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Reportaje:

El sorprendente 'soul' del franquismo

Un disco doble recuerda los sonidos afroamericanos españoles de los sesenta y setenta

Diego A. Manrique

Es otra de las grandes historias secretas -u olvidadas- de la música pop española: este país vivió una etapa soul, protagonizada por abundantes grupos que cultivaban los sonidos afro-americanos, con adaptaciones y con temas propios. Esa tendencia no reconocida queda retratada en un instructivo doble CD, Sensacional soul, que publica Vampisoul: una asombrosa colección de soul (y músicas adyacentes) grabada en España, atención, entre 1966 y 1976.

Se trata de la destilación legal de El soul es una droga, unos volúmenes para coleccionistas hoy ilocalizables. Hay de todo entre los 37 temas seleccionados aquí, algunos traídos por los pelos: canciones en inglés y en castellano, versiones en catalán y, naturalmente, muchos instrumentales, que obviaban el grave problema de encontrar cantantes convincentes.

No es una panorámica completa, reconoce su editor, Iñigo Munster, ya que la multinacional Sony BMG se ha negado a abrir sus archivos; así, no está representada la más poderosa -y popular- de las agrupaciones de soul hispano, los Canarios de Teddy Bautista. Por el contrario, sí aparecen infinidad de rarezas, muchas publicadas por diminutas compañías, con sus consiguientes misterios: cuesta imaginar quiénes podían estar detrás del, ejem, Conjunto Nueva Onda, que sacaba en 1976 un (excelente) instrumental llamado Golden soul. Según el autor de las notas de Sensacional soul, Alex Oró, la proliferación del soul en España obedeció a la imposibilidad de seguir la pista de la psicodelia que llegaba desde Londres y, luego, desde California.

En aquellos años franquistas, ni discográficas ni emisoras estaban por la exploración de la mente o el establecimiento de formas de vida alternativas. Por el contrario, el soul funcionaba bien en el circuito de discotecas, que proporcionaba el modus vivendi a conjuntos y vocalistas. Esa fácil aceptación pública tal vez explique, paradójicamente, la invisibilidad posterior del movimiento: a finales de los sesenta, la crítica más elitista, encabezada por el gurú Sierra i Fabra, despreciaba el soul y decretó que la única música digna de respeto era la "progresiva"; empujado a la experimentación en un medio hostil, el rock made in Spain perdió su gancho generacional y casi desapareció de la circulación.

Inevitablemente, el soul hispano estaba protagonizado por foráneos en muchos casos. El camaleónico Tony Ronald, holandés de nacimiento, también vivió su etapa negroide (escuchen su Summertime en castellano, basado en la lectura de Billy Stewart) y diferentes músicos suyos grabaron, como Top Show y TR Selección.

Comprobamos que la España del turismo también atraía inmigración: aquí se establecieron Jesse and James, dos hermanos portugueses formados en Bélgica. Del otro lado del Atlántico vinieron grupos venezolanos o Phil Trim, vocalista antillano de los Pop Tops. Incluso se instaló un sexteto estadounidense, The Presidents, inicialmente contratado por los gubernamentales Festivales de España; extraído de su contexto, el soul no tenía connotaciones de reivindicación racial.

Para muchos grupos locales, que habían comenzado con el sencillo beat británico, se impuso sumar una sección de metal, recurriendo a la cantera de instrumentistas formados en las bandas valencianas. Eso hicieron Los Jóvenes, Els 5 Xics o Los Huracanes. No fueron los únicos reciclajes: la presente antología recuerda que el soul constituyó una fase pasajera para figuras que hoy nos suenan muy lejos de cualquier heterodoxia.

Manuel Alejandro, compositor habitual de Raphael, trabajó con los citados Presidents; Augusto Algueró hizo excelente soul para la banda sonora de Tuset Street (¡Sara Montiel perdida en el mundo pop!). También tuvieron querencias souleras Luis Cobos, al frente de Conexión, y Pablo Abraira, cuando cantaba con Los Grimm. Son esqueletos guardados en el armario que Sensacional soul revela en toda su inocencia y, a veces, grandeza.

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