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Consumo moderado de vitamina E

Se encuentra en muchos alimentos, incluso en nueces, aceites y vegetales. La vitamina E tiene un poder antioxidante que puede ayudar a la prevención de enfermedades crónicas. Pero numerosos estudios no han probado sus beneficios y los más recientes avisan de los peligros de su consumo en exceso

El uso de suplementos vitamínicos, con frecuencia autoprescritos, ha aumentado notablemente en los últimos años al calor de un supuesto aporte de beneficios para la salud.

En Estados Unidos, por ejemplo, la mitad de la población mayor de 50 años toma algún tipo de estos suplementos a diario. Cualquiera puede visitar los drugstores del país, equivalentes a nuestras farmacias y parafarmacias, y pasear entre estanterías repletas de una gran variedad de cajas y botes de atractivos colores que contienen todo tipo de vitaminas y suplementos nutricionales. Muchos de ellos se comercializan con el adjetivo de "antioxidantes". A esta categoría pertenecen las vitaminas E y C, junto con otras sustancias fitoquímicas y extractos de plantas. La más utilizada de todas es la vitamina E, comercializada normalmente en comprimidos para dosis variables, desde 200, 400, 1.000 o 2.000 UI, y a la que se le atribuyen efectos anticáncer y antienvejecimiento.

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Vitaminas en su justa medida

La vitamina E, también llamada tocoferol, se encuentra incluso en nueces, aceites y otros vegetales. Tiene actividad antioxidante y reduce los procesos de oxidación en los experimentos de laboratorio. Con una dieta variada se consumen pequeñas cantidades de esta vitamina que suelen ser suficientes, pero se plantean las siguientes preguntas: ¿cuáles son las cantidades científicas recomendadas? ¿Merece la pena tomar suplementos de vitaminas para prevenir enfermedades? ¿Se trata de un gasto inútil que incluso puede ser nocivo?

El supuesto beneficio de los antioxidantes -la prevención de enfermedades crónicas- se basa en dos hechos: en primer lugar, los datos epidemiológicos demuestran un menor riesgo de enfermedades en personas que consumen una mayor cantidad de antioxidantes en la dieta habitual. En segundo lugar, numerosos experimentos de laboratorio han demostrado que los procesos oxidativos desempeñan un importante papel en la génesis de ciertas enfermedades, como la arteriosclerosis y el cáncer, u otras neurológicas degenerativas, como el alzheimer y la enfermedad pulmonar crónica.

Sin embargo, los estudios clínicos realizados dosificando pastillas con antioxidantes en humanos no han demostrado un claro beneficio, a pesar de lo cual siguen contando con numerosos adeptos. Muchos de ellos se basan en el siguiente razonamiento: "No son dañinos y quizá podrían ser útiles".

Un importante estudio publicado en la década de los noventa ya encontró un aumento significativo del riesgo de muerte entre los varones fumadores empedernidos que recibían betacarotenos, una sustancia antioxidante que se consideraba libre de toxicidad. Recientemente, un estudio-resumen sobre el uso de suplementos antioxidantes y el cáncer gastrointestinal reveló que los pacientes a los que se les asignaron suplementos presentaron mayor mortalidad. Datos publicados en 2005 sobre el uso de comprimidos de vitamina E por parte de más de 100.000 personas concluyen que las dosis elevadas de esta vitamina (400 UI al día o mayores) durante un año o más aumentan el riesgo de muerte y pueden ser perjudiciales.

Las objeciones a estos últimos datos concluyen que la vitamina E puede presentarse en dos formas: el alfa-tocoferol es el más utilizado en las pastillas. El gamma-tocoferol, formato de los alimentos, parece ser el más activo contra las enfermedades (es posible que los resultados hubieran sido diferentes con gamma-tocoferol o en dosis más bajas). También parece posible que el efecto beneficioso no pueda atribuirse a un solo nutriente -en este caso, la vitamina E-, sino a una combinación, a dosis similares a las que se encuentran en los alimentos. Como medida de precaución, y a falta de nuevos datos, no se aconseja la ingesta de dosis elevadas de suplementos de vitamina E (> 400 UI/día) como prevención de enfermedades crónicas.

Pilar Riobó es jefa asociada de endocrinología y nutrición del hospital Jiménez Díaz de Madrid.

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