Vírgenes y furiosas
Jean Paul Gaultier se inspira en imágenes marianas y Lagerfeld ofrece un Chanel eléctrico
Si Coco Chanel revolucionó la moda liberando a las mujeres del corsé, décadas después otro francés, Jean Paul Gaultier, convirtió la prenda en un fetiche de la modernidad. Hoy, Gaultier y Chanel representan las dos caras de una burguesía que juega indistintamente a lo rancio o a lo bohemio hasta darse amistosamente la mano.
Gaultier presentó ayer su colección de alta costura con olores a incienso y a iglesia. Sus modelos recrearon el imaginario mariano reproduciendo santas góticas, monjas extasiadas o vírgenes de relicario.
Con lágrimas negras en el rostro, sagrados corazones en el pecho y mantillas en la cabeza, el desfile evocaba coloristas santuarios mexicanos, piedras románicas francesas y dorados retablos españoles. Los nombres de los vestidos: Guadalupe, Inmaculada, Macarena, Encarnación, Dolores...
Irina Lanzareanu era observada por chicos muy guapos con barbas de náufrago y chicas 'chan
El órgano que acompañó toda la escenografía se detuvo de golpe con Like a virgin, de Madonna, a todo volumen. Gaultier salía a escena con una camisa negra y su expresión de inteligente bufón en el rostro. La reina del pop canta que se siente como una virgen a la que acarician por primera vez mientras Victoria Beckham (en primera fila) aplaude sin gracia.
El día anterior, Chanel irrumpía en el Grand Palais de París con ritmo eléctrico. Más de 800 personas sentadas en unas gradas pintadas de blanco seguían con la mirada los vestidos, minivestidos y trajes que el alemán Karl Lagerfeld, cabeza creativa de la firma francesa, ha creado para su última colección de alta costura. Lo más clásico y lo más contemporáneo se unen sin fisuras. Pese a la belleza de los delicados modelos era difícil concentrarse sólo en ellos. Un desfile de Chanel es algo más que un desfile.
Al mismo tiempo que cinco hombres vestidos de negro desplegaban una alfombra gigante en el centro del recinto, Chan Marshall, cantante de Cat Power, arrancaba en directo un concierto trepidante.
Con unos mitones de cuero negro, flequillo, coleta y camisa de chorreras, la cantante estadounidense robaba protagonismo a las frías modelos. En un estrado dispuesto detrás de los fotógrafos, rodeada de sus músicos, y con las venas del cuello cargadas de tensión, Marshall parecía reivindicar la belleza sobrenatural que sólo poseen los artistas. Versiones de los Rolling Stones y de Smokey Robinson, el folk no es una buena banda sonora para Chanel así que la cantante ofreció su versión más punk y rabiosa.
Pese a los tules, gasas y lazos, Chanel tiene muy poco de ñoño y sólo desde ahí se entiende cómo Lagerfeld ha logrado mantener el complejo mundo de una mujer a la que le "repugnaba" deslumbrar, que convirtió su vida en leyenda y que pasará a la historia por las perlas que salían de su retorcida boca: "Me encanta ir cargada de joyas porque sobre mí todas parecen falsas".
Con un traje negro, delgada hasta el extremo, la ex batería de Babyshambles, Irina Lanzareanu, modelo que Kate Moss ha puesto de moda, era observada por chicos muy guapos con barbas de náufrago y chicas chanel con melena despeinada y bolso muy usado con la marca de la casa.
Lagerfeld saludó acompañado por todo su equipo de artesanos, diseñadores y técnicos. Más de 100 personas que fueron ovacionadas por un público donde los mitos y los hijos de los mitos se sientan juntos. Sean Lennon, Marianne Faithfull y Sofia Coppola en una esquina; Charlotte Casiraghi y Sigourney Weaver, unos metros más allá. La furia de Chanel les une.
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