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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inmigrantes comunes

Poco ha durado la solidaridad expresada por la canciller alemana, Angela Merkel, a Zapatero para abordar la inmigración ilegal de subsaharianos como un problema europeo. Ayer, en el consejo informal en Tampere (Finlandia) de ministros de Justicia e Interior, tanto el titular alemán de Interior, Wolfgang Schäuble, como el representante de las regiones germanas, el bávaro Gunther Bechstein, le pidieron a España que antes de reclamar solidaridad hiciera sus deberes, a saber, repatriara en masa a los irregulares y evitara regularizaciones masivas. España "no se va a hundir por 20.000 o 30.000 hombres que lleguen a Canarias", comentó en mal tono Bechstein. En efecto, no se va a hundir. La que se puede gripar es la propia Unión Europea, que ha disuelto sus fronteras internas sin crear una política común de fronteras exteriores y de inmigración. Ésta no puede ser solamente nacional.

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Alemania se mostró dispuesta a llegar a acuerdos con los países africanos de origen y a reforzar la Agencia Europea de Fronteras (Frontex), con sede en Varsovia, pero no a financiar a los países miembros para que afronten el problema. Detrás hay una negativa alemana, austriaca y holandesa a gastar más euros para tales fines, pese a que el comisario europeo del ramo, Franco Frattini, fue más constructivo, al pedir más fondos y crear una sección permanente de Frontex para el Mediterráneo, que unifique el mando de los guardacostas en esas aguas. La triste realidad es que en estas patrullas conjuntas sólo participan Portugal, Italia y Finlandia, además de España.

El mensaje está claro. Que cada palo aguante su vela. Pero si esta Europa se trocea y cada país mira sólo a su vecindad se habrá perdido el sentido de lo común, además del sentido común. Muchos de los que entran por el Este acaban en el Reino Unido y en España, y los senegaleses que llegan a España siguen con frecuencia hasta Francia o más allá. Desde la UE no se piensa aún como europeos. Los inmigrantes irregulares sí lo hacen. Saben que una vez han llegado a un país, están en Europa.

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