Peras, manzanas y chipirones
Marion Hänsel y John Boorman, dos conceptos distintos del cine
La cuarta jornada del festival resultó ejemplar para señalar algunas de las grandes contradicciones de los certámenes, del quehacer de la industria y de las valoraciones de los comentaristas y críticos: Si le vent soulève les sables, coproducción belga-francesa realizada por Marion Hänsel, y The tiger's tail, coproducción británico-irlandesa dirigida por John Boorman, muestran los distintos conceptos del cine, los muy diferentes estilos de narrar una historia en imágenes, el enorme desequilibrio de medios de producción y las metas que presumiblemente se marcan sus creadores cuando deciden realizar sus correspondientes proyectos.
La belga Marion Hänsel adaptó al cine la novela Chamelle, del francés Marc Durin-Valois, en la que se narra una literal y dolorosa travesía del desierto de una familia que sólo se tiene a sí misma, un dromedario y ocho o nueve cabras. Obligados por la sequía a un desesperado éxodo, su larga marcha -que es la nuestra en tanto que espectadores- irá diezmando a tres de los cinco componentes del grupo, al dromedario y a las cabras. A la dureza del clima y de la hambruna se unen las partidas descontroladas de grupos rebeldes y los militares corruptos de un régimen innominado de un país que conscientemente nunca se cita. Yibuti fue el marco elegido de esta producción europea con actores de Burkina Faso y Ruanda.
Hänsel utiliza la cámara para señalar la injusticia. Boorman busca el entretenimiento
Hänsel utiliza la cámara como una plataforma desde la que lanzar al mundo su "homenaje al sufrimiento de aquellas vidas a las que habitualmente sólo se les dedican unos cuantos segundos en los noticieros". Y añade: "Tuve ganas de convertir esas imágenes ajenas y lejanas, lamentablemente banalizadas, en emociones próximas: materializar la conmiseración". Un estilo sobrio, lento, acompasado al caminar de sus personajes, con muy pocos diálogos, esenciales, una producción con medios económicos justos y el deseo de mostrar las condiciones infrahumanas en las que malviven millones de africanos.
Es una película incómoda, morosa, que nos habla de unos hechos tan indiscutiblemente dramáticos como de compleja resolución. En cualquier caso, Marion Hänsel, que logró concluir su filme con la ayuda de la cadena alemana Arte, consiguió sembrar las dudas entre una parte de los espectadores sobre la corrección, o no, de cenar unos chipirones de anzuelo en un restaurante de postín en el que, probablemente, también estaría el equipo de Si el viento sopla la arena.
El veterano John Boorman, por su parte, presentó El rabo del tigre, una eficaz y muy personal variación del relato de Mark Twain El príncipe y el mendigo, que entretuvo al personal asistente a la proyección y consiguió una calurosa ovación. Es una película bien realizada, con una interpretación sólida de sus protagonistas (Brendan Gleeson, el excelente secundario con aspecto de Obelix -Harry Potter y el cáliz de fuego, Troya o Could Mountain, entre otras- que aquí es el doble protagonista absoluto y Kim Cattrall), con un buen ritmo de montaje, unos diálogos con las dosis de ironía y cinismo que exige la tradición en Reino Unido y una hábil mezcla de géneros, desde el melodrama disparatado a la comedia.
Un director que tiene en su haber películas como Deliverance, Excalibur, El general o El sastre de Panamá, entre otras, no deja lugar a dudas sobre su concepto del cine: entretener, y hacerlo al mayor número posible de espectadores, y para ello la industria le ofrece todo su apoyo si el previsible rendimiento en taquilla lo justifica. Es, pues, uno de los imprescindibles realizadores de la industria del entretenimiento que aspira a rentabilizar la inversión y la confianza que han depositado en ellos. Naturalmente, después de la proyección de El rabo del tigre usted puede ir a cenar sin el menor remordimiento al sitio que más le plazca y le permita su cartera.
Dos formas de concebir el cine, con recursos económicos dispares y distinta finalidad que, sin embargo, tendrán que juzgar con ecuanimidad los miembros del jurado y los comentaristas y críticos cinematográficos. En realidad, hablamos de peras, manzanas y, si acaso, chipirones en su tinta.
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