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Columna
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Libertad vigilada

Hace unos instantes, mientras usted leía las primeras palabras de este artículo, a Juan Urbano le hubiese gustado ver lo que estaba haciendo en casa su chica capicúa, saber dónde, cómo, con qué en las manos... Pero, de pronto, ahora mismo, mientras el camarero de la cafetería en la que ha entrado a desayunar deja una taza de café sobre su mesa donde están el periódico de hoy y un libro para leer de ida y vuelta en el Metro, se ha avergonzado de esa idea: mirar a quien no se sabe observado no es querer saber, sino espiar o, lo que es lo mismo, robar con los ojos.

En este mundo en el que cada vez hay menos fronteras y más vallas, es decir, donde se deja el paso libre al dinero pero no a las personas, una de las aduanas más complejas que existen es la que regula el derecho a la intimidad, que siempre está rodeado de otros derechos enemigos, como el derecho a la seguridad o a la información. ¿Dónde acaban unos y empiezan otros? Ésa es una pregunta con el suelo helado, sobre la que es fácil resbalar, y que muchos se habrán vuelto a hacer al leer que la EMT ha instalado videovigilancia en 10 de los autobuses que recorren las líneas más conflictivas de la red, y que el Ayuntamiento de Alcorcón anuncia que montará en todos los colegios públicos de la ciudad cámaras directamente conectadas con la Policía Municipal, para intentar que disminuyan los actos vandálicos que sufren los centros, sobre todo los fines de semana.

En este mundo hay cada vez menos fronteras y más vallas, se deja paso al dinero, pero no a las personas
Me parece que los cristales rotos de la autoestima son más difíciles de sustituir que los de un muro

El sistema de control de los autobuses se instalará poco a poco, según anunció el alcalde -por supuesto, siempre que él gane las próximas elecciones-, en toda la flota municipal, y es uno de esos inventos tecnológicos que, de puro modernos, consiguen suceder ahora pero sin dejar de ser el futuro: ante una situación de peligro, el conductor puede apretar un botón que hará que las cámaras envíen las imágenes de lo que sucede dentro del autobús, tanto a la sede de la EMT en el Cerro de la Plata como a cualquier usuario que lleve encima una agenda electrónica o PDA, y que automáticamente mandará una alerta, a través de un SMS, a todos los teléfonos móviles que se encuentren en el radio de acción del vehículo.

Además, los autobuses descargarán mediante tecnología wi-fi o inalámbrica, al llegar a las cocheras, la película completa del día, que teóricamente sólo será guardada, como máximo, durante un mes, según exige la Ley de Protección de Datos.

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Las cámaras de los colegios públicos de Alcorcón no son tan sofisticadas, pero su intención es, sin duda, la misma que explicó Ruiz-Gallardón en el estreno de los videoautobuses de la EMT: "Lograr un efecto disuasorio para los delincuentes sin violar la intimidad de los usuarios". Juan Urbano se preguntó qué le parecía todo ese asunto, y si padecer el recorte de ser vigilado merece la pena con tal de que los que pegan, acosan o degradan de cualquier modo a sus compañeros en los institutos; o los necios que destrozan las aulas y las pistas deportivas los fines de semana; o quienes atracan, insultan o agreden a los conductores de los autobuses, no lo puedan hacer con absoluta impunidad.

Juan Urbano estaba por responderse que sí, sobre todo después de leer el último informe sobre Violencia Escolar del Defensor del Pueblo y Unicef, según el cual en España uno de cada 10 alumnos de ESO siente en alguna ocasión miedo a ir a clase, por temor a sus compañeros. Le pareció terrible imaginar a 10 estudiantes de cada 100 asustados, y casi le extrañó que la iniciativa del Ayuntamiento de Alcorcón no fuera más imitada y que allí las cámaras sólo vayan a encenderse fuera del horario escolar. ¿Es que es más importante el daño que se le puede causar a un edificio que a una persona?

"Pues a mí me parece que los cristales rotos de la autoestima son más difíciles de sustituir por otros nuevos que los de un muro", filosofó. Y después, pagó y se fue a dar un paseo calle de Velázquez arriba, y mientras caminaba se dijo que el problema no es tanto ser observado como quién te observa y para qué. O lo que es lo mismo, que en este mundo en que la violencia nos amenaza frecuentemente, quizá sea necesario someterse, en algunos lugares y en algunos casos, al acecho de los centinelas; pero también lo es vigilar a los vigilantes, para evitar que nos espíen, nos juzguen o comercien con nosotros. Lo inevitable no debe confundirse con lo que nunca debería ocurrir.

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