Un modelo que se desvanece
Con la muerte de William Styron empieza a consumarse la desaparición de una irrepetible generación de novelistas norteamericanos adscritos al realismo crítico y social. La mayoría de ellos pertenecía específicamente a la llamada novela judía (Saul Bellow, Bernard Malamud, Philip Roth, aún en activo...), pero entre ellos se encontraba también un genuino wasp, John Updike, y un sureño clásico, William Styron.
Nació en 1925 en Newport News, Virginia, se graduó en la Universidad de Duke en 1947, hizo el servicio militar en la marina y a continuación se instaló en París como tantos otros artistas y bohemios norteamericanos de la época. Trabajó en el mundo de la edición para McGraw-Hill y The Paris Review. En 1951 publicó su primera novela, Lie down in darkness (Tendidos en la oscuridad, Plaza & Janés, 1983), que supuso un notable éxito y fue acogida con entusiasmo por la crítica. En ella se señalaba la indudable influencia de Faulkner y, desde luego, la historia de esa atormentada familia sureña tradicional, incapaz de hacer frente a los retos de una vida moderna distinta a la suya propia, desplazando sombríamente sus existencias entre la necesidad de afecto, las infidelidades, la posesión y un juego de rencor que lanza a unos contra otros, tiene todos los tintes de un oscuro y poderoso drama de autodestrucción.
Es el prototipo del escritor consciente de su lugar en el mundo y en la historia
La autodestrucción y el mal se convierten en dos constantes en la obra de Styron
La autodestrucción será una constante en la obra de Styron. Está presente en Set this house on fire (Esta casa en llamas, Edhasa, 1980), donde aparecerá como fondo del mundo de los americanos en Europa. En este caso no es el París donde Styron vivió, sino Sambuco, un hermoso lugar al sur de Italia; allí, Cass Kinsolving, un artista frustrado y alcoholizado en busca de su regeneración, se enfrentará a sus fantasmas personales y, sobre todos, al de Mason Flagg, un joven rico y perverso, una verdadera representación del mal que contamina y obsesiona a Cass. La autodestrucción y el mal se convierten ya en los dos asuntos constantes en su obra, pero en este caso Cass, muy herido por la primera, conseguirá encontrar un sentido a su vida. De hecho, siempre veremos en la obra de Styron el tema del hombre al que el mal y la destrucción parecen perseguir sin descanso y al que el contacto con ambos será, paradójicamente, lo que le permitirá sobrevivir, bien que a costa de casi dejarse la piel en el intento.
La misma situación esencial, aunque en diferente escenario, es la que envuelve al joven Stingo cuando conoce a Sophie Zawistowka. El lugar donde sucede la novela Sophie's choice (Sophie, Grijalbo, 1980) es Brooklyn, aunque, como en el caso de Esta casa en llamas, recurrirá al flash-back para completar la historia. Sophie es una superviviente de Auschwitz y a ella y a su pareja, Nathan Landau, se les une amistosamente Stingo, un joven sureño que, tras haberse licenciado como marine, se dispone a escribir una novela. Nathan es un intelectual judío que sublima su confusión y su autoengaño ejerciendo de encantador de serpientes con los demás. Stingo se enamora secretamente de Sophie y, al mismo tiempo, queda prendido de la tormentosa relación de la pareja y la, para él, inexplicable vulnerabilidad de Sophie. La novela se dirige hacia el descubrimiento de un terrible secreto, una decisión tomada muchos años atrás durante el Holocausto nazi que, de nuevo, trae el tema del mal a la obra de Styron. El contraste entre la cruel naturaleza de la apasionada y mortificante relación de la pareja con la juventud de Stingo, trabada en el amor y la fascinación que el chico siente hacia la mujer, hace de este dramático trío una creación verdaderamente impresionante. La novela fue llevada al cine y contó con una memorable interpretación de Meryl Streep en el papel de Sophie.
Su segunda novela, The long march (La larga marcha, Mortiz, 1965), cuenta la dura marcha de un batallón de infantes de marina durante 36 millas en un campo de entrenamiento de las Carolinas. Como se ve, Styron emplea libremente su propia experiencia (fue marine, como Stingo; es artista, como éste pretende serlo o lo fue Cass Kinsolving; utiliza el escenario del americano en Europa, donde él estuvo antes de publicar su primera novela...) y, en el caso de su segunda novela, utiliza su experiencia en el cuerpo de fusileros de la marina, en el que estuvo durante tres años largos y salió con el grado de teniente. El recurso de la experiencia corresponde a las características de un escritor realista como él, pero en su caso hay que señalar que abordó siempre temas de alto contenido moral y social, a los que la historia nunca es ajena. El sur americano, la guerra de Corea, el Holocausto, la Europa de posguerra... y también la esclavitud.
En 1967 publica The confessions of Nat Turner (Las confesiones de Nat Turner, Lumen, 1968), con la que obtuvo el Premio Pulitzer. Cuenta un hecho real: el intento de insurrección armada de un grupo de esclavos negros en Virginia, antes de la Guerra de Secesión, comandados por un exaltado predicador. Styron se basó en una breve confesión de 20 páginas dictada por Nat Turner a su abogado. Es en este libro donde Styron se acerca más al hiperrealismo de la novela norteamericana que comienza a operar sobre la realidad como ficción, y que ese mismo año daría lugar a la memorable A sangre fría, de Truman Capote.
Styron es el prototipo del escritor consciente de su lugar en el mundo y en la historia; que se enfrenta a problemas de resonancia social; que, salvo en La larga marcha y en A Tidewater morning (Una mañana en la costa, Mondadori, 1995), su última y preciosa colección de tres relatos virginianos, todas sus novelas son extensas elaboraciones literarias de largo aliento y que su comportamiento civil y personal fue el de un hombre decididamente comprometido con su tiempo. Quizá sea éste un modelo que se desvanece, lamentablemente. Descanse en paz y en la indudable gratitud de sus lectores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.