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La guerra que no cesa

Líbano, Irak, Afganistán. El año acaba como empezó, con los iconos de la desesperación y la derrota. Bush y los 'neocons' han perdido poder, pero el fantasma de Vietnam cabalga por el mundo. Hay guerra también entre las distintas facciones del islam, el chiismo de Irán y el sunismo de Al Qaeda. Los conflictos no cesan

Lluís Bassets

Regresan como una pesadilla aquellas viejas imágenes del 30 de abril de 1973. Son los iconos de la desesperación y de la derrota. Un helicóptero despega, atiborrado de gente, de la terraza de la Embajada de Estados Unidos en Saigón, mientras la capital del Vietnam anticomunista y proamericano cae en manos del ejército rojo norvietnamita. Nadie quiere ver en Estados Unidos imágenes semejantes de Bagdad, pero todo parece conducir hacia este destino fatal. El fantasma de la guerra de Vietnam y de la derrota de la mayor superpotencia en manos de un pequeño ejército asiático ha ido creciendo a lo largo de 2006, hasta llegar a ser reconocido públicamente como tal por el propio presidente George Bush. El síndrome que se quiso evitar después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, esa prevención psicológica que parecía impedir a Estados Unidos actuar sin complejos con toda su fuerza militar y económica, ha regresado de nuevo con el desastroso camino que ha ido tomando Irak, donde la violencia civil no amaina; reina el desorden, la corrupción y el caos, y el balance de víctimas se acerca ya a cifras desoladoras, que equiparan este conflicto a las peores guerras civiles -la norteamericana o la española, por ejemplo- que ha conocido la humanidad en épocas recientes. La revista The Lancet ha cifrado en alrededor de 600.000 las víctimas producidas entre la población iraquí, sometida a unas condiciones de vida y a una tensión que están produciendo un amplio exilio de sus mejores profesionales e intelectuales.

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Beirut, zona cero

El terror global no ha cejado, y ahí está de nuevo la huella del megaterrorismo en los trenes de Mumbai (India, con sus 200 muertos y 700 heridos el pasado julio). Pero, además, Estados Unidos está perdiendo aquella guerra global contra el terror que declaró ahora hace cinco años. La gran novedad del año 2006 es que este hecho hasta ahora inconfesado se ha convertido ya en una verdad oficial reconocida en el mismo Washington, gracias a las recomendaciones del Grupo de Estudios sobre Irak, presidido por James Baker y Lee Hamilton. La derrota no afecta a un conflicto localizado, tal como subraya el informe, sino que tiene una profunda repercusión en el propio papel de Estados Unidos en el mundo: "Irak es vital para la estabilidad regional e incluso global, y es un país crítico para los intereses de Estados Unidos. Se sitúa en la línea de falla de la división sectaria entre el islam chií y el islam suní, y entre la población árabe y la población kurda. Tiene la segunda reserva mundial de petróleo. Y es la base de operaciones para el terrorismo internacional, incluyendo Al Qaeda". El enorme impacto de este estudio, realizado por un grupo de personalidades de los dos grandes partidos norteamericanos, se ha debido, además, a la humillante derrota sufrida por los republicanos en las elecciones de mitad de mandato, que han dado a los demócratas la mayoría en las dos cámaras y le han cortado las alas de forma ya definitiva a la presidencia de Bush durante los dos años que le restan.

Los 'halcones' de su Administración, reconocidos por su etiqueta de neocons, huyen en desbandada y se ven sustituidos por republicanos próximos a Bush, padre, partidarios del realismo y de la diplomacia y no del maniqueísmo moralista y de la guerra preventiva unilateral. Donald Rumsfeld ha dejado la Secretaría de Defensa, y John Bolton, la crucial Embajada ante Naciones Unidas. Pero muchos más neocons han empezado a hacer las maletas para abrir el paso a dos años de consenso bipartidista y de corrección del rumbo erróneo emprendido por Washington desde hace cinco años, tal como propugnan Baker y Hamilton. Ahora lo que se quiere evitar en Irak, y también en el turbulento Afganistán, donde los talibanes han recuperado la iniciativa, es la imagen de Saigón. Se trata de estabilizar el país, encargar la seguridad a los propios iraquíes, dejarles que fabriquen su propio consenso político interno e irse ordenadamente intentando salvar los muebles. Esto se quiere hacer regresando al método diplomático y a un cierto multilateralismo en las relaciones con los países de la zona, algo que constituye toda una novedad después de los cinco años de indiferencia diplomática neocon y de militarización de la política norteamericana en Oriente Próximo.

