Israel suspende su plan de retirada parcial de Cisjordania tras el fin de la guerra
El ministro de Justicia anuncia su dimisión tras ser acusado de acoso sexual por una soldado
La guerra en Líbano comienza a cobrarse sus primeras víctimas políticas en Israel. Según el primer ministro, Ehud Olmert, en las actuales circunstancias el llamado Plan de Convergencia "no es apropiado". Este plan, que prevé la retirada parcial de Cisjordania, fue la base del programa político que llevó a Olmert y al recién fundado partido de Kadima a ganar las elecciones de marzo pasadas. El principal ideólogo del plan, el ministro de Justicia, Haim Ramon, anunció ayer que dimitirá mañana de su cargo para enfrentarse a los tribunales por acoso sexual.
Ramon, de 56 años, divorciado y padre de dos hijos, es acusado de haber besado en la boca a una soldado de 18 años, el día que comenzó la guerra. La joven, que ha sido sometida a un detector de mentiras, le pidió en el ministerio hacerse una foto con ella y a continuación el ministro le estampó "un beso con lengua", señala la acusación. "En un caso que envuelve a un ministro y a una joven soldado en una acción ocurrida dentro de una oficina gubernamental debe haber un pronunciamiento. Hay un interés público considerable en que haya una conclusión decisiva y clara", señaló el fiscal general, Menachem Mazuz.
El Plan de Convergencia atraviesa sus horas más bajas. El Gobierno reconoce que la guerra en Líbano ha supuesto un "cambio fundamental en las prioridades" e incluso varios ministros sostienen que la guerra ha revelado la necesidad de negociar con los palestinos y de revisar el unilateralismo. Temeroso de la oleada de protestas que el desastre de la dirección de la guerra amenaza con generar, Olmert prometió dedicar todos los recursos de que dispone a reconstruir el norte del país, dañado por los cohetes de Hezbolá. Esto supone que no hay presupuesto para indemnizar y realojar a los 70.000 colonos que el Plan de Convergencia pretendía sacar de sus actuales asentamientos en Cisjordania y en parte trasladar a otros asentamientos en la misma Cisjordania más fáciles de defender. Si los colonos se oponen radicalmente a la convergencia, los palestinos mucho más. "Ya va siendo hora de que lo tiren a la basura. Nosotros queremos tener un Estado, no un conjunto de bantustanes separados por muros. Ni siquiera en Suráfrica existe ya apartheid", afirma un palestino de 38 años, residente en Jerusalén Este.
Israel parece estos días un barco a la deriva. Las encuestas muestran un deterioro continuo en la popularidad del Gobierno y cómo hace aguas el consenso con el que casi la totalidad de los siete millones de habitantes del país respaldó la ofensiva contra Hezbolá. Además, de pronto se han desempolvado todo tipo de escándalos. Los financieros afectan a Olmert, por comprar una casa con una rebaja de medio millón de euros, y al jefe del Alto Estado Mayor del Ejército, general Dan Halutz, por vender sus acciones en Bolsa horas antes de lanzar la ofensiva contra Líbano. Los sexuales a Ramon y al jefe del Estado, Moshe Katsav, que podría ser acusado formalmente mañana de violación de una empleada.
El temor a que ésta sea una guerra inconclusa se ha apoderado de la gente. Militares, políticos e intelectuales aseguran que "hay que prepararse para la próxima, que la habrá". Los israelíes votaron a Kadima porque les prometió unas fronteras seguras, pero la guerra ha puesto en evidencia que son más vulnerables que nunca. Una comisión encargada de analizar la seguridad del Plan de Convergencia emitió a principios de esta semana un demoledor informe que indica que la práctica totalidad de las ciudades israelíes quedaría bajo el alcance de los cohetes palestinos.
La situación de su principal socio de coalición en el Gobierno, el Partido Laborista, también se encuentra en la cuerda floja. Su líder y ministro de Defensa, Amir Peretz, está en el punto de mira de todas las críticas, empezando por su partido y casi se da por seguro que tendrá que cambiar de ministerio.
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