¡Menuda responsabilidad!
Comenzó la Feria de Otoño en una tarde espléndida, muy madrileña, con esa luz que constituye el verdadero monumento de esta ciudad. A la claridad perfecta se sumaban también algunos claros en tendidos y gradas. Ya en el paseíllo el braceo nervioso de los tres novilleros denotaba el compromiso. Para Benjumea, hijo de Pedrín, era prolongar algo más que un nombre. Luque se hallaba en la encrucijada: tras los hechos desafortunados de Tamames -malos consejos y artes de barbería- había que dejar atrás, en Madrid y en una tarde de feria, dudas y resquemores. Chechu se había encontrado de pronto en la arena de la primera plaza del mundo: la grave cogida de Pérez Mota -nobleza obliga a los toreros a jugársela donde sea y cuando sea- le cedía los trastos de la tarde. Tal vez fuese la conjunción de empeños, tal vez el "qué sé yo" de estas fechas, el caso es que los tres desaprovecharon las ocasiones de lujo que les brindaron los de Yerbabuena.
Yerbabuena / Benjumea, Luque, Chechu
Novillos de Yerbabuena, bien presentados, nobles y con clase; muy flojos 1º, 2º, justos 3º y 5º; 4º y 6º excelentes. Javier Benjumea: estocada (silencio); media en la paletilla, cuatro pinchazos y un descabello (silencio). Daniel Luque: estocada entera algo caída -aviso- (saludos tras leve petición); estocada (saludos tras leve petición). José Ramón García, Chechu: estocada atravesada y casi entera (silencio); estocada atravesada -aviso- y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas. 30 de septiembre. 1ª de feria. Tres cuartos de entrada.
Javier Benjumea apencó con un primero que tras una vara floja en lo alto, se echó al suelo y pese a la zozobra de manos y patas, se cambió el tercio. Brindó, lógico y equivocado, Javier al público, y tras dos estatuarios y un desmayado con que le recibió en el tercio, allí fue todo. Quería que el novillo fuera de lejos y el animal bastante hacía con seguirle. De perfil, lo quería tratar suave pero más suave era el toro -hasta en un desarme le miró disculpándose-. El cuarto era otra cosa. Tomó bien el capote, repitiendo; marcó bien el primer par El Madrileño, prendió perfecto el segundo y se destocó en la ovación. Continuó el novillo el celo mostrado, iba de largo, en corto, pero Benjumea no se adaptaba, no le bajaba, lo ahogaba y el respetable también se angustiaba lamentando su suerte. Se daba cuenta el diestro y los nervios le malaconsejaron media estocada en la paletilla, cuatro pinchazos, un descabello...
El morbo estaba en Luque. El chaval de Gerena había abierto, con tres orejas, hacía poco, esta Puerta Grande. Venía en novillero arrasador, pero una semana antes... el lío del afeitado. Había que despejar dudas y no pudo soportar la tensión. A su primero, que embestía y repetía con nobleza, casi le rebozaba en las verónicas, ganándole terreno quería comérselo. No evitó aquello alguna voz malvada -"¿te gustan los cuernos?"- que igual causó su efecto. Se vino el toro largo a la muleta, con clase, sin perder la tela, y pudo Luque darle naturales a compás abierto, correr bien el brazo, desplantes toreros... venciendo reticencias. Pero el gas del toro se apagaba y eso malogra cualquier faena. Se alargó queriendo agradar y lo fulminó de estocada rápida y caída. El quinto no le dejó estallar. Parecía que valía pero tras la barrena que le proporcionó Quinta, decidió rajarse. Y se empezó a hablar de otras cosas en los tendidos. Tardeaba, escarbó, se arrodilló y acometió poco y sin ganas. Se desesperaba Luque que buscó unos aplausos furtivos con el péndulo. La gran estocada pelín trasera los generalizó.
Chechu notó la sorpresa de aterrizar en la feria. En su primero verdeó mucho. Mal colocado, echaba a un toro tan flojo como bueno de clase. Y el segundo, que se metía entero en el capote y bebía las bambas en los derechazos, ¡ay! se lo dejó escapar. Abría el compás, lo embarcaba bien, pero fuera de la suerte. El toro pedía seguir y seguir y él lo asfixiaba. Viendo a aquel toro, venir de lejos, volver, embestir... si iba acabando la corrida, las esperanzas y la tarde.
Babelia
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