Ha quedado clausurado el momento neocon, esa tentación irrefrenable que ha llevado a Washington a caer en la soberbia bélica, a creer en la fuerza definitiva de las armas y del dinero. El resultado ha sido una trágica repetición de Vietnam, que ahora puede tener el colofón de la iraquización: al igual que hubo una vietnamización, consistente en subarrendar la guerra a unas fuerzas locales, para limitarse a asegurar la instrucción y el control remoto político y militar. Si tal es el caso, significa que la agonía iraquí puede llegar todavía mucho más lejos y desbordar las elecciones presidenciales de 2008, el año señalado para la retirada, que es lo que quiere evitar el Grupo de Estudios sobre Irak. Hay enormes diferencias entre Vietnam e Irak. En aquella guerra murieron durante 15 años un mínimo de 3 millones y un máximo de 5,3 millones de personas, entre civiles y militares de todos los bandos, de los que casi 60.000 fueron víctimas mortales norteamericanas. También hay una diferencia tecnológica, que juega hoy a favor de una mayor seguridad para las tropas norteamericanas: el despliegue de tropas es mucho más limitado (150.000 soldados en Irak frente a un máximo de 543.000 alcanzados en Vietnam en 1967), y finalmente, los soldados son de reclutamiento voluntario, lo cual elimina el efecto de difundir la desmoralización que producen las víctimas por todas las clases sociales y todas las regiones. Los muertos y heridos norteamericanos son en esta guerra más pobres y más oscuros de piel; hay proporcionalmente menos blanquitos que en Vietnam. A pesar de todo, los casi 3.000 fallecidos en combate y los 22.000 heridos son cifras importantes, y han empezado a actuar como una dolorosa carga moral y material para la sociedad norteamericana. No es extraño que el congresista demócrata John Murtha, veterano de Vietnam, se haya convertido en el principal abogado de la retirada de Irak.

La ronda de la muerte ha alcanzado también a cuatro tiranos criminales: dos de ellos debidamente encarcelados, otro tras un amable e intermitente arresto domiciliario y un último que es el único que ha sorteado plenamente la justicia de los hombres y espera la guadaña en su lecho de dictador. Slobodan Milosevic, el responsable máximo de las guerras balcánicas y de la limpieza étnica, murió en su celda de Scheveningen. Sadam Husein fue condenado a la horca en Bagdad y su vida depende ahora de las circunstancias políticas. Augusto Pinochet, cada vez más acorralado, ha fallecido tras su larga partida con la justicia, a la que sólo ha conseguido eludir gracias a la muerte. Fidel Castro, el incansable dictador caribeño que ha sobrevivido a la caída del comunismo, intenta ahora controlar los efectos de su propia desaparición, en una operación de escenificación anticipada de su sucesión. La partida de este mundo de los cuatro déspotas contiene un mensaje de esperanza para la humanidad: se está poniendo muy mal este diabólico oficio, y cada vez será más difícil sustraerse a los esfuerzos de la justicia internacional para impedir que alguien se sitúe por encima de las leyes y se convierta en dueño de vidas y haciendas.

El propio presidente norteamericano, vértice de un sistema que es exactamente lo opuesto a estas dictaduras, también sabe algo de esto. Todo el esfuerzo de su corte neoconservadora estaba dirigido desde el 11 de septiembre de 2001 a expandir sus poderes en detrimento de las competencias del Congreso y del Senado, e incluso de los tribunales. En los cinco años en que los neocons han tenido abierta de par en par la ventana de esta oportunidad que les ha dado la historia y la doble mayoría republicana, los poderes excepcionales obtenidos por el presidente han permitido realizar detenciones sin control de legalidad de ciudadanos extranjeros e incluso de norteamericanos; su internamiento en una red de cárceles dispersas por el mundo en las que no tenía vigencia legalidad alguna y de las que la de Guantánamo ha sido la más notoria; el secuestro y detención de personas en países amigos; su traslado en vuelos secretos; su interrogatorio subarrendado a regímenes dictatoriales; la autorización de interrogatorios de terroristas con métodos que significan la legalización de la tortura; la realización de escuchas telefónicas, y el control de transacciones bancarias sin control judicial. No han sido únicamente las elecciones de mitad de mandato las que han castigado esta expansión de los poderes presidenciales: el propio Tribunal Supremo ha interpretado, en una histórica sentencia sobre un preso de Guantánamo, que los poderes presidenciales obtenidos después del 11-S no son un cheque en blanco para conculcar los derechos de los detenidos. La noticia mayor respecto a la democracia americana es que los checks and balances, los controles y equilibrios de poderes, han funcionado en un momento decisivo, en el que muchos observadores creían ver en peligro el sistema y la democracia.

