Mercado de tendencias (y refugio de lo inmortal)
No hay duda de que Arco es un "supermercado" del arte, cuyas estanterías (galerías) están surtidas de una enorme variedad de productos, susceptibles de satisfacer las ansias de todo tipo de consumidores. Lo que ocurre es que no están ordenados espacialmente, como en el "hiper" de nuestro barrio, y el aficionado al arte contemporáneo ha de separar por su cuenta lo que anda disperso por todas partes en los pabellones. Intentemos corregirlo. Si tuviéramos que recolocar la oferta existente en algunas calles o salas dedicadas a las corrientes más estrictamente contemporáneas, nosotros lo haríamos más o menos así:
- La nueva pintura. Aparece confundida con lo objetual en las obras de Ángela de la Cruz. Nos impresionan en ellas las superficies densas de vibrante monocromía y el modo paradójico de adherirse a cosas familiares más o menos arruinados (desde muebles hasta los bastidores y los lienzos). Estos recuerdos de la vieja pintura han desaparecido en Clemens Kraus cuyas figuras humanas están elaboradas con una pasta densísima, como amasada. Sus obras se ejecutan in situ, y se destruyen una vez terminada la exposición. No olvidemos tampoco a Philip Fröhlich, cuya sofisticadísima estrategia corre el riesgo de pasar desapercibida: sus cuadros son el resultado pictórico de un proceso de trabajo que requiere la elaboración previa de maquetas cuidadosas. Como lecciones iniciales de este primer ámbito selectivo apuntaríamos a la hibridación de técnicas o de modos de actuación, y a lo irrelevante que resulta, en estos tiempos, la procedencia nacional del creador.
- El pop que no cesa tienta a los artistas de todos los continentes y se hace cada vez más irónico. Siempre fue una tendencia con propensión humorística, pero se supera a sí misma en esa especie de inmenso corazón-peineta, giratorio, que ha concebido Joana Vasconselos, o en los objetos industriales de porcelana chinesca (un televisor, un magnetófono y un automóvil) concebidos por Ma Jun. También hay mucho desenfado en los muñequitos multicolores de Kii-Soo Kwon, por poner un ejemplo más. (Otra lección: estos nuevos pop se toman a chirigota los rasgos que definen las supuestas identidades étnicas o nacionales).
- El arte del cuerpo continúa por doquier, en Oriente (con obras un tanto gore como las de Yin Zhao Yan) o en Occidente. Mencionaremos los recientes trabajos de Marina Abramovic, como ese vídeo en el que mimetiza el acto amoroso con una calavera, o el más etnológico, con hombres tatuados, de Germán Gómez.
- Dentro de la categoría apropiaciones de la naturaleza incluiremos cosas como esa jaula con dos pianos intervenidos que suenan cuando algunos pájaros reales se posan sobre unas varillas (es una obra de Robert Gligorov). Las casas de Wolfgang Laib parecen trabajos posminimalistas pero son otra cosa, impregnadas como están de materiales orgánicos (una de ellas está rodeada de arroz), lo cual justificaría su presencia en este ámbito. La conclusión aquí es que la naturaleza tiende a incorporarse a las obras como agente activo, colaborando con el creador.
- La corriente arquitectónica es muy vigorosa. Abundan las maquetas de edificios, entre la parodia de la construcción real y la utopía fantástica. ¿Es todo esto una subvariante de la nueva escultura, una remota derivación minimalista? La Nuria y El Tono (procedentes del graffiti urbano) han hecho una casa con maderillas de cajas de frutas (muy sabrosa), y junto a este trabajo situaremos otros como los edificios imposibles (pero fascinantes) de Baltazar Torres, Esther Pizarro, MP Rosado, la instalación salina de Diego Teo, etcétera.
- Los artistas comprometidos (¿por qué no denominarlos de esta manera?) son muchos, y no todos temen al mercado, como lo demuestra la presencia en la feria de personajes como Regina José Galindo, cuyo reciente trabajo Plomo (con dianas de tiro) merece ser destacado. Javier Núñez Gasco se ha traído a uno de los mendigos contratados de su proyecto Miserias ilimitadas y ahí está pidiendo limosna a los visitantes. Fernando Sánchez Castillo continúa desenmascarando la mistificación de los monumentos con esa interesante vuelta de tuerca que supone su maqueta de la protección colocada durante la Guerra Civil a la fuente de la Cibeles.
En fin, no puedo describir con detalle todas las avenidas de este supermercado de tendencias, así que, de pasada, mencionaremos algunas más: la fotografía hibridada, a propósito de los terrenos baldíos de São Paulo desvelados por Lara Almarcegui; el neoconceptualismo crítico, bien representado por un artista tan inteligente como Ignacio Aballí; la corriente juguetera, con esculturas móviles manipulables, de tamaño variable, que está presente en Arco con cosas como la araña neumática de Arcangelo Sassolino, o el paradójico automóvil mutilado y palindrómico de Carlos Irijalba.
Y acabaré con un "ismo" específico de esta edición donde abundan, por los caprichos del azar, las imágenes de calaveras (casi todas divertidas). Pensemos en las de Bene Bergado, en las de Naia del Castillo, o en ese "trío calavera" (nunca mejor dicho) de Per Barclay, entre otras. ¿Significa algo especial la emergencia de este calaverismo? Ente las lecturas posibles nos quedamos, en fin, con la más tradicional: disfruta mientras puedas del arte (y de la vida) porque todo, hasta la montaña de dinero sobre la que se levantan estas ferias, es fugaz. ¿Seguirá siendo el arte el último refugio de lo inmortal?
Babelia
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