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Relevo en México

Calderón, presidente entre vítores y protestas

El líder conservador asume la presidencia de México en una fugaz ceremonia plagada de incidentes

Felipe Calderón, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), juró ayer como presidente de México en la Cámara de Diputados de la Nación, tal y como establece la Constitución, pero lo hizo en una ceremonia fugaz de cinco minutos, entre el ruido ensordecedor de los gritos de los legisladores opositores, que le abucheaban, y los oficialistas, que le vitoreaban, entre empujones y rodeado de un impresionante dispositivo de seguridad. La investidura de Calderón no pudo ser finalmente boicoteada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que dirige el candidato derrotado Andrés Manuel López Obrador, pero el nuevo presidente llega al poder bajo el signo de la debilidad en medio de una crisis política de proporciones gigantescas.

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Los legisladores panistas gritaban eufóricos "¡Sí se pudo!" tras la breve ceremonia, mientras hacían el signo de la victoria. El propio Calderón pronunció la misma consigna más tarde, en el primer discurso presidencial. Sí se pudo, pero hasta el último minuto estuvo en duda la toma de posesión del nuevo presidente.

Manlio Fabio Beltrones, presidente del Senado y líder de referencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tercera fuerza parlamentaria, reconoció que México estuvo "a punto de caer en una crisis constitucional" por falta del quórum necesario para validar la investidura de Calderón. Éste era el objetivo de los legisladores del PRD, cuando a las 8 de la mañana protagonizaron una nueva refriega con los del PAN y trataron de bloquear cinco de las seis puertas de acceso a la sala de sesiones de la Cámara de Diputados.

Los perredistas querían impedir la entrada de los parlamentarios que faltaban, de manera que no se alcanzara la cifra de 251 diputados y 65 senadores indispensable para dar visos de legalidad a la toma de posesión. El PRI, que se mantuvo ajeno a la disputa verbal y a golpes que libraron desde el martes los legisladores del PAN y del PRD, decidió estar presente en la ceremonia de ayer "por el bien de México y no por Calderón", según declaró Beltrones.

La pompa y el boato estuvieron ausentes en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Apenas dos horas antes de que se celebrara la ceremonia relámpago, diputados oficialistas y opositores se enzarzaron a golpes una vez más. Numerosos efectivos del Estado Mayor Presidencial tomaron posiciones en el interior de la sala de sesiones, literalmente entre sus señorías. De repente, Calderón y el presidente saliente, Vicente Fox, entraron por una puerta trasera y subieron a la tribuna de oradores. Con el semblante serio, el nuevo presidente recibió la banda presidencial de manos del presidente de la Cámara, Jorge Zermeño.

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Rodeado de diputados de su partido y de guardaespaldas, prestó juramento y se fue por donde había llegado. El centenar de invitados extranjeros, jefes de Estado, presidentes, príncipes y ministros, apenas pudieron enterarse de lo que ocurrió en aquellos cinco minutos. Los gritos de "México" y "Obrador" resonaban con más fuerza que las palabras de Calderón.

No fue la única anomalía en todo el proceso de transmisión de mando. La noche anterior, Calderón acudió a la residencia presidencial de Los Pinos acompañado de sus ministros para protagonizar un acto transmitido por televisión, en el que asumía la Presidencia de manos de Fox. Fue un acto mediático, sin ningún valor legal, que nunca se había realizado en la historia de México.

Otra anomalía: el primer discurso del presidente no fue en el Palacio Legislativo, sino en el Auditorio Nacional. Allí se trasladó Calderón mientras los seguidores de López Obrador se manifestaban en las proximidades. Ante unas 10.000 personas rigurosamente invitadas, el nuevo jefe del Estado mexicano reconoció "la complejidad" de las circunstancias en las que llega al poder y afirmó rotundo: "Estoy acostumbrado a enfrentar y superar todos los obstáculos".

Discurso conciliador

Fue un discurso eminentemente conciliador, en el que pidió ganarse con hechos la confianza de quienes no le votaron. "Soy consciente del distanciamiento entre las fuerzas políticas", dijo al señalar que hay que poner "por encima de las diferencias políticas el interés supremo de la nación". Expresó su voluntad de dialogar "con quien quiera dialogar" y de construir "con quien quiera construir". Y añadió sin dar mayores precisiones: "Si hay que cambiar las reglas, cambiémoslas".

Destacó que las tres grandes prioridades de su Gobierno serán la lucha contra el crimen organizado, el combate a la pobreza y la mejora de las condiciones de vida de los mexicanos. Describió la inseguridad pública como la principal amenaza, y se comprometió a enviar en 90 días al Congreso un programa de seguridad para renovar los mecanismos de justicia y depurar y reestructurar los cuerpos de seguridad. Asimismo, dijo haber ordenado a sus ministros de Defensa y Marina redoblar el esfuerzo para garantizar la seguridad nacional y mejorar las condiciones de soldados y marinos.

Calderón se refirió a "la enorme deuda social con la pobreza" y anunció el aumento de gasto público para reducir la desigualdad entre el norte y el sur, entre el campo y la ciudad, y entre mujeres y hombres. Prometió frugalidad en su Gobierno, y anunció un decreto de austeridad en la primera semana para reducir los gastos superfluos y reducir el salario del presidente y de los miembros del Gabinete.

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