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Columna
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Pierden-ganan

Andrés Ortega

La guerra de Líbano ha quedado en pausa, sin acabar. Terminarla de forma pacífica es la verdadera misión de la fuerza internacional. Ha producido un horror en muertes y destrucción. Junto a ello hay efectos colaterales. Algunos salen perdiendo de esta operación; otros ganan. La propia región donde se acumulan los conflictos, y por extensión el mundo, sale más tensa de lo que entró.

PIERDEN

El proceso de normalización de Líbano tras la superación de la guerra civil y el asesinato de Hariri. El Gobierno central, en el que participa Hezbolá, ha perdido legitimidad y capacidad. Sólo una pronta retirada israelí del sur de Líbano y el levantamiento del bloqueo marítimo y aéreo por Israel, junto con una ingente labor de reconstrucción, le harían recuperar autoridad.

El Gobierno de Olmert. No parece que vaya a durar. Unido en los comienzos de la guerra, el fracaso de la estrategia le ha dividido. No cabe excluir, antes o después, una nueva ofensiva contra Hezbolá.

Los militares israelíes y la disuasión por Israel que pretendía restablecer. Su estrategia ha fracasado, y demostrado, una vez más, que el poder aéreo no basta para ganar, es decir, para quebrar la voluntad del adversario.

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El proceso de retirada unilateral de Cisjordania. Fue en torno a ese plan de Sharon por lo que el nuevo partido Kadima, encabezado por Olmert, ganó las elecciones. Tras lo ocurrido en Gaza y Líbano, Olmert lo ha metido en un cajón. Habrá que inventar otra cosa. Pero con el plan puede morir también el concepto de seguridad unilateral. La Hoja de Ruta y el proceso de paz estaban ya muertos.

La Autoridad Palestina, en implosión y dividida entre su presidente, Abbas, y el Gobierno de Hamás. Buscan un acuerdo nacional. No será fácil. Ambos han perdido autoridad.

Estados Unidos, tanto en su pérdida de condición de intermediario honesto (honest broker) en la región, como de hiperpotencia. Sufren las relaciones transatlánticas.

La unidad de la Administración de Bush, con Cheney a favor de seguir la guerra contra Hezbolá, y Condoleezza Rice, de un enfoque moderado.

El islamismo moderado. La crisis da un nuevo impulso a los extremistas en toda la región, y con ello hace agua la política de Bush para democratizar Oriente Próximo.

GANAN

Hezbolá y su líder, Nasralá, convertido en el más respetado del mundo árabe, incluso entre los suníes. Ganó la guerra al no perder, y ahora la paz, al ser el más rápido en repartir ayuda (¿dinero iraní?).

Irán. Sigue ganando. Habrá que ver cómo juega sus cartas en Irak y cómo se desarrolla el contencioso nuclear. Según George Irani, Hezbolá "sigue siendo un buen instrumento para Irán para desorganizar las políticas de EE UU en la región". Además, los chiíes recuperan fuerza en toda la región.

Europa. Algunos europeos (la propia UE, Italia, Francia y España) han puesto a Europa en el mapa, situándose a la cabeza del esfuerzo para reforzar la fuerza internacional. El Reino Unido, atrapado en Irak, queda fuera. Italia regresa como país con el que se puede contar. La misión es de alto riesgo. Debe evitar verse pillada entre dos fuegos, si cualquier parte reanuda los ataques o se percibe a la FINUL como únicamente protegiendo a Israel.

Turquía, si se confirma su participación en la FINUL, que es importante por sus relaciones con Siria, pero levanta salpullidos en el mundo árabe por el pasado imperial otomano y las estrechas relaciones de los militares turcos con Israel.

Siria. El régimen de El Asad se ve presionado. Pero sabe que la alternativa es un régimen fundamentalista.

Kofi Annan. El secretario general de Naciones Unidas se despide del cargo con un gran esfuerzo mediador. El Consejo de Seguridad queda en entredicho por la tardanza en intervenir.

¡Qué guerra más equivocada! Nada garantiza que esta paz no acabe siéndolo también. aortega@elpais.es

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