Cine que mira al pasado
Si el norteamericano Steven Soderbergh se ha acercado con El buen alemán al destruido Berlín de 1945, incluso emulando formalmente el cine de aquella época, otros cineastas igualmente han vuelto la mirada hacia atrás. Prácticamente, la mitad de las películas de la sección oficial de la Berlinale están inspiradas en episodios del ayer. Alguna incluso en un ayer muy remoto, como es el caso del norteamericano Zack Snyder, que en 300 se remite en clave de cómic a la batalla de las Termópilas (480 antes de Cristo). No van tan lejos Jacques Rivette, en No toquéis el hacha, ambientada en tiempos de la Restauración francesa, ni otro francés, François Ozon, que sitúa Angel en la Inglaterra de principios del siglo XX.
Robert de Niro, en su segunda película como director, El buen pastor, relata la creación de la CIA en los años de la guerra fría. Clint Eastwood, en Cartas de Iwo Jima, da una vuelta de tuerca a la conquista norteamericana del monte Suribachi en 1945 durante la guerra del Pacífico. La II Guerra Mundial o sus albores son también el tema de Yo serví al rey de Inglaterra, del checo Jiri Menzel, y de Los monederos falsos (o El falsificador), que el vienés Stefan Ruzowitzky sitúa en el Berlín de 1936, y que se inspira en las memorias de Adolf Burger, superviviente de los campos de concentración.
Hay más: la represión política brasileña en 1970 es el trasfondo de El año en que mis padres se fueron de vacaciones, de Cao Hamburger, una suerte de paralelismo con Papá está en viaje de negocios, que catapultó a la fama al bosnio Emir Kusturica en 1985. El apartheid surafricano en 1968 es el leitmotif de Goodbye Bafana, del danés Billie August, y las secuelas en el 2000 de la ocupación del Líbano por parte de Israel es el tema de Beaufort, del neoyorquino Joseph Cedar. Finalmente, aunque fuera presentada al principio del festival, el blandito Oliver Dahan ha recreado a su manera la vida de Edith Piaf en La vie en rose, película salvada por la excelente actriz Marion Cotilland. El ayer que no cesa.
Hay organizado en Berlín un paseo por los lugares en que fueron rodadas algunas películas famosas. Una de ellas, quizá la más reciente, es La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck, candidata a los Oscar y mejor filme europeo de este año. Es una película viva en las calles del Berlín actual, ya que el festival está emplazado precisamente en los alrededores de una zona limítrofe con aquel muro que partía en dos la ciudad. Aún quedan en pie algunos trozos, como un memento contra el olvido. De modo que dentro o fuera de las salas de cine nos encontramos con el pasado llamando a la puerta: que no vuelvan a cometerse los mismos errores. Iremos viendo si las películas dan la talla.
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