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Reportaje:

Rossini tres estrellas

El director Alberto Zedda se une a Harald Wohlfart, el mejor cocinero de Alemania, para recordar al compositor con música y gastronomía

Wildbad es una pequeña ciudad-balneario que se encuentra en el corazón de la Selva Negra alemana. Conoció, gracias a la calidad de sus aguas termales, momentos de esplendor, y por allí se dejaron caer desde aristócratas ingleses hasta príncipes rusos. Ahora no es que esté en decadencia, ni mucho menos, pero se añoran tiempos mejores. Los spa están desplazando a los viejos balnearios, ¡ay! En 1856 fue a beneficiarse del efecto de las aguas el compositor Gioacchino Rossini. Este año se cumple siglo y medio de su estancia en el hotel Bären. Se le recuerda con admiración renovada. No ha sido suficiente la celebración del 18º Festival Rossini in Wild-bad el pasado julio, con la representación de óperas como Mosè in Egitto o La cambiale di matrimonio, del autor de Pesaro, o con la recuperación de I due Figaro, de Michele Carafa. Este último fin de semana se han organizado una serie de festejos dedicados al compositor, cuyo punto central ha sido una soirée anteayer con La donna del lago, dirigida por Alberto Zedda al frente de la orquesta de la Radio SWR y el Coro de Cámara de Praga, con un reparto vocal encabezado por Sonia Ganassi, Marianna Pizzolato y Maxim Mironov, a la que ha seguido una suculenta cena a cargo del mejor cocinero alemán, Harald Wohlfahrt, cuyo restaurante Schwarzwaldstube, en el hotel Traube Tonbach, de Baiersbronn, es desde hace tiempo un lugar de culto para los gastrónomos de todo el mundo (lleva ya 15 años con sus intocables tres estrellas Michelin). El pasado septiembre la revista Der Feinschmecker publicaba una curiosa lista con los restaurantes en los que se tarda más tiempo en conseguir una mesa un sábado noche, por ejemplo. El de Wohl-fahrt estaba en segundo lugar, con ocho meses de espera, solamente superado por El Bulli. La misma revista lo consolidaba como el mejor cocinero de Alemania.

El amor que por Rossini (o por Verdi en regiones como Sajonia o en ciudades como Francfort) se siente en el país de Wagner es un fenómeno digno de estudio. La Asociación de Amigos de Rossini en Wildbad es un ejemplo. El entusiasmo con que el público siguió el sábado el desarrollo de La donna del lago fue, sencillamente, asombroso. Se patalearon -máxima manifestación de apoyo- los números más relevantes, se aclamó hasta el delirio a Alberto Zedda, un dios aquí. Bien es verdad que el nivel musical estuvo a la altura de lo que se esperaba, es decir, en lo más alto. Hubo también anécdotas de lo más variado. La más notable tuvo como protagonista a Marianna Pizzolato en su aria del primer acto. Su cara era un poema pues en la segunda fila a un espectador le dio un ataque cardiaco y se formó cierto revuelo. La mezzosoprano aguantó el tipo sin parar de cantar hasta el final del aria y luego la repitió al terminar la función. El espectador afectado acabó saliendo del teatro por su propio pie.

Hay que decir que los cantantes cobraron una cantidad ridícula por participar, que el maestro únicamente el alojamiento y los viajes, y que la orquesta vino también gratis. La compensación venía de la grabación discográfica. Se queda uno estupefacto cuando comprueba lo que se puede hacer en algunos lugares con presupuestos ínfimos. Entre las grabaciones de los últimos años para Naxos, en las que participa Rossini en Wildbad se encuentran desde La pietra del paragone o Torvaldo e Dorliska a La cenerentola con Joyce di Donato y Alberto Zedda. Eso en lo rossiniano, porque también hay rarezas como Semiramide, de Meyerbeer. Más cosas. El 1 de julio de 2005 se reinauguró el teatrito de corte construido en 1864, totalmente restaurado, con la ópera de cámara rossiniana El engaño feliz. El Kurtheater es una bombonera. No es rentable, claro, pues su capacidad alcanza a duras penas las 200 plazas.

Más o menos 200 personas fueron las que acudieron a la cena rossiniana. La incógnita era total. ¿Cómo se las iba a arreglar un cocinero tan perfeccionista como Wohlfahrt acostumbrado a las 11 mesas de su restaurante para lidiar con semejante multitud? Pues salió airoso. El planteamiento fueron tres grandes bufés de 10 platos cada uno, con un mimo absoluto de la materia prima. En el de cocina fría destacaron los bogavantes canadienses con cóctel de naranja, las ostras de roca y la espalda de corzo. En el de cocina caliente, Wohlfahrt preparó un tournedó Rossini con jugo de trufa y un punto refinadísimo del foie; no se metió con los canelones, aunque la pasta estuvo representada por macarrones, raviolis y gnocchis. En cuanto a los postres su Baba Rum no tiene que envidiar ni al mismísimo de Alain Duccase. La cena estuvo amenizada por la banda de trompetas y trombones de Tübingen, y por cantantes de la Academia de Belcanto de Wildbad. Como en una noche así puede pasar de todo, en un momento apareció por allí una representante de Sotheby's y subastó desde un collar hasta un calendario azteca. Les aseguro que no fue una visión resultante de los vapores etílicos.

EL CORAZÓN DE LA SELVA NEGRA

Las dos poblaciones-balneario más importantes de la Selva Negra alemana son Baden Baden y Wildbad

Rossini estuvo en Wildbad a tomar las aguas en 1856. Un festival le recuerda desde hace 18 años

Alberto Zedda es el director de orquesta que recrea mejor en nuestro tiempo el espíritu rossiniano

La música y la gastronomía alcanzan con Rossini un punto elevado de identificación. No en vano llegó a decir el compositor que "comer, amar, cantar y digerir son los cuatro actos de la ópera cómica que es la vida"

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