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La investigación universitaria en Andalucía

Una molécula para evitar las ansias de comer

Varias empresas se han interesado ya en la compra de la primera patente biotecnológica de la Universidad de Cádiz

La tripolina es una molécula que existe en el organismo humano. Un elemento cuyas propiedades antioxidantes como las de la vitamina E, ya habían sido descubiertas. Ahora, un grupo de investigación de la Universidad de Cádiz dirigido por la profesora Ana Navarro ha demostrado que la tripolina, además, puede controlar las ansias de comer.

Estudios desarrollados con ratones han concluido que los animales tenían un peso un 20% inferior que el de los ejemplares a los que nos se les había suministrado la molécula. "No se trata de ninguna sustancia adelgazante, ni los animales han perdido peso de forma alarmante o perjudicial para su salud", explica Navarro, "sino que tiene una función anoréxica". Esto significa que la tripolina ayuda a controlar el apetito, con lo que son los propios ratones los que disminuyen su ingesta calórica y, consecuentemente, pierden peso.

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Varias empresas farmacéuticas se han interesado por los efectos de esta molécula, cuyas propiedades han sido patentadas por la Universidad de Cádiz. Tendrán que ser estas empresas las que, una vez que lleguen a un acuerdo con el centro, desarrollen su aplicación en humanos y su posible comercialización como suplemento dietético, por ejemplo, en casos de obesidad.

El grupo de investigación de Ana Navarro llegó al descubrimiento de las cualidades de la tripolina casi por casualidad. Investigaban las funciones antienvejecimiento de la molécula cuando advirtieron cambios en el peso de los ratones con los que experimentaban.

Hace unos años, quizás, a la profesora Navarro no se le habría ocurrido que su descubrimiento podía ser objeto de una patente. "Hemos tenido un cambio de cultura, cada vez somos más conscientes de la necesidad de ofrecer nuestros hallazgos a la sociedad", mantiene la investigadora.

Los contactos de Ana Navarro con grupos de trabajo americanos, "donde tienen mucho más asumida la cultura de las patentes", ha contribuido a su visión sobre la investigación. Pero también el empuje de la Universidad de Cádiz, que en los últimos años se ha esforzado por formar a sus investigadores en esta nueva mentalidad. "Recibimos cursos, nos enseñan a estar más abiertos", cuenta la profesora.

Es un trabajo de sensibilización, pero también formativo. Muchos investigadores no saben, por ejemplo, que si publican parte de sus resultados en una revista científica ya no podrán patentarlos, porque habrán perdido su cualidad de novedad.

"Tampoco sabemos presentar una solicitud de patente. No es lo mismo que escribir para la comunidad científica". Por eso, la Universidad de Cádiz contrató personal especializado para presentar la solicitud de la patente de la tripolina, la primera de carácter biotecnológico.

La motivación a los investigadores, sin embargo, debe ser un trabajo constante. Según cuenta Ana Navarro, "hay que explicar cuáles son los beneficios que compensan inconvenientes como, por ejemplo, que tengamos que frenar una publicación durante al menos un año, cuando además es posible que de esta publicación científica dependa una nueva subvención".

Pero también se consiguen recompensas. Por ejemplo, que empresas privadas se interesen por el trabajo de un grupo de investigación, "que ignorarían si sólo se hace eco una revista especializada". Ana Navarro añade además la satisfacción de contribuir con los avances de la sociedad, "son hallazgos útiles".

Es, por último, un estímulo a la investigación. El descubrimiento de Ana Navarro podría haber quedado arrinconado durante años. Al sacar la patente, varias empresas se disputan ya hacerse con su propiedad para poder experimentar sus efectos en humanos, unos estudios que la Universidad de Cádiz, por sus recursos, no podría haber asumido.

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