Una película retrata a Hitler como una ruina humana
La polémica y el éxito de público rodean el estreno de 'Mein Führer', de Daniel Levy
La película Mein Führer, subtitulada La realmente verdadera verdad sobre Adolf Hitler, del director judío suizo-alemán Daniel Levy, arrancó en Alemania con gran éxito de público y tras varias semanas de polémica. Ni un solo intelectual alemán que se precie ha dejado estos días de emitir su juicio sobre la cuestión de si es posible tomarse a chirigota a Hitler y el Holocausto.
El arranque de la película de Levy coincide con el estreno anoche en la Academia de Bellas Artes de Berlín de la obra Heil Hitler!, del dramaturgo Rolf Hochhuth, que en su día escandalizó con El vicario sobre el silencio del papa Pío XII ante los crímenes del nazismo. Sin duda, en la pieza de Hochhuth no habrá muchos motivos de risa. El dramaturgo arremetió hace dos días contra Mein Führer: "Me resulta del todo incomprensible cómo un hombre que es judío puede llevar al cine semejante falsificación de la historia. Hochhuth considera fatales películas como El hundimiento y Mein Führer porque minimizan al dictador y difunden entre los jóvenes la impresión de que Hitler no era demoniaco, sino su entorno".
'Mein Führer' se ha encaramado en el primer puesto de las películas más vistas
El director se pierde cuando decide abordar un tema como Hitler y los judíos
Desde el día de su estreno el pasado jueves en todo el territorio alemán, Mein Führer se ha encaramado en el primer puesto de las películas más vistas. 45.000 espectadores acudieron a verla el día del estreno. Nada extraño si se tiene en cuenta que desde hace semanas se ha producido un auténtico bombardeo mediático a favor y en contra de la película. El debate continúa. Ayer, el prestigioso diario conservador Frankfurter Allgemeine dedicaba una página entera a comparar cómo han tratado a sus dictadores las cinematografías de otros países. El apartado dedicado a España se titula Franco ridiculizado y venerado al mismo tiempo.
Las expectativas despertadas con el debate previo no se cumplen. Se había extendido la impresión de que Mein Führer era una especie de astracanada con chistes continuos y situaciones ridículas. Sin duda, todo el planteamiento de la película es ridículo. A finales de 1944, cuatro meses antes de su suicidio en el búnker de la cancillería, Hitler atraviesa una profunda depresión. El ministro de Propaganda Joseph Goebbels tiene la brillante idea de organizar un gran mitin en un Berlín en ruinas. Para preparar al deprimido Hitler, sacan del campo de concentración de Sachsenhausen al profesor judío Adolf Grünbaum. El nombre es en sí un chiste. Existe un catedrático especialista en psicoanálisis con ese nombre en Estados Unidos y que un judío se llame Adolf induce a la risa fácil.
El Hitler de Levy es una ruina humana, una víctima de la educación familiar, del maltrato recibido de su padre, se orina en la cama y juega con barcos en la bañera llena de agua. Además, es impotente. En un intento de introducirse dentro de su novia Eva Braun, ésta le dice: "Mi führer, no siento nada, debe ser culpa mía". Grünbaum empieza con Hitler un entrenamiento para sacarle sus demonios. En un momento, el führer se tiende en un sofá en una clara referencia al diván del psicoanalista. Cuando las cosas se tuercen y Goebbels decide devolver a Grünbaum al campo de concentración, Hitler, preso de pánico, exige que le traigan de nuevo al judío. Al ministro de Armamento Albert Speer le dice: "El judío me sienta bien".
La película de Levy resulta por completo fallida porque a partir de una situación abracadabrante no se anima a lanzarse por el camino de la astracanada. En varios momentos, Hitler resulta ser un pobre tipo que invita a la compasión, rodeado de canallas que conspiran en su contra y que ha sido víctima de la severa educación paterna. Karl Martenstein escribe en el semanario Die Zeit uno de los escasos comentarios serios, que pone de manifiesto que al menos el autor vio la película y no habla de memoria desde los prejuicios: "Para Dani Levy, Hitler debe ser al mismo tiempo realista y cómico". Los dos Hitler se entrecruzan y "Levy no se decide entre uno u otro. Por eso la película resulta extravagante y sólo en ocasiones graciosa". La crítica podría haber ido más lejos. Mein Führer no tiene maldita gracia. El punto de partida, el Hitler hecho una piltrafa y el judío domador y dueño de la situación encerrados en la cancillería, resulta cómico y original, pero las referencias al campo de concentración y al Holocausto, la familia de Grünbaum, mujer y cuatro hijos, convertidos en rehenes impiden cualquier risa.
Levy procede de una familia judía no practicante que huyó del nazismo a Suiza. Desde la década de los ochenta Levy reside en Berlín, donde formó una productora que logró algunos éxitos notables como Good bye Lenin! Levy tardó en triunfar, cosa que consiguió con la película Alles auf Zucker, en la que sí logra una comedia llena de humor al burlarse de una familia judía. Parece claro que Levy es capaz de dominar un microcosmos familiar y se pierde al tratar un tema de grandes dimensiones como Hitler y los judíos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.