"Opté por el catalán y no hablo ni una palabra de castellano"
Preguntarle al lingüista Jonathan Kaye (Nueva York, 1942) por su nacionalidad supone provocar un suspiro de fatiga seguido de una prolija explicación que empieza en Nueva York, pasa por un poblado del Amazonas, continúa por Quebec, Londres, China y termina, de momento, en la ciudad de Girona. Algunas veces se niega incluso a responder -"no me gustan las etiquetas", advierte- y otras, para abreviar, acostumbra a definirse como "neocatalán". Más que explicar qué nacionalidades oficiales tiene -la canadiense y la británica-, prefiere contar por qué ya no es americano. "Mi activismo político me llevó a ser considerado un mal americano, desde la óptica de Richard Nixon, y en 1972 me retiraron la nacionalidad. Por suerte, nunca me he considerado americano. Soy neoyorquino, una cosa bien distinta. Como puede verse en muchas películas de Woody Allen, todos los que viven al otro lado del río Hudson son extranjeros".
"En el subconsciente de los catalanes, la catalanidad contrasta con la españolidad"
Durante sus estudios universitarios, Kaye decidió bucear en los misterios lingüísticos de las lenguas indígenas de la selva amazónica. En la década de 1960 realizó dos viajes a la selva. "Allí cambié mi visión del mundo. Era tan ingenuo que pensaba que llegaba para traerles la civilización a gentes primitivas, pero en seguida debí cambiar mi estrategia: sólo podía callar y aprender. Allí descubrí que no hay culturas superiores ni inferiores. Me trataron como a un igual. Me dijeron: "Si vives con nosotros formas parte de nosotros". Fue mi vacuna contra el racismo de las sociedades occidentales".
Después, se estableció durante 20 años en Canadá, donde ejerció como catedrático de lingüística en la Universidad de Quebec, en Montreal. Kaye se convirtió en un reputado fonólogo con prestigio internacional, y fue uno de los fundadores de una polémica teoría denominada Government phonology. Su siguiente etapa le llevó 11 años a la Universidad de Londres, que abandonó tentado por la propuesta más exótica y arriesgada de su vida: enseñar en China. Kaye se convirtió en el primer catedrático extranjero que ocupó en una universidad china un cargo relevante, hasta entonces sólo reservado a los autóctonos. Pero China fue la otra cara del acogedor poblado del Amazonas. "No podías olvidar ni por un segundo que eras extranjero". Kaye quedó sorprendido por el asfixiante control social, el racismo latente y la imposibilidad de integrarse. "Recuerdo que en el discurso inaugural, el rector de la universidad alertó a las chicas que no debían verse a solas con extranjeros porque existía el peligro de que fueran violadas". La paciencia de Kaye llegó al límite. Harto de un boicoteo en que profesores y estudiantes no le dirigían la palabra, decidió buscar nuevos horizontes. Y así, hace unos cinco años, y tras una serie de azares, llegó a Girona, una ciudad en la que en 1992 había impartido un curso de verano y de la que guardaba un grato recuerdo.
Ahora goza de una prejubilación que no le impide investigar, dirigir tesis y dar cursos y seminarios en universidades europeas. En pocos meses consiguió hacerse entender en catalán y la pervivencia de la lengua se ha convertido en uno de sus temas predilectos. Sus opiniones en este campo son abiertamente polémicas y quedan fuera de la corrección política. "Creo que no se puede obligar a un inmigrante a aprender dos lenguas, así que yo opté por el catalán y no hablo ni una palabra de castellano", explica Kaye. El fonólogo advierte de que, con el tiempo, se siente "traicionado" por la sociedad que lo acogió. "No es sólo que no puedo ir al cine, no puedo llamar a Telefónica o entender los prospectos de los medicamentos, sino que casi todos los catalanes, cuando me oyen hablar catalán con acento extranjero, empiezan a hablarme en castellano. Ni los mismos catalanes se creen que su lengua vale para todo. La ven como una lengua pequeña e insignificante y me aconsejan que aprenda castellano porque resulta más práctico". Kaye, que ha decidido posar para la foto con barretina, tiene una visión muy pesimista sobre el futuro del idioma. "En la práctica cotidiana, los catalanes se comportan como si el catalán fuera una lengua étnica. No hay acceso directo, hay que pasar por el castellano. Pero a la vez, es lengua oficial cuando sirve a los intereses de las élites catalanas. Necesitas obligatoriamente un título para los trabajos más cualificados, pero no para hacer de barrendero. Todo está en contra de que los inmigrantes lo aprendan y la Generalitat y TV-3 ignoran a los monolingües de catalán como yo y mi mujer. Piensan que la inmersión lingüística en la enseñanza es la píldora mágica". El fonólogo va más allá en su diagnóstico: "Me parece que, en el subconsciente de los catalanes, la catalanidad no tiene sentido si no es por oposición a la españolidad; hay una relación de dependencia".
Kaye ha ideado un conversor de ortografía catalana a transcripción fonética, evidentemente usando software libre. Esta herramienta informática permite conocer la pronunciación de las palabras a los estudiantes del idioma y, acoplándola a un procesador de textos, hacer "hablar catalán" a los ordenadores.
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