La moda medicalizada
¿Puede ser Rodríguez Zapatero presidente con esas tremendas ojeras? O, peor, ¿debe tolerarse que María Teresa Fernández de la Vega continúe un día más de vicepresidenta con esa ínfima masa corporal? Efectivamente, ni uno ni otro son modelos de pasarela, son presuntos modelos de mucho más.
Atacar la tipología de las empleadas en los desfiles de moda con el estandarte de la salud culmina acaso un neurótico proceso de policía doméstica que busca intervenir, bajo la retórica de la superprotección, en casi cualquier aspecto de nuestras vidas. Prohibir, prohibir, prohibir. Desde el Gobierno central al Gobierno autónomo o viceversa, las autoridades responsables se retan estos tiempos en el dictado de normas y reglamentos que controlen los hábitos, las conductas, los festejos o los vicios de los españoles.
Ya no se podrá adquirir alcohol, sin importar la edad del cliente, tras haber sonado las diez de la noche. Primero se trataba de amparar a los menores, ahora consiste en tratarnos a todos como menores de edad. La visión del ciudadano como sujeto demediado la desarrolla cumplidamente la Dirección General de Tráfico cuando declara sin tregua y pomposamente: "No podemos conducir por ti". Si pudiera conducir por nosotros no pasarían las tragedias que pasan. Ellos son como Dios.
Efectivamente, las dos terceras partes de los accidentes de carretera se registran en vías secundarias, aquellas que el Estado no ha corregido o mejorado ni en el firme o el trazado, pero la culpa se traslada al conductor. Un conductor tan irresponsable o descabellado que es preciso amenazarlo, degradarlo o incluso reciclarlo para la sociedad.
Los ciudadanos se revelan más bien necios a ojos de este poder y no digamos ya si son chicas adolescentes que la contemplación de una modelo flaca las aboca a la perdición física y mental. Contra la extrema delgadez, la máxima represión. Pero ¿y respecto a la obesidad? ¿Se ha medido la masa corporal de los médicos que medían la masa corporal de las modelos? ¿Cuántos doctores y enfermeros españoles no se encuentran por encima del índice con que se traspasa el umbral corporal de lo admisible? ¿Y los maestros, los profesores de instituto, los catedráticos de universidad, todos modelos educativos? ¿Cuál es su auténtica masa corporal? ¿No debería iniciarse una purga del cuerpo docente, del cuerpo eclesiástico, de los ministros y consejeros autonómicos, en cuanto referencias ejemplares de la población general? ¿Y Sabina y Víctor Manuel? ¿No se estarán pasando?
La medicalización de la moda se revela un expediente tan grotesco que proclama qué es peor, si su falta de inteligencia o su abuso de poder. A falta de ideas, exceso de gesticulación. Porque ¿Esperanza Aguirre entiende de moda? No hay más que ver su ropero. ¿Entiende, sin embargo, de sanidad? No hay más que contar los enfermos en lista de espera.
Los políticos españoles y de la postransición se desafían en sensibilidad progresista o social y con tanta puntería que los homosexuales se transmutan, los amantes nocturnos del vino tienden a ser reos y las chicas o chicos de la moda se convierten en inductores a la autodestrucción. ¿Sádicos? ¿Masoquistas? ¿Pervertidos? ¿Asesinos virtuales? ¿Corruptores en general?
La actual Pasarela Cibeles de Madrid, libre ya de la competencia catalana, ha elegido para hacerse visible ante el mundo el tronante espectáculo de confundir la estética con la salubridad, el estilo con la clínica y la elegancia con la moralidad. Hay muchos modos de sonar ante el mundo, pero uno de los peores consiste en mostrar al mundo los borborigmos que nacen de no digerir pausadamente la modernidad.
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