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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Conflicto sin armas

La comisión de control del desarme de los grupos violentos de Irlanda del Norte da por verificado que el IRA ha dejado de ser una organización armada: por una parte, no desea retomar sus actividades violentas; por otra, ha desmantelado sus estructuras militares en medida suficiente como para que la comisión considere que, aunque quisiera, carece de capacidad para desplegar campañas terroristas como las del pasado. Según había adelantado Blair la víspera en Madrid, este informe certifica el fin del conflicto armado en el Ulster; no el fin del conflicto, pero sí el de su expresión violenta, que durante más de tres décadas retrasó acuerdos políticos que permitieran encauzarlo por vías civilizadas.

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La verificación era condición para intentar retomar los acuerdos de Viernes Santo de 1998.

El proceso se hallaba bloqueado por la negativa del IRA a entregar las armas, y la del sector mayoritario del unionismo a compartir el poder con el brazo político de esa organización mientras el armado no destruyera sus arsenales. Los instrumentos principales para aplicar los acuerdos, el Parlamento y el Gobierno autonómicos de Irlanda del Norte, fueron suspendidos por Londres en octubre de 2002. Durante estos cuatro años, el Gobierno británico ha desoído las voces que le aconsejaban restaurar las instituciones autonómicas para favorecer la entrega de las armas, o aplicar al margen de esas instituciones el resto de los acuerdos de Viernes Santo. El tiempo le ha dado la razón.

Gracias a esa firmeza de Londres, los dirigentes del Sinn Fein extremaron su presión sobre la dirección del IRA, que en julio de 2005 oficializó su renuncia a las armas y dos meses después informó de que había inutilizado su arsenal. Muy importante, aunque tuvo menos eco, fue que en abril pasado, en el mensaje de Pascua, hiciera pública su desvinculación y repudio de sus ex militantes relacionados con "actividades criminales". No sólo en referencia a los disidentes del IRA Auténtico, sino a los antiguos voluntarios dedicados a actividades mafiosas de diverso tipo. Esa beligerancia contra la minoría recalcitrante era la señal que esperaba la Comisión para certificar que el compromiso de dejar las pistolas no escondía vías subterráneas de financiación o de matonismo de barrio y dar por bueno el compromiso de "perseguir el objetivo de la unificación de Irlanda por medios exclusivamente pacíficos y democráticos".

Pacíficos y democráticos: no sólo no matar, sino renunciar a la amenaza de volver a hacerlo para obtener ventajas políticas, y aceptar las reglas de juego de la democracia, incluido el respeto a la pluralidad de la sociedad de Irlanda del Norte. Es por este lado donde pueden encontrarse enseñanzas útiles para el intento del fin pactado de ETA. No son las instituciones las que tienen que adaptarse a las exigencias del nacionalismo violento, sino ese mundo el que tiene que renunciar a la coacción para participar en las instituciones desde las que defender sus ideas en igualdad de condiciones con los demás partidos e ideologías; y la combinación entre disposición a escuchar y firmeza para resistir el chantaje es la condición para que el proceso no descarrile.

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