Es curioso comprobar cómo este presidente de poderes tan omnímodos ha dejado entender que no será él quien lance un ataque contra Irán, y menos un ataque nuclear, pero también que no obstaculizará e incluso comprenderá a Israel si lo hace. La proliferación nuclear se ha convertido, este año que termina, en el peligro más tangible e inmediato que aflige a la humanidad. Hay un Estado gamberro como Corea del Norte que ha encontrado en este tipo de armas una especie de garantía de que no le sucederá lo mismo que al Irak de Sadam Husein: si Estados Unidos atacó al tirano iraquí fue precisamente porque no tenía armas de destrucción masiva. La lógica de Pyongyang conduce a deducir que, si quiere esquivar un ataque preventivo similar para evitar que desarrolle este tipo de armas, es obligatorio entonces hacerse con ellas lo más rápidamente posible. Funcionando así, Corea del Norte ha hecho ya su primera prueba nuclear y se mantiene en sus trece en la carrera armamentística: es su seguro de vida.

El otro foco nuclear radica en Irán, donde el Gobierno de Mahmud Ahmadineyad reivindica y pone en práctica el derecho de un país de sus dimensiones y ambiciones a construir una potente industria nuclear civil. El sistema elegido, sin plegarse a las normas y controles que le exige el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, permitirá al país persa optar por el arma nuclear en caso de que la considere necesaria. Aunque los ayatolás lo desmienten y argumentan con la teología islámica para condenar este tipo de armas, lo único cierto y tangible es que un Irán nuclear se sitúa en posición de competencia disuasiva con Israel, que es lo último que desean los israelíes de todas las tendencias. El principal problema de un Irán nuclear se halla en Israel, país que considera indispensable el mantenimiento de su capacidad disuasiva para su supervivencia en un entorno geopolítico hostil. Hasta ahora los ejércitos convencionales habían bastado para garantizar la eficacia de la amenaza israelí. Esto se ha terminado con dos guerras: la de Líbano, desencadenada para terminar con el lanzamiento de misiles de Hezbolá desde territorio libanés sobre las ciudades del norte israelí y para obtener la liberación de dos soldados secuestrados por las milicias del Partido de Dios; y casi simultáneamente con la de Gaza, lanzada con objetivos idénticos: liberar un soldado secuestrado por las milicias de Hamás y terminar con el lanzamiento de los cohetes qassam desde territorio palestino.

Ninguna de las dos guerras ha servido para obtener los objetivos perseguidos. En ambas se han producido fallos enormes del ejército israelí, que han minado su moral y su prestigio. Y ambas han terminado en victorias pírricas, que han permitido al adversario apuntárselas como éxitos propagandísticos. El resultado de las dos contiendas es que el Israel de Ehud Olmert, el sucesor de Ariel Sharon que iba a aplicar su nueva política unilateral de apariencia centrista, se ha quedado sin plan de paz alguno, una vez desechada la desconexión de los territorios palestinos, y sin disuasión militar convencional. ¿Cómo van los israelíes a acceder ahora a una luz verde a Teherán para que desarrolle su industria nuclear civil, con todo lo que cuelga o esconde, aunque sea a cambio de su ayuda a Estados Unidos para estabilizar Irak?

