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Asesinado el coronel que desencadenó la matanza de 111 presos amotinados en Brasil en 1992

Juan Arias

El diputado federal y ex coronel de la Policía Militar Ubiratan Guimarães, de 63 años, fue hallado muerto a tiros el pasado domingo en su piso de São Paulo. Guimarães dirigió en 1992 la operación policial contra los presos amotinados en la desaparecida prisión Carandirú de São Paulo, en la que murieron 111 reclusos. Estaba considerado como el enemigo número uno de la banda mafiosa y criminal Primer Comando de la Capital (PCC), que se formó en las cárceles precisamente a partir de aquella masacre. El jefe de Gabinete de Guimarães, Eduardo Anastasi, aseguró que el ex coronel había recibido desde hace tiempo amenazas de muerte. La última persona que lo vio con vida fue su novia, la abogada Carla Cepolina, de 42 años.

El ex coronel murió a causa de un disparo de pistola en el pecho. En el lugar de la muerte no había señales de violencia. Los periódicos del domingo estaban aún si recoger en la puerta de la vivienda.

La policía que estudia el caso encontró en el piso del ex coronel tres armas: dos revólveres del calibre 38 y una escopeta. Los agentes creen que el tiro que mató al ex coronel fue disparado a unos 40 o 50 centímetros de su cuerpo.

Ubiratan Guimarães esperaba ser reelegido diputado en las próximas elecciones de octubre, a pesar de las protestas de muchos activistas pacifistas. Su trayectoria vital fue muy atormentada. Permaneció 34 años en la Policía Militar y se hizo tristemente famoso por haber desencadenado la mayor matanza de presos en Brasil. En 2001 fue juzgado en primera instancia y condenado a 632 años de cárcel. Pero recurrió y el juicio fue anulado. El coronel acabó siendo absuelto y logró un acta de diputado. Diferentes organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos expresaron su protesta por su absolución, pero Guimarães gozó en todo momento de gran impunidad.

No llevaba escolta, pero nunca abandonaba sus armas personales. Su muerte seguía siendo ayer un misterio después que el gobernador de São Paulo, Claudio Lembo, afirmara que, según informes recibidos de la policía, la muerte no se debía a la banda Primer Comando de la Capital (PCC), una organización mafiosa que desde mayo atemoriza la ciudad. Otras fuentes de seguridad creen que podría haberse tratado de un crimen pasional.

La tristemente famosa cárcel de Carandirú fue demolida casi integralmente. Entre los pabellones destruidos figura el número 9, escenario de la matanza de octubre de 1992.

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