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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán mantiene el pulso

La visita del secretario general de la ONU, Kofi Annan, a Teherán concluyó ayer sin ningún resultado concreto más allá de la ratificación de la voluntad iraní de continuar su programa nuclear. Y no parece muy probable que el próximo visitante anunciado en la capital iraní, Javier Solana, Mister PESC, vaya a recibir un mensaje diferente del presidente Ahmadineyad cuando le transmita personalmente la posición europea tras la cumbre de ministros de Exteriores en Finlandia. Allí quedó en evidencia que los europeos quieren dar tiempo al tiempo en espera de que cambie algo -sin saberse bien qué- capaz de desatascar la situación y evitar una peligrosa escalada. Que ésta no se haya producido aún pese a haberse cumplido ya el plazo dado en su día a Teherán revela las inmensas dificultades de acordar el siguiente paso común en el Consejo de Seguridad ante el desafío iraní.

Que Kofi Annan dijera ser más optimista después de su encuentro con los líderes iraníes y "entender mejor" la postura de sus anfitriones se debe probablemente también a esta voluntad de impedir un empeoramiento de la situación actual y ampliar los márgenes para la diplomacia antes de que los intentos de imponer represalias como demanda la Administración norteamericana hagan más difícil aún el diálogo. Es de suponer, sin embargo, que Javier Solana transmitirá a Teherán, junto al ferviente deseo de acabar la crisis mediante acuerdos razonables y aceptables para todos, la imposibilidad de que este desafío a la ONU se prolongue indefinidamente sin consecuencias.

El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Manucher Mottaki, dejó ayer claro en presencia de Annan que Irán considera innegociable su derecho a la energía nuclear, insistió en que sus intenciones de uso de la misma son pacíficas y dijo que "la pelota está en el tejado de EE UU y el Reino Unido". Teherán parece confiar en que el miedo generalizado a una nueva crisis mundial, la muy seria resistencia a posibles sanciones internacionales que se promete desde Rusia y China, y las graves dificultades del presidente norteamericano para lograr apoyos internos y externos para una política dura de represalias le permitan ganar tiempo. Sin embargo, debería ser consciente de que Irán tiene mucho que perder también con este desafío, por popular que parezca ser hoy entre los sectores más radicales iraníes y del mundo islámico.

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