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ARCO 2007
Columna
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Paralelo 38

Empecemos por las formas, tan importantes para el arte. Cuando se entra en cualquiera de las galerías de Corea, país invitado de la edición de Arco 07 en Madrid, el visitante se sorprende porque los que atienden el pabellón se levantan y, sonrientes, te saludan en castellano, un idioma que chapurrean, pero que se esfuerzan en hablar y, cuando se encuentran en un aprieto, sin perder la sonrisa, te hablan en inglés. Es importante pensar en esa cortesía, más allá de cualquier folclorismo oriental, porque revela un país milenariamente aplastado por dos gigantes, China y Japón, y luego sucesivamente aplastado por otros dos gigantes, que supuestamente les iban a liberar: la Unión Soviética y Estados Unidos. Todavía más: Corea hoy en día es el único país al que no le han dejado todavía derribar su muro de Berlín. De manera que vamos a hablar del trozo de Corea que conocemos: la parte meridional de una península secularmente machacada por la ambición de sus vecinos próximos y lejanos. Esta desdicha es siempre el mantillo donde florece el arte. Entre todas las revisiones institucionales que ha prodigado en su ya cuarto de siglo de existencia, sin duda, nunca un país invitado ha ofrecido a través de su arte un ramillete de contradicciones más intensas. Si uno quisiera juzgar la situación, desde un punto de vista de la crítica de arte, de lo que se exhibe en Arco a través de este conjunto de galerías, se puede encontrar con la sofisticación modernista más extrema, como la que ofrece Lee Sookyung, con sus cerámicas reconstruidas-deconstruidas con fragmentos desechados o con la ironía de Sang-Kyoon Noh con sus budas de poliéster, pero es evidente que uno no se puede resignar a limitarse a criticar simplemente lo global sin penetrar en sus heridas más profundas.

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Porque, aquí y allí, observando las decenas de obras que se exhiben en esta selección coreana, el visitante no sólo se encuentra con la dicotomía esperable entre lo local y lo internacional, sino con un viaje vertical de un país que ha luchado por sobrevivir a las contrariedades y las contradicciones de por lo menos un milenio. Personalmente, lo que yo sabía del arte coreano hasta esta edición de Arco tenía que ver más con la poesía y el cine de este país que con las artes plásticas, dejando al margen la figura mítica de ese artista realmente occidental, aunque nacido en Corea, que se llama Nam Jum-Paik, que, por cierto, se exhibe en el pabellón de Telefónica. Pero, como no podía ser menos, el mundo del arte, que no solamente hoy es plástico sino que también tiene que ver con las nuevas tecnologías de la imagen, fotografía, cine, vídeo, posee el mismo lenguaje para expresar lo indecible. En este sentido, y sin ánimo de crear una jerarquía de valores improvisada, diré que me han impresionado particularmente las caligrafías de Kang Wook Lee y los huecos coloreados de Ji Eun Lee, la divertida ironía de Sun-Rae Kim, con su secuencia de bañadores femeninos, las pinturas de arena de Chang-Young Kim, las esculturas retráctiles de Uram Choe y las imágenes dobles de Debbie Han. Pero esto es una primera mirada dispersada al vuelo, que no pretende atrapar ninguna jerarquía, sino transmitir la emoción ante un país que, insisto, tras siglos de sufrimiento, en apenas 25 años se ha modernizado de una forma tan eficaz y dolorosamente apresurada, que puede producir un arte que se integra a las exigencias de la actualidad internacional, pero sin perder lo genuino de su memoria. Todo esto, sin embargo, teniendo clavada la cruz de su Paralelo 38.

Para terminar, no quisiera dejar de mencionar, dentro de las técnicas mixtas que permite la nueva tecnología, los juegos visuales sobre el arte occidental-oriental que realiza brillantemente Bae Joosung y las fotografías de Osang Gwon, ni las refinadas pinturas de Bae Lee, así como no dejar de advertir que, al margen de la invitación oficial, también hay algunas otras galerías coreanas que exhiben por el circuito normal en Arco como Gana Art Gallery. Asimismo, remarcar que la presencia de lo oriental está cada vez más venturosamente extendida en Arco, con presencias de artistas chinos en galerías incluso madrileñas.Lo que sabía del arte coreano hasta esta edición tenía que ver con la poesía y el cine

Los Reyes, con el presidente de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, y su esposa, ayer en Arco.
Los Reyes, con el presidente de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, y su esposa, ayer en Arco.B.P.
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