La batalla por la captación de remesas
En la reciente cumbre de Montevideo, los jefes de Estado y de Gobierno de América Latina firmaron una serie de compromisos sobre inmigración. Fue el objetivo más tangible. Uno de los puntos consensuados aborda el asunto de las remesas de los inmigrantes a sus países de origen, que ha devenido en aspecto central del fenómeno migratorio a principios de siglo. En primer lugar, se cataloga su existencia como lo que son: flujos financieros privados, no parte de la ayuda oficial al desarrollo. Y como tales flujos, los Estados deben abstenerse de promulgar disposiciones legislativas o adoptar medidas administrativas coercitivas que puedan obrar en detrimento de las remesas. También para los inmigrantes funciona la libre circulación de capitales, aunque la de personas tenga tantas limitaciones. Es la doble vara de medir en la globalización.
Los mandatarios coinciden: "Debemos facilitar el envío de remesas, reduciendo su costo y garantizando el acceso a los servicios bancarios. Procuraremos incentivar oportunidades que motiven el mejor aprovechamiento de esos flujos en actividades productivas y de inversión que favorezcan a las familias y comunidades de origen de los migrantes". Las remesas relacionadas con las migraciones constituyen un asunto muy peculiar para nuestro país, que las ha vivido desde los dos lados de la barrera: como receptor neto hasta hace poco (las divisas de nuestros emigrantes, junto a los ingresos por turismo, constituyeron las partidas de invisibles que soportaron el equilibrio de la balanza de pagos durante muchos años), y como emisor neto ahora, ya que el dinero que exportan los inmigrantes a cambio de su trabajo en nuestro país es superior al que ingresan los españoles que aún viven fuera.
A la profesionalización del dinero de las remesas dedica una parte significativa el último boletín económico del Banco de España, a través de un estudio de Enrique Alberola. Según el Banco Mundial, en 2005 el flujo de remesas internacionales de los países en vías de desarrollo alcanzó los 169.000 millones de dólares, y está creciendo a tasas superiores al 10%. Este crecimiento está siendo particularmente intenso en el área latinoamericana, sobre todo en países como México, Centroamérica y los países andinos; en algunos de ellos la recepción de las remesas supera anualmente el 10% del PIB. En España, los pagos por remesas han crecido a un ritmo paralelo al de aumento de inmigrantes (del 2,2% de la población total en 1999 al 8,5% en 2005): tasas cercanas al 30% anual y llegando a superar el medio punto del PIB el año pasado.
A pesar de la reducción de costes que ha tenido lugar en el transporte de estas remesas debido a una mayor competencia y a los avances tecnológicos, el precio de los envíos sigue siendo percibido como elevado. El elevado coste de las remesas es considerado como un elemento de inequidad. El floreciente mercado de las remesas está dominado, a escala global, por un escaso número de operadores no bancarios, las llamadas empresas remesadoras, que controlan cerca del 90% de las transacciones; en EE UU, por ejemplo, los bancos apenas controlan el 3% de las transacciones de remesas entre ese país y México. Las empresas remesadoras tiene un papel de intermediario, pero no ofrecen servicios financieros (crédito, apertura de cuentas corrientes, etcétera), por lo cual su papel en este ámbito es limitado. El banco emisor hace una apuesta en el estudio citado: "Por el contrario, si las remesas fueran intermediadas en el país de destino por la banca, su efecto catalizador de la profundización bancaria sería mucho más efectivo, contribuyendo así de un modo indirecto al desarrollo económico". Los bancos cuentan con una desventaja competitiva respecto a las remesadoras, además de una menor eficiencia en la gestión del envío: la desconfianza de muchos inmigrantes, ligada a experiencias de crisis financieras pasadas, con la consiguiente pérdida del valor de sus ahorros.
Pero la batalla por la captación de estos flujos financieros privados no ha hecho más que empezar.
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