cabeza del cineasta no le sirven como evasión, sino como "lenguaje para articular la realidad". "Mi mente siempre ha sido tortuosa, desde niño ha sido así. Es enloquecida, violenta y salvaje. La imaginación es el último refugio espiritual del siglo XXI".
Recuerda que, cuando estaba en casa de su abuela, una mujer profundamente religiosa, conservadora y gran narradora de cuentos, el armario de la habitación en la que dormía le permitía inventar historias y crear en su mente personajes monstruosos. Fue entonces cuando descubrió los cómics, los libros de horror de Forrest Ackerman, las películas de vampiros y personajes terroríficos, y decidió que ya nunca podría alejarlos de su lado.
Guillermo del Toro, conversador incansable, excelente dibujante -cada uno de los fotogramas de sus películas son perfilados y coloreados, y los textos escritos en unos cuadernos de tapas de cuero que le acompañan en todos sus viajes-, defiende el denostado trabajo de los ilustradores y apunta que artistas como Arthur Rackham, dibujante de cuentos de hadas del siglo pasado, le siguen impresionando, como las obras de los pintores surrealistas y simbolistas que desempeñan un papel importante en su trabajo, y, cómo no, los grandes maestros españoles.
Entre ellos, destaca la serie negra de Goya. Saturno devorando a sus hijos está en El laberinto del fauno, como los niños de Paracuellos, de Carlos Jiménez, están en El espinazo del diablo, película ambientada en un orfanato en los estertores de la Guerra Civil; o el tebeo de Mike Mignola en Hellboy. En sus obras se mezclan los géneros y las influencias: Juan Rulfo con los narradores británicos góticos clásicos o con las obras de Charles Dickens.
¿Logra la fantasía de Del Toro conectar mejor con el espectador que otro tipo de lenguajes? "Creo que la narrativa de cine se ha probado a lo largo de muchas décadas y nos hemos dado cuenta de que no sólo depende de la dramaturgia, sino que tiene una potencia propia con imágenes y sonido. Es un mundo audiovisual que es tan emocional y racional como visceral". ¿De dónde viene su imaginario? "De una percepción del mundo que empieza en la infancia. Veo el mundo de esta forma desde que tengo conciencia. Siempre lo he vivido como un lugar brutal y agresivo, en donde uno se salva por el pequeño remanso de paz, en mi caso poblado de monstruos que existen en el interior". Es un discurso que no deja lugar a las dudas. El peso de lo onírico resulta tan evidente en Guillermo del Toro que está obligado a encontrar un cauce creativo. El cine parece el lugar perfecto.
¿Hasta qué punto le persiguen los monstruos que habitan en su cabeza? "Me persiguen de alguna manera. Lo que se dice de los cuentos de hadas es perfectamente aplicable a cualquier criatura o situación mágica que sirven para hacer manifiesto lo inconsciente. En ese sentido, algunos adultos que se creen libres de monstruos o libres de magia, simplemente creen en cosas más aceptables, como la política o la religión organizada que, para mí, son diferentes formas de fantasía. Creo que es muy bello usar la fábula o la parábola como una forma más universal de comunicar ideas y temas que normalmente se abordan de manera, francamente, demasiado frontal en otro tipo de géneros. Hablar de la inmortalidad o del valor de la vida, o de la solidaridad o del dolor a través de una fábula fantástica es mucho más entretenido e infinitamente más divertido que a través de un drama al uso, al menos para mí".
El cineasta mexicano habla de las imágenes que siempre están en su mente, pero no invita a pensar en él como un personaje torrencial. "Llevo una vida bastante tranquila, al igual que la llevaban cineastas como Luis Buñuel o Alfred Hitchcock, directores cuyo motor era esencialmente mental, no físico. Era en su cabeza donde ocurrían las monstruosidades. No hay nada más que ver sus películas para darse cuenta de lo que tenían en su cerebro". A ese perfil pretende adscribirse Guillermo del Toro, hombre de apariencia tranquila, que tiene claro el objetivo de su oficio: "Lo más hermoso del trabajo creativo es dar formar a lo que no existe en la naturaleza. Creo que es una manera de canalizar cosas que, de lo contrario, me llevarían a asaltar un banco. Cada vez que voy a un banco me fijo en las cámaras de seguridad y siempre compruebo las posibilidades que existen para poder robarlo. Si mis energías las hubiese canalizado hacia ese terreno y me hubiese aplicado un poco, creo que lo habría logrado. ¿Existe algo más inmoral que robar un banco? Sí, fundar uno. Sería rico si lo hubiese logrado, pero mientras no me decida seguiré haciendo películas".
Con 3993 cerrará su trilogía sobre la Guerra Civil. Promete que será la última. "Es una forma de narrar cómo sigue en nosotros vivo el pasado. No sólo de la Guerra Civil, sino cómo puede volver a la vida un pasado que se asume remoto. Creo que se puede aceptar y entender, pero que no se puede olvidar. No creo en el progreso del olvido. El olvido no funciona para avanzar. La aceptación y la comprensión, sí". Un mensaje humanista para un hombre asaltado por las urgencias tenebrosas que configuran su imaginario.
Ahora vive días más mundanos. Se apresta a participar en la gran lotería del cine: los Oscar. En Los Ángeles, es una estrella rampante en un mundo de estrellas. Ya se sabe, días frenéticos, marketing, tensión, fiestas... Hollywood en la apoteosis que se concede a sí mismo. Por allí deambula, Guillermo del Toro, con el cuaderno de tapas de cuero marrón envejecido en el que ha logrado escribir 10 páginas más de Hellboy 2. Que la imaginación no se detenga.
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