Al peligro de proliferación de los dos países del eje del mal se suman India y Pakistán, siempre en competencia, que este año han seguido realizando pruebas de misiles balísticos capaces de transportar carga nuclear. Ninguno de los dos ha firmado el Tratado de No Proliferación, a diferencia de Irán, pero el trato proporcionado por la comunidad internacional es mucho más benevolente que el que recibe el país persa, a pesar de que no han cejado en su experimento con misiles balísticos capaces de transportar carga nuclear. India, además, ha sido objeto de un trato privilegiado por parte de Estados Unidos, que constituye un estímulo objetivo a la proliferación. Washington ha accedido a suministrar material nuclear civil, separándolo claramente del militar, a este país que quiere convertir en aliado privilegiado suyo en Asia. Otros países pueden apuntarse a esta línea de fuga del Tratado de No Proliferación, sobre todo si cunde el ejemplo de atender únicamente a la afinidad de Estados Unidos con los respectivos regímenes y no a las reglas de juego internacionales. Dado que los fundamentos del arma atómica se hallan en la industria nuclear civil, no debiera extrañar que los próximos años contemplen nuevos peligros de proliferación, a caballo de las ambiciones de países considerados hasta ahora como parte del Tercer Mundo.

La fabricación de energía en este siglo XXI de todos los peligros va estrechando cada vez más sus márgenes pacíficos: fabricar electricidad con petróleo nos pone en manos de los países productores, sobre todo en esta época de precios elevados; pero hacerlo con uranio enriquecido proporciona los materiales para desarrollar el arma atómica. Países como Rusia, Venezuela o incluso la pequeña Guinea Ecuatorial, que un día fue española, tienen un peso político y una capacidad de disuasión basada también en la energía claramente desproporcionados. Moscú juega con sus tarifas para atar corto a su entorno geográfico, pero chantajea a la Unión Europea entera respecto a las garantías de suministro. Ahora el gas ruso cumple así la función del difunto Pacto de Varsovia, con sus divisiones acorazadas y sus misiles de carga nuclear táctica que amenazaban Europa y obligaron a desplegar los euromisiles. Los grifos energéticos que controla Moscú pueden suscitar algún día el miedo de los europeos, pero este año los temores que vienen de las estepas rusas tienen que ver de nuevo con las armas de destrucción masiva, aunque en este caso debido a su uso individual. La muerte del ex espía Litvinenko en Londres, gracias al misterioso veneno nuclear llamado polonio 210, al igual que el asesinato de la periodista Anna Politkovskaia, han recuperado también las siniestras imágenes de la guerra fría y han refrescado la memoria a quien quiera olvidar qué tipo de régimen es el que se ha instalado en Moscú.

Sólo los antiguos países comunistas que han orientado su futuro hacia la Unión Europea han conseguido mejorar o mantener los estándares democráticos. Ni siquiera populismos como los de los gemelos Kazcinski, con los dos cargos principales del Estado en sus manos, han conseguido que decline la democracia como en Rusia, y no hablemos ya de países donde ni siquiera ha empezado a echar raíces, como en el cinturón de dictaduras islámicas de Asia central. En otros lugares, en cambio, los pobres de este mundo han tenido la oportunidad y han descubierto la utilidad de las urnas. Es lo que ha sucedido con normalidad en América Latina y en un desolador clima de fracaso en Oriente Próximo, en una demostración de que democracia y estabilidad no siempre van juntas: ahí están como pruebas las elecciones de Líbano y de Palestina, y el Gobierno electo de Irak. Cuesta tragar un gobierno de Hamás en Palestina, a pesar de que ganó ampliamente en las urnas, o un gobierno con Hezbolá en Líbano. Cuesta tanto que conduce a la guerra, a la derrota de la democracia y a una contradicción flagrante entre lo que predica Estados Unidos y lo que hace Israel, a pesar de la estrecha identidad de puntos de vista de los Gobiernos de ambos países.

Donde la democracia ha funcionado es en las Américas. Se producen alternancias políticas, castigos electorales a los gobernantes y, sobre todo, las urnas sirven para expresar las posiciones políticas de sectores sociales marginados en otras épocas. Más preocupante es la situación del Estado de derecho y la propia función del Estado a secas, sobre todo en sus funciones fiscales, como garantía mínima de redistribución para que partes importantes de la población no queden abismadas en la miseria. El nuevo populismo latinoamericano es una etiqueta confusa que describe muy mal la realidad. Algo más exacto es hablar de las dos izquierdas, la reformista y la populista, esta última muy bien liderada por Chávez, en un intento de atrapar el cetro revolucionario que cae de la mano desfalleciente de Castro. Pero de lo que no hay duda es que los pobres se han visto impelidos a utilizar el voto para obtener mejoras en su sistema de vida, y esto es un fenómeno mayor en un continente que ha tenido épocas de enorme violencia e inestabilidad. Sería dramático que regresaran por una mala gestión de los resultados electorales, como pudiera suceder en México tras la ajustadísima victoria de Ricardo Calderón y la huida hacia ninguna parte de Andrés Manuel López Obrador.

