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Cinco años después del 11-S

Bush pide unidad en el aniversario del 11-S

El enfrentamiento político ante las próximas elecciones deja paso al recuerdo a las víctimas de los atentados de 2001 de los atentados de 2001

Ganar la guerra contra el terrorismo "exige los esfuerzos de un país unido". George W. Bush habló anoche desde el Despacho Oval -fue la quinta ocasión en la que lo ha hecho desde que está en la Casa Blanca- para conmemorar un aniversario del 11-S celebrado ayer en silencio en EE UU, pero en el marco de la intensa campaña de las legislativas del 7 de noviembre. El presidente, que no ha dudado en atizar el fragor partidista, matizó en el solemne mensaje: "Debemos poner de lado nuestras diferencias y trabajar juntos para estar a la altura de las pruebas que la historia nos ha presentado". La pelea política se suavizó ayer con llamamientos a la unidad también por parte demócrata y con abrazos entre congresistas en las escalinatas del Capitolio.

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"El 11-S, nuestro país vio la cara del mal, pero también fuimos testigos, en aquella horrible jornada, de cómo ordinarios ciudadanos estuvieron a la altura de los acontecimientos y reaccionaron con extraordinarios actos de coraje", decía también el discurso, de acuerdo con los fragmentos anticipados por la Casa Blanca.

Ayer por la mañana, Bush y su mujer vivieron en Nueva York los momentos de silencio en recuerdo de los impactos en las Torres Gemelas junto a algunos de esos ciudadanos, los primeros bomberos y policías que acudieron al rescate. Bajo la bandera a media asta y en presencia de la puerta del coche de bomberos número 18, lo único que quedó del vehículo, el grupo escuchó los tañidos de una campana. Después, el presidente y la Primera Dama depositaron flores en Shanksville, Pensilvania, y en el Pentágono, completando así el recuerdo de las 2.973 víctimas.

Ya por la noche, el discurso tenía como objetivo lanzar el mensaje de unidad y exponer la visión de Bush de la lucha contra el terrorismo, sin olvidar la justificación de las políticas adoptadas desde el 11-S: "Nos enfrentamos a un enemigo dispuesto a llevar muerte y sufrimientos a nuestros hogares. América no quiso esta guerra y todos los norteamericanos querrían que ya hubiera acabado. Yo también, pero no ha terminado, y no lo hará hasta que nosotros venzamos o venzan los extremistas". De acuerdo con una filosofía ya defendida antes y que envuelve la guerra en Irak -criticada por más de la mitad de la población- en la lucha contra el terrorismo, el razonamiento siguió así: "Si no les derrotamos ahora, dejaremos a nuestros hijos un Oriente Próximo dirigido por Estados terroristas y dictadores radicales con armas nucleares. Estamos en una guerra que determinará la suerte de este nuevo siglo y el destino de millones de personas en todo el mundo".

"Esta lucha ha sido llamada choque de civilizaciones. En realidad es una lucha por la civilización, para mantener el tipo de vida que disfrutan las naciones libres y para que los habitantes de Oriente Próximo construyan sociedades basadas en la libertad, la tolerancia y la dignidad personal". Según el presidente -que sufre bajos índices de popularidad, en torno al 40%, y cuyo partido corre el riesgo de perder las elecciones legislativas dentro de ocho semanas- EE UU "tiene un difícil camino por delante". Para intentar equilibrar la sombría y sacrificada perspectiva de un largo conflicto, una despedida optimista: "Derrotaremos a nuestros enemigos, protegeremos a nuestra gente y dirigiremos el siglo XXI hacia una radiante era de libertad".

En los diez últimos días, el Gobierno ha aprovechado la conmemoración de los atentados para difuminar las críticas a la guerra de Irak en los logros y las tareas pendientes de la guerra contra el terrorismo; los demócratas, con mucha menor capacidad de maniobra y visibilidad muy recortada en una jornada como la de ayer, habían denunciado el uso del voto del miedo: "Creen que no pueden ganar unas elecciones a no ser que estén hablando de terrorismo continuamente", dijo el presidente del partido, Howard Dean, en la cadena Fox. La líder del grupo demócrata en la Cámara, Nancy Pelosi, criticó a los republicanos aludiendo, como Bush, a la necesidad de unión: "Cinco años después, tenemos que seguir adelante con unidad y urgencia, en un espíritu de cooperación internacional, porque las heridas aún no han cicatrizado y porque no estamos tan seguros como deberíamos estar".

Conscientes del contraste que hay en este aniversario entre la desunión y los enfrentamientos de los partidos y el sobrio y silencioso duelo de la mayoría de la población, los congresistas demócratas y republicanos quisieron ayer dar un respiro a los ataques y reproducir -con tan buena voluntad como nula espontaneidad- el abrazo emocionado que hace cinco años se dieron en la escalinata del Capitolio, con lágrimas e himnos, al darse cuenta de que el valor de los pasajeros del Vuelo 93, estrellado en Pensilvania, muy probablemente había evitado que el avión impactara contra la sede del Congreso. Pero la pausa fue mínima, y a partir de hoy vuelve la pelea para unas elecciones en las que se renueva toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.

"Sería milagroso", criticó The New York Times a republicanos y demócratas, "que todos ellos hicieran algo más grande: que expresaran dolor y asumieran responsabilidades por los equivocados caminos que hemos ido y que prometieran trabajar juntos para llevarnos en una dirección mejor". Si ese acercamiento ocurriera, concluyó el diario, "podríamos contemplar el 11 de septiembre de 2006 como algo más que un día de conmemoración de malos recuerdos y de ocasiones perdidas".

El presidente George W. Bush y su esposa, Laura, durante el homenaje a las víctimas del 11-S en Nueva York.
El presidente George W. Bush y su esposa, Laura, durante el homenaje a las víctimas del 11-S en Nueva York.AP

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