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Jóvenes y dandis

Reedición del orgullo del buen vestir. El placer por los detalles. Y el individualismo. Vuelve la escuela más exquisita, que toma préstamos de la sastrería tradicional, la autoestima mod y las casas de tejidos para caballero de los cincuenta

El cárdigan erigido en prenda favorita de esta temporada no sólo podría abrir un interesante parentesco de estilo intergeneracional entre nietos y abuelos, sino que dice mucho de los vientos que soplan en el vestir masculino. Las capuchas, los pantalones cargo, los préstamos del skate y el reino del chándal, el cuero y los vaqueros pitillo han dejado paso en el corazón de un sector joven, con dinero y atento a las tendencias a los blazers, los polos, el punto y los pañuelos estampados que descuellan un dedo exactamente de los bolsillos de las chaquetas cruzadas.

El espíritu de los viejos dandis, resucitado y desempolvado, mejorado y aumentado, sobrevuela este otoño las pasarelas y las revistas de moda. "Todo quedó muy claro en los desfiles de Milán [de febrero]", opina Javier Fernández Angulo, director de edición española de la publicación masculina GQ. "Dolce & Gabbana presentaron una colección titulada Nuevo poder, que pugnaba por recuperar la fuerza de ser elegante. Reeditar el orgullo y el protagonismo del vestir masculino y detalles como la botonadura de metal en las chaquetas justo ahora que la ropa para ellos, después de años a la sombra, es una fuerza determinante en la moda".

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Esta filosofía inspira parte del último número de los que semestralmente dedica GQ al estilo. Una tendencia que Fernández Angulo bautiza indistintamente como "aristocracia chic", "lores revisados", "rockeros pijos" o "bohemia intelectualizada".

La inspiración la halla Fernández Angulo en el cine de Luchino Visconti, pero podría encontrarse por igual en el viejo Oscar Wilde o en las reflexiones recogidas en el clásico Sartorus Resartus, del escritor escocés del siglo XVIII Thomas Carlyle, quien, con exquisita prosa victoriana, definió los atributos del dandi: "Todas las facultades de su alma, espíritu, de cartera y personales están heroicamente dedicadas a una misión, vestir las prendas sabiamente y bien: mientras los demás visten para vivir, el dandi vive para vestir".

A un gusto casi trágico por la propia imagen conviene añadir, para completar el cuadro esta temporada, una buena ración de cultura pop. La tienda Mini, en Madrid (Cristo, 7), sirve de buen escenario para captar la idea. Concebida como un cruce entre viejo taller de sastrería y la tienda que el futbolista británico George Best abriría hoy, las prendas recién probadas se dejan aquí sobre un egregio sillón de cuero marrón. Sobre las estanterías, juegos de café de una desmantelada casa inglesa. Hasta las tarjetas de visita, con precioso relieve, reciben atenciones.

Gregorio Otero, propietario también de la vecina Sportivo y que abrió hace dos años Mini con su socio Óscar Gala, tras muchas otras aventuras sartoriales desde la primera en 1983, aún se asombra de la penetración de las corbatas entre sus compradores y de que, de vez en cuando, se lleven un pañuelo o un gorro. "¡Cuando hace años vender una simple bufanda en este país era un acto heroico! Está claro que la gente tiene hoy más carisma al vestir", explica. Emparenta el éxito del negocio ("que es el de la moda, no el de una tendencia determinada", advierte) con el cambio de la actitud hacia la ropa de los hombres y los tiempos, cuyas señales lo impregnan todo.

Basta echar un vistazo, por ejemplo, a las portadas de las revistas musicales. Frente a la imagen suburbial y obrera de las estrellas del rock hace una década, hoy se pueblan de camisas con gemelos, pantalones rectos, piezas vintage de Burberry y corbatas, en un gesto que los expertos enmarcan bien dentro de un giro a la derecha general en la estética de nuestros días; bien en uno de tantos movimientos pendulares y de reacción a lo anterior.

Si no, analice el fenómeno que ha protagonizado la marca de polos clásicos Fred Perry. O cómo un símbolo británico, convertido en enseña mod, ha acabado como una de las prendas más recurrentes de las últimas temporadas.

Es esa generalización la que ha motivado que Otero haya decidido sacar la marca del menú que ofrece a los clientes. Lo dandi, es bien sabido, es enemigo de lo popular y encuentra acomodo, como sucedió con Fred Perry hasta anteayer, en marcas que transmiten con su ropa un mensaje de elegancia e individualidad.

Es el caso, por ejemplo, de Duffer of Saint George. Son las chaquetas, las camisas, los estampados o las gorras, claro. Pero también es la imagen británica y cool que añaden sus fundadores, Marco Cairns y Eddie Prendergast, dos tipos a los que resulta fácil querer parecerse y que en sus inicios (hace 20 años que abrieron su primera tienda) vendían "un estilo inspirado en la sastrería americana de los sesenta y camisetas con comentarios políticos a los setenta". Hoy han convertido su compañía en un negocio valorado en 15 millones de euros.

El mensaje individualista inspira con armas algo rancias y, sin duda, promiscuas (se permite incorporar elementos como las zapatillas de diseño) a un público joven que, no se debe olvidar, puede acceder a esas marcas y a precios como los de Pringle of Scotland, cuyos cárdigan de exquisito punto rondan sin esfuerzo los 200 euros. Se ha descrito hasta la saciedad el modelo de profesional que frisa la treintena y se demora en hacer frente a obligaciones como la paternidad. Es ése el caldo de cultivo lógico para la tendencia.

"También sucede que hay un deseo de comprar cosas de calidad", explica el director de GQ. "Gastar un buen dinero en una chaqueta de calidad, por ejemplo. En el caso de la moda masculina, hay compras que pueden resultar muy rentables y perdurar de una temporada a otra". Otero, por su parte, brinda una explicación más prosaica. "Es gracias a la tarjeta de crédito. La gente tira mucho de ella".

A menos que se sea un profesional de la segunda mano con el tiempo, la suerte y el gusto adecuado. Después de todo, muchas de estas marcas de semilujo se alimentan de un cierto pasado que languidece en las tiendas vintage. Pero la inspiración no se queda ahí. Otras marcas (lujo a secas) como Burberry Prorsum, Ralph Lauren o Paul Smith, epítomes del dandismo, se ven más que nunca en sintonía con un público joven que suspira por ellas, aunque no pueda pagarlas. O Thom Browne, cuyos trajes impecablemente cortados de tejidos primorosos sobre los cuerpos de sus dos grupos indies favoritos (sucedió durante uno de sus desfiles el año pasado) definen la elegancia moderna que le valió el premio al mejor diseñador masculino en los premios CFDA, de la Asociación de Diseñadores de América. En la misma edición en la que Trovata, cuatro diseñadores californianos con pinta surfera que triunfan con su propuesta de estudiante universitario de Nueva Inglaterra, logró el premio revelación. Una coincidencia que interpretan los que leen las hojas de té de la moda; el siguiente giro nos verá dando la espalda al recurrente Reino Unido, y mirando a los clásicos americanos.

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