Estados Unidos naufraga en Oriente Próximo, China sigue su sigiloso ascenso, Rusia muestra bajo las nuevas garras que le proporciona el precio de la energía las viejas pezuñas de sus servicios secretos y de un Estado despótico. ¿Y Europa? Convertida plenamente en un continente de inmigración, se debate cada vez más en un conflicto sobre su identidad, es decir, sobre sus fronteras exteriores, geográficas, y sus fronteras internas, culturales, morales y políticas, en un año entero sin Constitución, con 25 miembros, algunos cada vez más díscolos y antieuropeos, como Polonia, y a punto de convertirse en 27. El debate sobre la identidad europea se concentra así en la confrontación con el islam, religión de 15 millones de europeos, pero considerada por la Europa cristiana más conservadora como una religión alógena. El ingreso de Turquía en la UE y la organización de una sociedad donde convivan religiones y culturas distintas confluyen en un mismo problema sobre la identidad europea. Las viñetas blasfemas sobre Mahoma publicadas por un diario danés; la dimisión de la diputada holandesa Ayan Hirsi Ali y su partida a EE UU por considerarse desprotegida ante el fundamentalismo islámico; la polémica sobre el uso público del velo en el Reino Unido y en Holanda; el discurso del Papa en Ratisbona sobre la relación entre religión y violencia y sus posteriores excusas al mundo musulmán, hasta el viaje casi de contrición a Turquía, son los hitos de este debate que ha penetrado en el corazón de la política europea en cada uno de los países y también en su conjunto.

No hay guerra alguna entre un supuesto Occidente y el islam, tal como se empeñaron en difundir los neocons de ambos bandos, los cristianos y los musulmanes, y así ha quedado certificado por el propio Benedicto XVI en su viaje a Estambul. Lo que hay, sin embargo, es una guerra civil en marcha dentro del propio islam, lo que el pensador francés Gilles Kepel ha descrito como la Fitna. Es una guerra, o incluso varias, entre las distintas versiones del islam, el más atrasado y fundamentalista de Al Qaeda, por un lado, y el que quiere instalarse en paridad a las otras grandes religiones en el mundo moderno, por el otro. Pero se expresa también en el enfrentamiento entre el chiismo dirigido desde Irán y el sunismo en cuya dirección política rivalizan los Hermanos Musulmanes y Al Qaeda. El peligro de que este enfrentamiento se extienda desde Irak a todos los países árabes e incluso a la propia Europa es una de las advertencias mayores del informe de Baker y Hamilton que habrá que atender. Pues este nuevo Vietnam en el que se ha embarrado Washington está mucho más cerca de los europeos que aquel de donde hubo que salir por piernas hace 33 años.

PIES DE FOTOS

De turismo por Beirut en ruinas

Fue la 'penúltima' guerra de Israel contra un país árabe. En julio, los cazas israelíes atacaron Beirut, la capital de Líbano, como respuesta a la captura por Hezbolá de dos soldados de Israel. Los bombardeos indiscriminados durante 33 días llenaron de horror los suburbios de Beirut y la franja sur del país, feudo del Partido de Dios (Hezbolá). En sus incursiones, la aviación judía bombardeó Acherafieh, un barrio cristiano. Destruyeron casas con sus habitantes dormidos; mataron a niños, a civiles y a soldados. Hubo más de 300 muertos, 6.000 viviendas fueron destruidas y otras 13.000 dañadas. Tras el alto el fuego, los ricos libaneses hicieron incursiones turísticas para 'horrorizarse' ante los paisajes de ruinas. Fotografía de Spencer Platt.

