El primer ministro húngaro se resiste a dimitir tras las graves protestas callejeras
El socialista Gyurcsany recibe el apoyo de su partido y la oposición condena la violencia
El primer ministro húngaro, el socialista Ferenc Gyurcsany, se negó ayer a dimitir, como le reclaman miles de manifestantes que se echaron a la calle. La batalla campal del lunes terminó con 150 heridos. Anoche volvieron a producirse choques cerca de la sede del partido socialista. La indignación estalló tras difundirse una grabación en la que el primer ministro reconoce haber mentido sobre la situación económica antes de las elecciones. Gyurcsany, cuya popularidad se ha desplomado, calificó lo ocurrido en las calles de Budapest como "la noche más larga y oscura de la historia de la República".
"He dedicado tres minutos durante la noche del domingo a pensar si debería dimitir o si tenía una razón para dimitir, y la conclusión a la que he llegado es que no la hay en absoluto", aseguró el primer ministro. Gyurcsany había recibido el apoyo de su partido y de su socio en el Gobierno, la Coalición de Demócratas libres (liberales), para seguir adelante con su programa de reformas económicas. Cinco partidos con representación en el Parlamento húngaro firmaron ayer un comunicado conjunto de condena a los actos de la madrugada.
Pese a que el principal partido de la oposición, Fidesz (centro-derecha), pidió la dimisión de Gyurcsany por sus palabras -en una reunión a puerta cerrada con sus colegas parlamentarios, y cuya grabación se filtró a los medios el domingo-, firmó también la declaración por la "no violencia", en la que se instaba a los "que en las últimas horas perturbaron las manifestaciones pacíficas" a cesar en su actitud. También lo suscribieron el Foro Democrático y el partido Demócrata Cristiano.
Las protestas de la madrugada de lunes al martes se convirtieron en los mayores disturbios que se recuerdan en el país desde el fallido levantamiento popular contra las tropas soviéticas en 1956. Las manifestaciones habían comenzado el domingo, de forma pacífica, en la gran plaza que alberga el Parlamento. A lo largo del lunes fueron concentrándose cada vez más personas, hasta llegar a los 10.000. Pero fue durante la noche cuando varios cientos de radicales, encabezados por extremistas de derecha, se dirigieron a la cercana plaza de la Libertad, donde se encuentra la sede de la televisión estatal, e intentaron irrumpir por la fuerza en su interior para que se emitiera un comunicado.
102 agentes heridos
Los enfrentamientos con las fuerzas policiales antidisturbios causaron unos 150 heridos. La peor parte se la llevó la policía, que contabilizó 102 agentes heridos, uno de ellos grave. Las fuerzas de seguridad intentaron impedir con gases lacrimógenos y cañones de agua a presión la entrada en el edificio de la televisión, pero unas 30 personas lograron entrar a la emisora, donde causaron destrozos por un importe de 50.000 euros, según una estimación de la agencia MTI.
En la tarde de ayer, la plaza de la Libertad estaba totalmente acordonada. Una decena de policías antidisturbios equipados con cascos, escudos, porras y máscaras antigás, vigilaban cada uno de los accesos a la plaza, que también alberga la Embajada de EE UU, y exigían documentos de identificación a quienes trataban de acceder, para probar que residían en la zona. En el centro de Budapest se podían observar pintadas sobre el monumento a los soldados de la Unión Soviética caídos en la II Guerra Mundial, con consignas que exigían la caída del Gobierno y arremetían contra el comunismo. Uno de los escudos con la hoz y el martillo había sido arrancado.
A 100 metros, en la plaza Kossuth, donde se encuentra el Parlamento, miles de personas se volvieron a concentrar anoche. Una mezcla de curiosos y opositores al Gobierno, entre los que destacaban los extremistas nacionalistas y de derecha, escuchaban discursos por megafonía cargados de mensajes radicales. Entre las banderas húngaras, se podían ver otras con franjas blancas y rojas, símbolos de la extrema derecha, así como jóvenes vestidos con traje de camuflaje con pins que simbolizan la gran Hungría, es decir, el retorno de los territorios perdidos durante las dos guerras mundiales. Pese a que la concentración fue más festiva que el día anterior, unos centenares de personas se enfrentaron con la policía cerca de la sede socialista.
A menos de dos semanas de las elecciones locales del 1 de octubre, y a casi un mes del 50º aniversario del levantamiento contra la URSS, los ultranacionalistas se mezclan con los descontentos por las subidas de impuestos, las tasas sobre la educación o la sanidad o la anunciada reducción de trabajadores públicos, medidas necesarias, según los economistas, para reducir el mayor déficit presupuestario de la UE en porcentaje respecto del Producto interior bruto, que superará el 10% este año.
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