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Reportaje:ITALIA | Piergiorgio Welby | El fin de la vida

Un médico desconectó el respirador

Enric González

Piergiorgio Welby, enfermo de distrofia muscular progresiva desde los 18 años, libró una tenaz batalla pública a favor de la eutanasia. Dada su situación clínica, no necesitó ninguna sustancia para morir: falleció el pasado 20 de diciembre, poco antes de medianoche, en cuanto un médico desconectó el respirador artificial. La Fiscalía de Roma no halló indicios de delito en la acción del médico, ni en la de las personas presentes durante su agonía. Pero la Iglesia no perdonó su campaña por la eutanasia y le negó el derecho a un funeral católico. La ceremonia fúnebre, civil, se desarrolló en la calle, ante una iglesia, el 24 de diciembre.

Los esfuerzos de Welby y la dramática carta que envió en septiembre al presidente de la República, Giorgio Napolitano, describiendo sus terribles condiciones de vida, exigiendo "no una muerte digna, sino una muerte oportuna" y reclamando un debate parlamentario sobre la eutanasia, tuvieron efecto sobre la opinión pública italiana. Un sondeo de la empresa demoscópica Eurispes, publicado el jueves, demostró la "creciente formación de un consenso" favorable: el 68% de los encuestados se declaraba partidario de que se regulara el derecho a la eutanasia. Otro sondeo anterior, para el diario La Repubblica, revelaba que el 50% de quienes se declaraban católicos practicantes apoyaba la legalización de la eutanasia. Piergiorgio Welby tenía 52 años en 1997, cuando la enfermedad le condenó al respirador automático. Aún podía mover los dedos y los ojos y empezó a frecuentar foros de debate en Internet. En 2002 decidió aliarse con los Radicales, el único partido empeñado en la legalización de la eutanasia. A principios de 2006 perdió toda movilidad y reclamó de forma pública, con un libro titulado Dejadme morir, su derecho a desconectarse del respirador.

Le negaron un funeral católico, que se celebró por lo civil a la puerta de una iglesia
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Su caso reflejaba todas las contradicciones de la legislación italiana, resumidas por su médico: "A petición del paciente, respetando su voluntad y apreciando su estado de lucidez, debería desconectar (el respirador) y sedarle para evitarle sufrimientos. En el momento en que el paciente estuviera sedado y dejara de estar en condiciones de decidir, yo, constatando que su vida estaría en peligro, debería inmediatamente conectar de nuevo el respirador".

El 20 de diciembre, un médico voluntario sedó a Welby y desconectó el respirador. El enfermo pidió escuchar canciones de Bob Dylan, se despidió de los presentes, se durmió y falleció por asfixia. Uno de sus abogados, Riccardo Maia, declaró que la muerte de Piergiorgio Welby había permitido aclarar de forma definitiva "la diferencia entre la eutanasia y la negativa a someterse a un tratamiento médico".

Piergiorgio Welby, conectado al respirador artificial.
Piergiorgio Welby, conectado al respirador artificial.EFE

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