África, cada vez más pobre

Más de 300 millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día, 30 millones de niños menores de cinco años sufren desnutrición y casi la mitad de la población no tiene acceso al agua corriente. Según un informe del Banco Mundial, los pobres en África se han duplicado en 25 años. La esperanza de vida se ha rebajado de 49 a 46 años a consecuencia, principalmente, del sida (es el continente más castigado; registra el 70% de los casos de sida del mundo). La sequía, las hambrunas y las enfermedades afectan a la población, que emigra en busca de mejores horizontes. Alrededor de 17 millones de africanos han tenido que desplazarse de su lugar de origen. Los campos de refugiados, hogar de miles de desplazados (como el de la fotografía, en Somalia), reflejan el cambio de hábitos en África. Fotografía de Brino Stevens.

Protagonistas. De izquierda a derecha, Natascha Kampusch, la austriaca que el 23 de agosto logró escapar de un secuestro de ocho años; la francesa Isabelle Dinoire, primer trasplante de cara, y dos víctimas rusas: Litvinenko, envenenado con polonio 210, y la periodista Anna Politkovskaia, asesinada a tiros en Moscú.

El infierno de Irak

En Irak, la situación va a peor, como reconoce el Informe Baker, que ha recomendado al presidente Bush la retirada de las tropas estadounidenses en 2007. Desde el 20 de marzo de 2003, cuando la coalición de fuerzas encabezada por Estados Unidos invadió Irak y derrocó a Sadam, el país vive en estado de caos. No hay día sin atentados o explosiones de coche bomba. La cifra de muertos en este tiempo llega ya, según la revista británica 'The Lancet', a 655.000, una media de 500 muertes al día. Los soldados estadounidenses han registrado casa por casa en Badgad para intentar frenar la violencia, pero Irak es ya un infierno. Fotografía de Darko Bandic.

La vuelta a casa

Al principio, ocultaban su existencia, pero la evidencia se impuso. Las tropas estadounidenses han sufrido en Irak numerosas bajas desde 2003. Cuando el cadáver del sargento James Cathey llegó al aeropuerto de Reno, los 'marines' se hicieron cargo de él y taparon su féretro con la bandera estadounidense. El mayor Steve Beck describe estas escenas como las más impactantes: "¿Ven a esa gente por las ventanillas? Esperan a que pase todo para llevarse a su familiar a casa. Podrían quedarse en el avión el resto de sus vidas". Beck es responsable de una tarea difícil: comunicar a las familias la muerte de los soldados en Irak. El Pentágono ya ha reconocido que hasta la fecha son 2.934 los soldados muertos y 18.490 los heridos. Fotografía de Todd Heisler.

Varapalo a Bush

El presidente de Estados Unidos vive políticamente sus horas más bajas. Los republicanos sufrieron una humillante derrota en las elecciones de noviembre que dieron a los demócratas la mayoría en las dos cámaras. Pero George W. Bush no se arredra. Le han cortado las alas, pero él corre por los jardines de la Casa Blanca, de cara a la galería, con el sargento de 23 años Christian Bagge, quien perdió sus dos piernas por la explosión de una bomba cerca de Kirkuk, en Irak. Fotografía de Getty Images.

Evo Morales, coronado

Evo Morales fue reconocido como Jacha Mallku (Gran Cóndor) en una ceremonia en Tiwanaku, yacimiento precolombino cerca de La Paz, el 21 de enero, un día antes de jurar su cargo como presidente de Bolivia. Los sacerdotes realizaron ofrendas a la Pachamama, Madre Tierra, para que le ayude en su tarea. Fotografía de Fernando Cartagena.

La muerte de un dictador

Jóvenes chilenos hacen el saludo fascista ante el cadáver del dictador Augusto Pinochet, fallecido el 10 de diciembre sin haber sido juzgado en alguno de los 300 casos que tenía pendientes ante la justicia. Uno de sus nietos, militar de profesión, reivindicó el golpismo durante el funeral. Fotografía: Efe.

La revuelta de México

Éste ha sido el 'annus terribilis' de México. Tras las elecciones en las que el derrotado López Obrador llamó a la rebelión contra el elegido Felipe Calderón, se produjo una revuelta aún más radical en Oaxaca, un conflicto provocado por parte de los maestros exigiendo unos salarios dignos y reprimido de forma desproporcionada por la policía. Fotografía de eduardo Verdugo.

