El régimen cubano cambia de estilo pero no cede poder tras seis meses sin Fidel
Raúl Castro exige más eficacia a los ministerios y anima a denunciar la corrupción
"Que nadie se engañe: son dos estilos diferentes, pero un solo pensamiento, el socialista". La reflexión del funcionario coincide con lo observado en Cuba durante la ausencia de Fidel Castro, de 80 años, convaleciente de una grave enfermedad desde el pasado 31 de julio, pero que el pasado martes reapareció por televisión, con mejor aspecto, reunido con el presidente venezolano, su amigo Hugo Chávez. Todo hace indicar que los festejos preparados por el exilio cubano en el estadio Orange Bowl de Miami para celebrar la muerte de Castro deberán esperar.
Nada esencial ha cambiado en la revolución de 1959 desde que la dirige, hace hoy seis meses, Raúl Castro, de 75 años, y cinco dirigentes del Partido Comunista Cubano (PCC). Ministro de Defensa, proclive a imponer a su gestión la disciplina y organización que exige la administración de las Fuerzas Armadas, Raúl ha impuesto su estilo, pero siempre apegado a los principios revolucionarios: todo el control político y económico pertenece al Estado. Las nuevas formas son visibles, y las aperturas económicas de alcance limitado pueden ser un hecho, aunque sólo las imprescindibles para aumentar el bienestar de la población. No se autorizará el libre mercado, ni se alterará la hegemonía del PCC.
"La línea de Raúl es la línea de Fidel, porque la revolución sólo tiene una sola línea", señala el funcionario. Los conceptos vertidos por el presidente interino en la entrevista concedida en 1994 al periodista cubano Luis Báez para un libro titulado Preguntas indiscretas no han cambiado. "Nuestros enemigos hablan de que hay que crear otro partido. Cualquier otro partido sería el del imperialismo [Estados Unidos] y eso sí que jamás lo permitiremos", dijo entonces al periodista, que ha acompañado al presidente cubano en la mayoría de sus viajes al exterior.
La disidencia no tiene espacio político ni previsiblemente lo tendrá a medio plazo, a pesar de reclamarlo desde años, para establecer una democracia pluripartidista. Salvo imponderables, el curso de la evolución política cubana será el que decidan sus actuales mandos.
"¿Y si ocurre en Cuba como en China?", se pregunta un dirigente con acceso a Fidel Castro. El líder chino Deng Xiaoping promovió, a partir del año 1978, aperturas económicas progresivas bajo la tutela del Partido Comunista Chino (PCCh), que liberalizaron la dictadura de Mao Zedong. El 4 de julio de 1989 fueron protestadas en la plaza de Tiananmen por los estudiantes, que las consideraron insuficientes; los trabajadores las culpaban del aumento del paro y la inflación y de la pérdida de derechos laborales adquiridos en la revolución de 1949. El ejército reprimió a sangre y fuego. El secretario general del PCCh, Zhao Ziyang, que se había opuesto a la ley marcial, fue destituido y la purga alcanzó a otros, pero Deng Xiaoping siguió profundizando las reformas económicas.
El poder decisorio final
"Las informaciones disponibles indican que aunque Fidel Castro recibiera el alta médica, Raúl Castro seguirá con la gobernación diaria; y la positiva evolución de China está ahí, bajo análisis. ¿Quién nos dice que no podamos aprovechar aquí el sistema de funcionamiento de China, el know how, pero no para hacer lo mismo? Fidel, con el poder decisorio final y, vamos a llamarlo así, el derecho de veto sobre las políticas que se lleven a cabo", agrega el dirigente, que establece el paralelismo: "Supervisaría todo, como Deng Xiaoping, pero Raúl no cometería los errores de Zhao Ziyang". El futurible es improbable en el caso de las relaciones con Estados Unidos, conflictivas desde hace 48 años. "El tema de los americanos no lo soltará Fidel nunca. Tampoco los asuntos estratégicos", señala otra fuente.
Raúl Castro ha revisado cosas: pretende gestionar sin permitir el puenteo a jefes y mandos de ministerios y departamentos, mediante llamadas directas al Palacio de la Revolución; animó a la prensa oficial a denunciar los incumplimientos y actos de corrupción, y quiere solucionar las tres principales reclamaciones de una población todavía en precario: la alimentación, el transporte público y la vivienda. Poco después de que considerara intolerable que numerosos cooperativistas y campesinos privados, que aportan el 65% de la producción agropecuaria total, no hubieran cobrado lo estipulado en sus contratos, comenzaron a hacerlo a través del Banco Central. Cerca del 60% de las empresas cubanas funciona "deficientemente o mal", con descontrol interno, según las auditorías oficiales.
"Siempre que los productores cosechen mucho, no importa lo que ganen por mes", subrayó Raúl Castro. "Que no sacralice el lucro como fuente de todos los males, como hemos escuchado siempre, no es poco", señala un observador español. Parece significativo también que, durante su interinato, se haya creado una comisión de economistas, académicos, filósofos y políticos para abordar el tema de la propiedad.
"La orientación fue que se hiciera no desde un punto de vista economista, sino más integral, socialista. No se trata de especular sobre si vamos a aplicar el modelo chino o vietnamita, sino de analizar lo que nos conviene a nosotros", indica un conocido comentarista de la televisión cubana.
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