España y la ONU
El 51º aniversario del ingreso de España en la ONU ha coincidido prácticamente con la visita de Zapatero a Nueva York en la presentación del plan de acción de la Alianza de Civilizaciones promovida por el jefe del Gobierno español y su homólogo turco, Recep Tayip Erdogan. Zapatero ha estado casualmente en un momento oportuno: el relevo en la secretaría general de Kofi Annan por el surcoreano Ban Ki Moon.
La llegada del ministro de Exteriores surcoreano a la jefatura de Naciones Unidas supondrá cambios importantes en el organigrama de la institución mundial que pueden alcanzar a nuestro país. Y sería bueno que en esa pedrea algo nos lleváramos, porque ya sea por fas o por nefas, España está infrarrepresentada a nivel de altos cargos en comparación con su aportación financiera: es el octavo país contribuyente al presupuesto ordinario de la organización, lo que equivale al 2,5% del total. La relevancia española la salva sólo Javier Rupérez, al frente desde hace cuatro años del Comité Antiterrorista. La diplomacia española ha fallado más de una vez a la hora de postular candidatos para puestos de categoría en la dirección del sistema de Naciones Unidas. El Gobierno aspira a contar con tres altos cargos en la secretaría general y al menos uno de ellos en el nivel de secretario general adjunto.
Zapatero parece haber entendido finalmente cómo se cuecen las cosas en el vetusto Palacio de Cristal. La contribución española a Naciones Unidas se ha multiplicado por cuatro desde su llegada al Gobierno. La aportación voluntaria de 528 millones de euros al PNUD (Programa de Ayuda al Desarrollo) anunciada por Zapatero en Nueva York debe producir en buena lógica resultados en la subasta de cargos.
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