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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El amor mueve montañas

"Chalocuane es una aldea mozambicana situada a orillas del hermoso río Limpopo. Allí los elefantes van en busca de agua. Niños y niñas de sonrisa fácil y espíritu ligero vuelan bailando con las nubes del cielo. Y la tierra es roja, roja como el sol que sale y se pone cada día....". Así encabezaba la tarjeta de invitación a una fiesta muy especial que se celebró hace unos días en el Antic Teatre de Barcelona.

Pero la historia empieza este verano, cuando una maestra del CEIP Escola del Parc de la Ciutadella, Isabel Cuesta, se va a Mozambique a visitar a su hermana, que trabaja con Médicos Mundi. Allí conoce a unas monjas que la invitan a visitar el hospital de una aldea llamada Chalocuane y conoce a Salmina, una niña de un año y medio ingresada con anticuerpos de sida. Su madre acaba de morir y su padre lleva el mismo camino. Hace poco, su palhota, la choza típica de esta zona, fue destruida por la lluvia, y cuando salgan del hospital no tienen donde dormir. Isabel se enamora de Salmina, la visita cada día y cuando es el momento de volver a Barcelona decide poner en movimiento un proyecto aparentemente descalabrado. Un día habla de Salmina a un grupo de padres y madres de la escuela que tienen por costumbre encontrarse en el parque con los niños al salir de clase. Y el proyecto se hace realidad: montarán una fiesta para recaudar fondos y poder reconstruir la palhota de Salmina.

Creo que no había un marco mejor para el proyecto que el Antic Teatre, en la calle de Verdaguer i Callís número 12. Se trata de un centro creativo fundado en 1874 y recuperado en 2003 por la artista Semolina Tómic, que recibió hace dos años los premios FAD Sebastià Gasch por su acción cultural y artística. El edificio, con un jardín romántico, un bar y un pequeño teatro, es patrimonio cultural de la ciudad, pero el Antic Teatre está gestionado por un grupo de artistas que, de una manera desinteresada y capitaneados por Semolina, mantienen una programación estable prácticamente cada día. Tiene 15.000 socios que pagan tres euros al año y sus propuestas son innovadoras, porque el Antic Teatre quiere ser una plataforma para creadores jóvenes, fuera de los circuitos convencionales.

Y nada convencional fue la fiesta para Salmina: la gente podía pasar todo el sábado comiendo las exquisiteces que elaboraron alguno organizadores, se podía tomar el sol en el jardín, comprar ropa o juguetes usados que llevaba la gente, charlar en la barra del bar y, sobre todo, ver y escuchar las actuaciones que, de una manera desinteresada, ofrecieron padres, madres e incluso maestros de la Escola del Parc. Lucy, Elina, Anna, Catalina, Teresa, Andrea, Jordi... Cada uno aportaba lo que sabía, la incógnita era: ¿Responderá la gente de la escuela? ¿Y los amigos?

Las puertas se abrieron a las doce con el mercadillo y el bufé, y al cabo de media hora ya había niños corriendo como locos mientras sus padres tomaban una cerveza sentados en el jardín. Los amigos respondieron a la cita. Y las maestras y ex maestras también, y los alumnos y ex alumnos... incluso la directora, pasaron unas horas en el Antic Teatre compartiendo la fiesta. Hubo una rifa de un collage que, casualmente, fue a parar al padre de la niña que escogió el número y que, rojo de vergüenza, se llevó el cuadro bajo el brazo, aunque podemos asegurar que no hubo tongo. Por la tarde se estrenó el grupo de funki jazz Tata for Now, una revelación que tenía muy escondida Jordi Casas, el profe de educación especial. La actriz Teresa Sirvent se inventó un cuento inspirado en el Sol solet de Comediants. Hubo mimo, una jam session y otro padre transformado en pinchadiscos. No sé quién se lo pasaba mejor, si los niños o los padres; lo que era evidente era la felicidad que irradiaba Isabel, que no se imaginaba tan buena respuesta. ¿Sería, digo yo, ese aire más o menos puro que se respira en la Ciutadella y que aclara la mente?

Semolina Tomic me contaba más tarde lo que se persigue en el Antic Teatre y la historia que lleva ya a sus espaldas. Creado como Círculo Barcelonés Sant Josep Obrer, era un centro cívico muy popular en el barrio, con un teatro de aficionados que no llegó a desbancar ni la dictadura franquista. Ahora llevaba años cerrado y se había convertido en un almacén de escombros y toda clase de desperdicios que los actuales gestores sacaron con sus propias manos hasta dejarlo más o menos decente. Al edificio le falta bastante para parecer un teatro normal, pero no es eso lo que Semolina busca. Aquí se presentan las creaciones más innovadoras de la ciudad, se organizan performances, lecturas de libros, instalaciones, cine independiente, videocreación, y actos como la fiesta mozambicana. Al final se recogieron 700 euros, que servirán para algo más que una palhota. El dinero voló directamente a Chalocuane a manos de una amiga de Catalina, una de las organizadoras. Y es que el amor, amigos, mueve las montañas más infranqueables.

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