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Reportaje:

Estudiantes flotando en un avión

12 universitarios madrileños probarán sus experimentos en vuelos sin gravedad de la Agencia Espacial Europea

Luis Doncel

Veinte segundos suspendidos en un estado de ingravidez. Un avión asciende formando un ángulo de 47 grados. De repente, se inclina, apaga los motores y hace un picado durante 20 segundos a la misma velocidad a la que están cayendo los tripulantes. Es el mismo efecto que experimentaría alguien dentro de un ascensor que se precipita al vacío. Así, hasta 31 veces.

Tres grupos de estudiantes madrileños de aeronáutica viajarán los próximos días a Francia para realizar 31 parábolas como la descrita. La gravedad desaparecerá momentáneamente. En total, pasarán más de 10 minutos flotando en el espacio.

Los 12 chicos forman parte de la Campaña de Vuelo Parabólico para Estudiantes, un proyecto de la Agencia Espacial Europea (www.esa.int) para universitarios europeos y canadienses. El entorno de gravedad cero les permite obtener datos experimentales sobre las investigaciones que desarrollan desde diversas disciplinas científicas. De los 200 grupos que presentaron sus propuestas, sólo 30 han sido seleccionadas. Seis provienen de españoles y tres de ellos, de la Politécnica de Madrid.

"En la subida pesas el doble de lo habitual; en el picado, nada; y luego pesas otra vez el doble"

"Todos los españoles que participamos somos estudiantes de aeronáutica o física; pero en otros países han presentado estudios relacionados con la educación física o la botánica; incluso unas húngaras propusieron analizar el comportamiento del maquillaje en microgravedad", cuenta Héctor Salvador, un gallego de 23 años que forma parte del proyecto Turbinators. "Nos gustaría sacar esta iniciativa del gueto de aeronáutica y que gente de otras carreras se animara a participar". Él y sus tres compañeros han diseñado un método para extraer calor y refrigerar sistemas. "Esperamos patentarlo y comercializarlo. Tiene las ventajas de que es un sistema autónomo, autorregulable y más potente que los existentes". ¿Su utilidad? "Serviría, por ejemplo, para impedir que se calienten los ordenadores", explica.

Cuando terminen las maratonianas sesiones de trabajo en las que llevan inmersos desde principios de verano, los tres grupos viajarán a Burdeos. Los vuelos sin gravedad se harán entre esta ciudad y Bruselas, donde serán recibidos por el primer ministro belga, Guy Verhofstadt. Los tres primeros días en Burdeos se ocuparán de comprobar que todo funciona correctamente. "Ensamblaremos las máquinas y, si vemos que hay algún fallo, iremos a Leroy Merlin para comprar cinta aislante y lo que necesitemos", bromea Juan Luis Florenciano, otro de los miembros de Turbinators. Después vendrán los 31 vuelos. El primero está pensado para que los estudiantes se acostumbren a trabajar sin gravedad, lo que no parece nada fácil: "En la maniobra de subida, pesas el doble de lo habitual; en el picado, tu peso es igual a cero, y luego vuelves a pesar el doble. Hay tripulantes encargados de que no nos peguemos una torta". En las 30 parábolas restantes, estudiarán cómo reacciona su mecanismo de refrigeración.

Según Salvador, uno de los aspectos más interesantes del proyecto es que todo el sistema ha sido diseñado por ellos, sin ayuda de sus profesores. "Es un orgullo ver que algo que empezó como un dibujo en una servilleta de papel se ha convertido en algo real". Otra cosa serán las consecuencias en su expediente académico. "Con lo liados que hemos estado, no hemos podido prestar mucha atención a los exámenes. A ver qué pasa en septiembre", comenta resignado.

En el taller 17 horas al día

El taller en el que tres grupos de estudiantes ultiman los detalles de sus experimentos para enrolarse en los vuelos sin gravedad de la Agencia Espacial Europea no difiere mucho de una carpintería. Maderas sueltas por todas partes, maquetas de aeromodelismo en estanterías y un cesto de la basura lleno de bolsas de patatas y envases de pizza. "Es que llevamos meses viviendo aquí. Excepto las siete horas para dormir, en agosto hemos estado el resto del día en el laboratorio. Sábados y domingos incluidos", explica Héctor Salvador. "Otro inconveniente de trabajar en verano es que todas las empresas están cerradas y si necesitas alguna pieza de recambio, te las tienes que ingeniar como puedas", dice Samuel Marcos, de 23 años, que participa en la simulación de un sistema de aproximación con guiado óptico para aeronaves.

Los jóvenes ingenieros han instalado una barbacoa al aire libre donde cenar en las calurosas noches de verano. Los miembros de Turbinators trabajan durante el día en el taller de propulsión de la Escuela Superior de Aeronáutica. A las nueve de la noche, cuando cierra, comienza la procesión en la que trasladan todos sus bártulos a otro taller cercano.

Los estudiantes no se han ocupado únicamente de circuitos, cables y tuercas. La financiación también depende de ellos. A cambio de aparecer como patrocinador, una empresa de adquisición de datos donó 25.000 euros a Turbinators. "Está bien eso de ponerte un traje y pedir dinero. Te enfrentas a un trabajo real y hay que venderlo, algo que no te enseñan en la universidad", dice Salvador.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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