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Columna
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El libro póstumo

Existe un manuscrito inédito de Oriana Fallaci que, por fortuna, no trata de moros y cristianos. Hoy puedo revelar el secreto que Oriana me pidió que guardara, hace ya más de 10 años. Tuve el privilegio de ver el montón de folios escritos a máquina en Nueva York mientras me obsequiaba con caviar de Beluga y champagne francés y charlábamos del sistema preposicional de la lengua española. Años antes, recorrí la Barcelona medieval y renacentista con ella, cuando investigaba una conexión catalana que según ella aparecía en su árbol genealógico. Llevaba todo el día encima un bolsito que, supe luego, contenía joyas y dinero, muchísimo de ambas cosas. Cuando en una biblioteca le dijeron que con el bolsito no podía entrar, se peleó con todo el mundo y, muy digna, se largó sin consultar los legajos porque ella no pensaba desprenderse del bolso. Luego, en el hotel, lo abrió para que yo comprendiera por qué no lo soltaba.

Más información
La última novela de la gran entrevistadora Oriana Fallaci

Habla ese manuscrito inédito de las dos ramas de su familia, los anarquistas ilustrados y los campesinos analfabetos, y de cómo forjó su carácter extraordinario gracias a esa combinación de tozudez y cultura.

Publiqué en español su última novela, Inshallah, en Plaza & Janés, y desde entonces me honró con su amistad. Imagino cómo se quedaban los Jomeini y compañía cuando ella los entrevistaba y, si trataban de esconder la verdad, Oriana les miraba con sus ojos azules de ángel psicópata. De cerca era tan enjuta y pequeñita como brillante y a veces terrible. Rizzoli me pidió hace no mucho tiempo que la ayudara en Nueva York con la traducción española de su ensayo antiislamista, y hubo más caviar y champagne, y un t-bone cocinado con aceite de oliva de sus tierras de la Toscana. Al final, quien me había tratado como a un rey me echó a patadas de su casa porque me negué a admitir su teoría de que las preposiciones españolas son siempre iguales que las italianas. Me amó tanto como me odió. Naturalmente, sólo fui su editor español, y de eso va nuestro bendito oficio.

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