Yogur de cumpleaños

Era la primera vez que Fidel Castro aparecía en imágenes tras conocerse, a finales de julio, que padecía cáncer. El 13 de agosto, su 'compadre' Hugo Chávez le visitó en el hospital para felicitarle por su 80º cumpleaños. Ftografía: Reuters.

Filipinas bajo el agua

Primero fue una tormenta tropical. Luego se convirtió en algo más serio. El tifón Durian alcanzó la costa de Filipinas el 1 de diciembre y provocó un gigantesco deslizamiento de barro y cenizas volcánicas en la provincia de Alba, en el este del archipiélago. El desastre, un ejemplo más de las alteraciones del clima, afectó a un millón de personas. Muchas de las aldeas filipinas fueron arrasadas por la fuerza del agua. Hubo más de 400 muertos y cerca de 600 desaparecidos. Fotografía: Associated Press.

Ahmadineyad es la bomba

Mahmud Ahmadineyad, el presidente de Irán, ha desafiado al mundo con su programa nuclear. Populista e incendiario, se presentó ante periodistas internacionales para mostrar las bondades de la energía nuclear con un fondo idílico: una gran fotografía de campos de amapolas. "Irán avanzará hacia el desarollo de la energía atómica con fines pacíficos", dijo.

Fotografía de Khademian Farzaneh / abaca.

Crisis nuclear

El ejército de Corea del Norte mostró su apoyo el 22 de octubre a su líder Kim Jong-il por el éxito de la primera prueba nuclear. Tras intensas negociaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos, Corea del Norte se comprometió a abandonar sus ambiciones atómicas. Fotografía: AFP.

El polvorín de Pakistán

Pobreza, terrorismo y armas nucleares. Pakistán es un país peligroso, castigado por los terremotos, fronterizo con Afganistán, con infinidad de madrasas, las escuelas coránicas donde se forjan los 'yihadistas', los 'buenos' musulmanes. Fotografía : Gamma.

El horror de Auschwitz

"¿Por qué, Señor, has tolerado esto?", se preguntó el papa Benedicto XVI al recorrer el campo de concentración de Auschwitz, el mayor de los construidos por los nazis, en su primer viaje a Polonia. Dijo que su visita a este lugar era un deber "como hijo del pueblo alemán". Fotografía de Alberto Pizzoli.

Tren al Tíbet

El Gobierno de China inauguró a principios de julio una línea de ferrocarril que ha unido Pekín y Lhasa, la capital del Tíbet, en 48 horas. El tren atraviesa el techo del mundo, a más de 4.000 metros de altitud, lo que ha obligado a construir vagones presurizados como en los aviones. Fotografía de E. Dalziel.

El fantasma aviar

En julio cundió la alarma al hallarse un somormujo lavanco muerto en el humedal de Salburúa (Vitoria). No hubo ningún caso más de gripe aviar en España, aunque se adoptaron medidas preventivas en septiembre, cuando se registran las migraciones de aves desde Europa hacia África (en la imagen, bandadas de estorninos). Fotografía de Fayez Nureldine.

Hijos de Madonna

Madonna visitó Malaui en octubre y adoptó en el país africano a un niño de 13 meses, huérfano de madre. La decisión desató la polémica respecto a lo fácil que son las adopciones para los famosos. David Banda forma ya parte de la familia, junto a sus hermanos, los otros hijos de Madonna, Lourdes y Rocco. Fotografía: AP.

El héroe que perdió la cabeza

Habían pasado 110 minutos. Francia tocaba la gloria. Italia se esforzaba. Era 9 de julio, se disputaba la final del Mundial de fútbol de Alemania. Zidane había convertido el lanzamiento de un penalti en una obra maestra y se jugaba la prórroga de un partido duro y bronco. Diez minutos antes de pasar a la eliminatoria de los penalties, Materazzi se acercó sibilinamente por detrás a Zidane y le mentó a su hermana, a su madre, a su familia…, qué más da. El héroe se giró lentamente y propinó a Materazzi un cabezazo brutal. Su familia, desde la grada, asistía estupefacta al drama. La cara de Enzo, su hijo (de blanco y con gorra), era un poema. Zidane perdió los nervios y la gloria. Italia fue la campeona del mundo. A Zidane, paradójicamente, le condecoraron con el título de mejor jugador del Mundial. Fue el último partido del héroe de Francia. Fotografía de John MacDougall / Cadena.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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