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La UE aparca el debate sobre su futuro

Bruselas concentra sus esfuerzos en la economía y en la aplicación de políticas cotidianas

Andreu Missé

El debate sobre el futuro de la Constitución europea no toca. Es la hora del pragmatismo y de las políticas cotidianas que afectan directamente a los ciudadanos. De una manera sigilosa y discreta, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, ha ido aparcando de la agenda política el debate institucional, es decir, la discusión sobre el futuro de la Constitución y el alcance de la ampliación de la UE, para sustituirlo por la política de las cuestiones diarias. La notable mejora de la economía con un crecimiento para este año del 2,7%, después de cinco años de atonía, y la mejor visibilidad de la política exterior de la Unión Europea (Líbano, Palestina e Irán) no han logrado aportar la fuerza suficiente para sacar a la UE del callejón sin salida institucional. La consecuencia es un repliegue hacia la política interna de los Estados miembros.

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En un reciente encuentro con los directores generales del Ejecutivo Comunitario, Barroso, apeló a sus cuadros a "centrarse en las actividades diarias". Para el jefe de la Comisión, la maquinaria de Bruselas debe concentrase en resolver los problemas que más afectan a los ciudadanos, "como consumidores". Se refirió expresamente a la "emigración, la energía, la mejora del mercado interior, y los asuntos sociales", según un alto cargo comunitario. Es el desarrollo pragmático de los acuerdos alcanzado en la cumbre de Hampton Court, el pasado octubre, que en su momento pasaron inadvertidos, y Barroso ha tenido la habilidad de redimensionar y publicitar.

Un claro indicio de eludir los grandes pronunciamientos políticos ha sido el aplazamiento de la conferencia de prensa de inicio de curso de Barroso, prevista para ayer, hasta el próximo día 26. Para esta fecha está previsto el anuncio de aprobación por parte de la Comisión a la entrada de Rumania y Bulgaria en la UE a partir de enero de 2007, con ciertas salvaguardas y condiciones. El efecto y consecuencias de la incorporación de estos dos nuevos Estados dominará completamente el espacio mediático y eclipsará cualquier discusión o divagación sobre las cuestiones institucionales.

El pragmatismo de Barroso se justifica en buena parte por la pobreza y escasez de los debates nacionales celebrados sobre el futuro de la Constitución que había acordado el Consejo de junio de 2005. La realidad es que la fuerza de Bruselas está muy condicionada por la fuerza de los Estados miembros, que tienen la última palabra en los Consejos. Con un Nicolas Sarkozy, agitando la bandera del minitratado Constitucional y el abierto rechazo a la entrada a Turquía, sin apenas oposición, el futuro institucional de la UE resulta mucho menos ambicioso y de vuelo más bien rasante.

Hasta hace poco las esperanzas estaban depositadas en la próxima presidencia de Alemania, durante el primer semestre de 2007, con la esperanza de que las elecciones de Francia y Holanda, a finales de la próxima primavera ya habrán despejado el horizonte político europeo. Alemania ha mostrado interés por afrontar el desafío de la Constitución, asegura una fuente comunitaria. La iniciativa de Berlín será abierta. Los alemanes ya han dejado entrever que el nombre del Tratado no es lo determinante.

Para el primer semestre de 2007, la presidencia alemana deberá presentar un informe "a partir de las extensas consultas con los Estados miembros, que deberá incluir una evaluación del Estado de los debates en relación con el Tratado Constitucional y estudiar posibles evaluaciones futuras", según acordó el Consejo de junio. También las ideas prácticas se impondrán en el nuevo tratado, recogiendo los objetivos sustanciales de la Constitución que no ha podido ser ratificada.

En el ámbito de la presencia internacional, es precisamente donde la Unión ha logrado una mayor presencia y reconocimiento. El papel del alto representante, Javier Solana, en nombre de la UE y del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en las negociaciones con Irán, visualizan una imagen más activa de Europa en el exterior. Una imagen que acaba de reforzar el presidente francés Jacques Chirac, potenciando la apuesta por la negociación y el diálogo en Irán y Oriente Próximo, frente al unilateralismo militarista de la Administración republicana en Estados Unidos.

Esta creciente influencia europea en el exterior se percibe también en el aumento del número de aspirantes a incorporarse en el club europeo. Pero estas expectativas tropiezan con la debilidad interna europea incapaz de cerrar su propio marco institucional y mantener las puertas abiertas a sus vecinos.

Durão Barroso, a su llegada el martes al seminario celebrado en el castillo de Profondval.
Durão Barroso, a su llegada el martes al seminario celebrado en el castillo de Profondval.EFE

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