La censura que no cesa
Al director chino Ye Lou le han prohibido rodar más películas en su país por haber presentado en el pasado Festival de Cannes, sin permiso gubernamental, Palacio de verano. Años atrás, en 1996, hubo otro director chino que presentó en San Sebastián una magnífica película, La sombra del emperador, también sin permiso gubernamental, y fue descubierto por los comisarios políticos chinos; nunca más se ha sabido de él. Siguiendo con el Festival de Cannes de este año, El viento que agita la cebada, de Ken Loach, está siendo severamente criticada en Irlanda, con presiones para que sea retirada de cartel: otra forma de censura. En realidad, la misma. Como en Madrid han hecho las autoridades municipales con el espectáculo del actor Pepe Rubianes sobre García Lorca. La censura que no cesa.
Aun así hay que darse con un canto en los dientes. En España hubo tiempos mucho peores. Una de las víctimas de la censura fue el noble director, falangista, José Antonio Nieves Conde, fallecido ayer a los 91 años, que se vio obligado a alterar el final de su película El inquilino por presiones del recién creado Ministerio de Vivienda: el joven matrimonio en busca de piso que supuestamente jamás iba a encontrar en el filme, tenía forzosamente que hallar el apartamento de su vida en una colonia que por decreto tuvo que llamarse pomposamente La Esperanza. Ya se sabe que otras muchas películas españolas de la época sufrieron cortes, recortes o fueron simplemente prohibidas en su totalidad. Al final de aquel proceso histórico, fueron los censores quienes perdieron la partida. Franco desapareció hasta de las estatuas ecuestres y nadie recuerda hoy con benevolencia la actividad de aquellos maestros de la tijera.
Hay, sin embargo, otro tipo de censura, ésa que viene avanzando subrepticiamente por las cadenas de televisión. Están intentando suprimir de sus parrillas las películas en blanco y negro, y sostienen que no hay que emitir, por ejemplo, el cine de Rossellini, porque baja la audiencia. Y de subtítulos, ni hablar. El asunto tiene trazas de ir a convertirse en un nuevo atentado cultural, si alguien no tiene el valor de detenerlo. En cualquier caso, las películas duran más que sus censores. Las interpretadas por Pepe Rubianes (de Ventura Pons, Berlanga hijo, Pedro Costa...) seguirán en las devedetecas, las mutiladas de Nieves Conde (Surcos, por ejemplo) mantendrán su tétrico mensaje sobre la dura posguerra, las chinas prohibidas seguirán viéndose por algún lugar del planeta, y el glorioso blanco y negro vencerá sobre los oportunismos del mercado. No hay censor que cien años dure.
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