Los festivales dan pasta

Los festivales dejan beneficios en las ciudades en que se celebran e incluso más allá, además de crear directa o indirectamente puestos de trabajo. Así lo asegura María Devesa Fernández, doctora en Ciencias Económicas, en el libro editado por Fundación Autor y presentado ayer en Valladolid, festival que toma como referencia. Es un minucioso estudio con gráficos, análisis y encuestas, y detalladas explicaciones sobre la metodología académica utilizada: manías de estas tesis doctorales.

Sin embargo, para la mayoría de los festivales de cine no todo son parabienes. En algunas ciudades, los alcaldes o las corporaciones políticas son sus principales enemigos. Algunos se empeñan en soltar discursos repletos de tópicos, otros imponen caprichos, y hasta hay quien intenta que se adapten los horarios y fechas a sus necesidades personales... Y hay igualmente comerciantes, los más beneficiados, que refunfuñan, cierran sus restaurantes y tiendas en las fechas clave y suben los precios, para luego, a la hora del balance, quejarse de que no han notado económicamente el cambio. Escúchense los lamentos de algunos directores de festivales para entenderlo.

Pero paralelamente van surgiendo otras fórmulas. El singular Notodofilmfest.com, festival de cortos, ha convocado su quinta edición, ahora bajo la dirección de Santiago Tabernero, ex director del programa de TVE Versión española y flamante ganador del premio New Cinema Network en el reciente festival de Roma al mejor proyecto europeo de guión, por ¡Capitán!, largometraje que se inspira en los personajes del Capitán Trueno.

Tiene razón la autora del sesudo libro vallisoletano: los festivales sirven también para impulsar encuentros y convocatorias. Las hay de todos los colores y algunas generosas en premios, como ésta de Roma. Dice Devesa que los festivales animan culturalmente a las ciudades durante un par de semanas, pero luego la afición suele decaer el resto del año. ¿Será debido a una mala programación, a los altos precios, a la falta de promoción? La observadora da en el blanco. Los festivales hacen lo que pueden, mientras los profesionales, tanto los eficaces como los acomodaticios, siguen esperando la nueva Ley del Cine como el maná.