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Reportaje:Sin 'papeles' en Madrid

Cuando el cayuco llega a Sol

5.000 subsaharianos, el 35% de los enviados a la Península, han pasado por la región desde enero

Fodé Manga, senegalés de 21 años, lleva pocos días en Madrid. Vive en un hostal del norte de la capital asistido por Cruz Roja Española. El hombre, de maneras pausadas, explica que "desde siempre" había soñado con venir a Europa. La obsesión era trabajar aquí para ayudar a sus 10 hermanos. En media hora, el senegalés repite siete veces la palabra trabajo. Parte ahora hacia Málaga, donde un compatriota que no conoce se va a hacer cargo de él. Encontrar una ocupación es su único afán.

Amadou Baldé ha llegado a Madrid desde el corazón de Senegal. Su padre le dijo con el último beso: "Es el trabajo lo que te lleva allá. Trabaja, acuéstate y duerme, y vuelve a trabajar; así no tendrás problemas". Amadou decidió partir porque había escuchado que todo el mundo se estaba yendo, que era el momento.

"Sólo un 1% se queda. Tienen contactos para trabajar en otras regiones", dice una ONG
"Sé que aquí hay trabajo y que estoy en Europa; lo demás no importa", afirma Fodé
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"Esto sólo es un lugar de paso para ellos"

Como el resto de los más de 5.000 subsaharianos que han sido enviados a la capital en lo que va de año tras arribar en cayucos a Canarias, según datos del Ministerio de Trabajo, el primer contacto de Fodé y Amadou con la Cruz Roja en Madrid ocurrió en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche. Allí son conducidos tras pasar 40 días retenidos en las islas y no haber podido ser repatriados, porque no se conoce su país de origen o éste no tiene convenio de repatriación. En Aluche los recogen las seis asociaciones que han pactado con Trabajo participar en el programa -otras, como Karibú, se han negado a formar parte de él alegando que con unos días de acogida "no se puede hacer integración"-. También la Comunidad se ocupa del primer contacto con los inmigrantes. A 1 de octubre, el Gobierno regional había asumido la atención de 230 personas.

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El plan de acogida ha permitido que Fodé, que en su país salía en canoa a diario para conseguir algo de alimento y que pagó 600.000 francos para subir a un cayuco atestado, no se encuentre con una palmada en la espalda y un "búscate la vida, chaval", como ocurría hasta enero de 2005. Hoy la atención que reciben los que siguen llegando está prevista hasta en los mínimos detalles, y este año el Estado ha presupuestado 40,2 millones de euros para atenderlos en Madrid. Un 22% más de lo consignado en 2005.

Los convenios firmados entre Trabajo y seis ONG prevén el alojamiento de los subsaharianos en centros asistidos hasta un máximo de 15 días. Cear, Comisión Católica (Accem), MPDL, Cruz Roja, Cepaim y el Colectivo La Calle disponen sus locales de acogida, pisos y hostales concertados en Madrid para la manutención y formación de los subsaharianos hasta que siguen su camino. Un futuro inmediato que, según estas organizaciones, lleva a casi todos hacia las costas del Mediterráneo, de Girona a Almería. Susana Corrales, responsable de este programa en Cepaim, asegura que "sólo un 1% de ellos permanece en la Comunidad".

Aunque Madrid es la región a la que más inmigrantes se han trasladado y acogido desde Canarias -cuatro de cada 10 son enviados aquí-, las organizaciones aseguran que la mayoría abandona la región en menos de una semana para intentar una nueva vida en otras. En octubre, cuando la inmigración se situó en primer lugar como preocupación de los españoles -según una encuesta del CIS-, Pedro Calvo, concejal de Seguridad, relacionó el resurgimiento del top manta con la llegada de estos inmigrantes recientes. Mientras, Trabajo apunta que el criterio que se sigue para la distribución y acogida es el del número de plazas que tienen las asociaciones humanitarias en cada lugar.

Una vez en el centro de acogida, las ONG proporcionan pensión completa, productos de higiene y ropa nueva. Todo un lujo para Fodé, en cuyo cayuco llegaron otros 93 compatriotas tras pasar dos días apretujados en el mar y sin comida. Asegura él que no pasó miedo porque es pescador, pero que otros muchos que viajaron en su barca "temblaban de hambre y sed".

Estrella Pérez, responsable de este proyecto en CEAR, explica que lo primero es situarlos en el mapa, porque "la mayoría creen que Canarias es la tierra firme europea y no saben dónde está Madrid". Eso mismo cuenta Fodé, que al ver las luces de Tenerife creyó que había llegado a la Europa continental y todavía no tiene muy claro dónde está. No le importa en absoluto: "Sí sé que aquí hay trabajo y estoy en Europa; lo demás no importa".

El siguiente paso es ofrecerles unas nociones básicas de los modos de vida y cultura occidentales. "Les enseñamos a hacer cosas tan sencillas como subir a una escalera mecánica o a manejar el tiempo de trabajo, muy distinto del africano, donde prima el trabajo informal", relata Pérez. La estancia en los centros transcurre entre talleres variados donde, en algunos casos, aprenden rudimentos de español.

Una línea telefónica también es importante para concertar cuanto antes el próximo viaje con un familiar o amigo (o compatriota del que tengan el número de móvil) que viva ya en España y les ayude a entrar en el circuito de la economía sumergida. Julio Caricol, del MPDL, dice: "Ellos creen que con la orden de expulsión podrán trabajar aquí. Se les da un paseo por la ley para que sean conscientes de que oficialmente no pueden residir ni trabajar en España y se les informa de que deben empadronarse cuando lleguen a su destino para acceder a los servicios públicos".

Casi todos los inmigrantes cuentan con una promesa de trabajo por algún contacto de otra región, según las organizaciones. El 21% de los acogidos por Cepaim se dirige a Barcelona y el 9% a Almería, los dos destinos más atractivos. Si Fodé se quedara colgado, podría quedarse hasta tres meses.

Enrique Barbero, subdirector de Accem, ha percibido que algunos de los que se van de Madrid vuelven "cuando les falla el trabajo apalabrado o si el mercado está saturado en la zona". Las ONG conocen el destino de los subsaharianos porque compran los billetes y se aseguran de que parten. El día que abandonan el centro reciben 30 euros.

"Se les proporciona una referencia inmediata en España y se detecta si entre ellos hay refugiados o posibles refugiados políticos. Los que entran por La Junquera no tienen ni una mínima ayuda", señala el portavoz de Accem sobre el programa. En CEAR dicen: "El programa es por naturaleza insuficiente, porque la ley aboca a la clandestinidad, pero es mejor que nada. Lo que hay que trabajar cada día es el desarrollo de África porque de allí se están yendo los mejores".

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