_
_
_
_
Reportaje:Las raíces del terrorismo islámico

En taxi a la 'yihad'

El Gobierno afgano y la OTAN vinculan la financiación y el reclutamiento de los terroristas suicidas con Pakistán

Hafez Daud Sha, de 21 años, un refugiado afgano en Pakistán, cruzó en septiembre pasado la frontera con Afganistán a bordo de un taxi, con otros tres aspirantes a terroristas suicidas. Las fuerzas de seguridad afganas y de la OTAN han detenido recientemente a muchos hombres como él. Sus historias son similares, según fuentes de las fuerzas de seguridad afganas. Y el rastro de la organización, la financiación y el reclutamiento de los terroristas que han llevado a cabo un número cada vez mayor de ataques conduce a Pakistán.

"Todos los terroristas que colocan bombas o artefactos están conectados de una u otra forma con Pakistán", dijo un alto cargo del espionaje afgano, que exigió permanecer en el anonimato. "Sus razones son mantener Afganistán desestabilizado, hacernos fracasar y mantenernos fragmentados", explicó. Un alto cargo militar de EE UU destinado en Afganistán coincide: "Existe la firme creencia de que la mayor parte del reclutamiento, entrenamiento y provisión de equipos para los artefactos explosivos se lleva a cabo fuera de Afganistán", dijo, también a condición de no ser identificado.

Cuatro terroristas habían estudiado juntos en la misma madraza de Pakistán
Los ataques suicidas, raros hace un año, son cada vez más frecuentes en Afganistán
Más información
Lo malo de Irak
Tetuán-Irak, eje del 'martirio'

El Gobierno de Islamabad niega el problema e insiste en que las raíces de la insurgencia están en Afganistán. La disputa mantiene divididos a los Gobiernos de ambos países. La Administración de Bush intenta presionar para que desarrollen una mayor cooperación en la lucha contra los talibanes, cuyos miembros han aumentado hasta los 10.000.

Hace un año, los artefactos explosivos improvisados al borde de la carretera y los atentados suicidas, normales en Irak, eran raros en Afganistán. Pero cada vez son más frecuentes y más mortales. Este año, se han producido más de 90 ataques suicidas. Sólo entre los meses de septiembre y octubre murieron 100 personas en este tipo de atentados.

En el mismo periodo, las fuerzas afganas dicen haber capturado a 17 supuestos terroristas, dos de ellos potenciales suicidas. La OTAN afirma que ha detenido a 10 personas que planeaban ataques suicidas en las últimas semanas. Las detenciones de Sha y de otros como él muestran, según fuentes afganas y de la Alianza Atlántica, que los grupos que tratan de atentar en Afganistán siguen operando con facilidad en Pakistán.

Sha era uno de los cuatro hombres que llegaron juntos a Kabul desde Pakistán el pasado 30 de septiembre con la intención de cometer atentados suicidas. Ese mismo día, uno de ellos mató a 12 personas e hirió a 40 a la entrada del Ministerio del Interior, en el primer ataque dirigido contra civiles afganos, y no contra tropas extranjeras. Según Sha, podría haber sido mucho peor. Él y sus compañeros planeaban volarse en cuatro ataques separados en la capital afgana. No lo lograron, en parte por suerte y en parte por la vigilancia de las fuerzas de seguridad.

Con un gorro de oración negro y una larga barba, Sha cuenta su historia en una cárcel en Kabul. Al principio, negó que quisiera matarse en un atentado. "Sólo pensaba en hacer la yihad contra los infieles". "Escuchaba que había combates en Afganistán y lo veía en los periódicos". Pero tras una hora de charla, este desempleado de 21 años admitió que había intentado volarse a sí mismo en Kabul, aunque no sabía dónde lo iba a hacer. Tras su detención, Sha escuchó que un miembro del grupo había logrado realizar su ataque.

"Vinieron aquí para ser mártires", dijo de sus tres compañeros, todos paquistaníes, más o menos de su edad y procedentes, como él, de la ciudad paquistaní de Karachi. Sha es uno de los 2,5 millones de afganos que viven como refugiados en Pakistán, y que con frecuencia acaban en las filas de los talibanes.

Los terroristas suicidas en potencia detenidos últimamente, según fuentes del espionaje afgano, provienen de dos claras corrientes: algunos están vinculados a grupos extremistas paquistaníes, establecidos hace tiempo y dirigidos por la inteligencia paquistaní, aunque técnicamente son ilegales. Otros están aliados con grupos afganos, como los talibanes.

Muchos de los terroristas detenidos recientemente provenían de Pakistán o estaban dirigidos por comandantes en este país, según las fuentes afganas y de la OTAN. Así, dos de los miembros de una célula suicida capturada recientemente en Kabul recibieron llamadas a sus móviles durante su detención, urgiéndoles a que hicieran explotar sus bombas. Las llamadas venían de un comandante afgano que vive en un campo de refugiados en Peshawar (Pakistán).

Sha y sus compañeros estudiaron en la misma madraza, Masyid-e-Nur, en un barrio obrero al noreste de Karachi. Según Sha, estudió ahí cuatro años, hasta convertirse en hafez (el que ha memorizado el Corán). Además, recibió entrenamiento en un campamento militar al norte de Pakistán seis años antes, cuando tenía 15, aunque su padre lo niega.

Hasta hace poco, la madraza en la que estudiaron los cuatro terroristas estaba dirigida por el clérigo Abdul Shakur Yairpuri, miembro, según Sha, de un grupo yihadista prohibido, Harakat-ul-Muyahidin. El clérigo lo niega, pero reconoce que es el secretario local de un grupo protalibán.

El joven asegura que el clérigo fue quien les envió en su misión suicida. Antes de ser detenidos, los cuatro compañeros entraron juntos en Afganistán a bordo de un taxi por la ciudad fronteriza de Spinboldak. El clérigo le había entregado a Sha una nota dirigida a un tal Umar, un talibán que les esperaría a su llegada a Kabul. El mensaje indicaba a Umar que proporcionara explosivos al grupo, y decía que se entregaría el equivalente a unos mil euros a la familia de cada suicida una vez completada la misión, según Sha.

Umar les dio un saco blanco que contenía cuatro chalecos caquis con tres bolsillos cosidos a cada lado del pecho, donde estaban colocados los explosivos. "Tenían cables que llevaban a un control remoto, y cuando pulsabas el botón explotaban", contó Sha. "Los chalecos eran pesados. Había un montón de explosivos", añadió. Sha empezó a buscar un taxi. Alguien, al parecer un agente de inteligencia, se ofreció a dirigirle a uno, pero le llevó a una sede del espionaje, donde fue detenido. Los otros tres terroristas huyeron.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_