El gen clave que nos pasó un neandertal
La genética aporta evidencias de un cruce con el 'homo sapiens' hace 40.000 años
El gen microcephalin es una de las claves de la evolución humana: su inactivación devuelve el cerebro al tamaño típico de un australopiteco. Pero sus variaciones han guiado la encefalización de los homínidos, y la última se propagó por Eurasia hace sólo 37.000 años, coincidiendo con la revolución cultural del Paleolítico Superior. Y no surgió del azar, sino del sexo: nos la pasaron los neandertales, que estaban a punto de extinguirse.
El investigador Bruce Lahn, de la Universidad de Chicago, lleva unos años analizando microcephalin, ASPM y otros genes cuyas mutaciones producen microcefalia. Las variaciones sutiles de estos genes han dado lugar durante la evolución de los homínidos a algunos de los más espectaculares barridos selectivos: en cada ocasión, la nueva variante del gen se propagó con rapidez por la población humana.
Una variante del gen microcephalin aparecida hace 37.000 años tuvo tanto éxito que ella y su vecindad cromosómica (el haplotipo D) aparece ahora en el 75% de la población mundial (y no en el 1%-2% que le correspondería por azar).
Lahn ha reparado en que el haplotipo D tiene una estructura muy extraña. Por un lado, todos los haplotipos D son casi idénticos en las personas que los llevan, como cabe esperar por su reciente propagación.
Pero si uno lo compara con cualquiera de los otros 85 haplotipos existentes en la población actual, la diferencia es tan enorme que el haplotipo D parece pertenecer a una especie distinta: un homínido que llevaba separado de nuestro linaje un millón de años. Pero que se cruzó con él al menos una vez hace 37.000. El único que cuadra con esos datos es el neandertal, y eso es lo que proponen Lahn y su equipo en su último trabajo (PNAS, edición electrónica). ¿Quiere decir esto que los neandertales nos pasaron uno de los genes clave que dispararon el gran salto del Paleolítico Superior, la marca arqueológica de la creatividad humana?
"Nuestros datos indican que los neandertales u otra especie humana arcaica, nos pasaron una nueva variante del gen microcephalin" responde Lahn a EL PAÍS. "Teniendo en cuenta la función sumamente crítica que este gen tiene en el desarrollo del cerebro, es razonable proponer que esa nueva variante condujo a una función cerebral mejorada de alguna forma. La relación que pueda tener este acontecimiento con el gran salto del paleolítico superior es una cuestión especulativa, por supuesto. Pero no está fuera del abanico de posibilidades que aquel suceso genético y evolutivo contribuyera a la evolución cultural".
Los resultados de Lahn recuerdan, en otra escala temporal, a los que obtuvo en mayo pasado un equipo de la Universidad de Harvard encabezado por David Reich. En aquel estudio se demostraba que la separación entre humanos y chimpancés no fue un episodio ocurrido hace siete millones de años, sino una era que se inició hace 11 millones, se prolongó al menos durante cuatro millones más y se vio puntuada por infrecuentes pero esenciales encuentros sexuales entre las dos especies, que han dejado grandes huellas en nuestro genoma. ¿Es lícito este paralelismo?
"Sí", responde Lahn, "lo que hemos encontrado puede verse realmente como un plano de detalle temporal del trabajo de David Reich sobre humanos y chimpancés. Tal vez la hibridación entre distintas especies haya sido más la norma que la excepción durante la evolución de los homínidos".
Sólo el 75% de los humanos actuales llevan el gen neandertal. ¿Se distinguen en algo medible de los demás? "Estamos buscando diferencias en alguna función cerebral, pero no tenemos resultados concluyentes".
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