Hezbolá impone su ley en el sur de Beirut
El Gobierno libanés anuncia que no obligará a desarmarse a la milicia chií
El Ejército libanés comenzará a desplegarse esta semana al sur del río Litani, aunque uno de los puntos principales de la resolución de Naciones Unidas que ha puesto fin a este conflicto, al menos por ahora, sigue en el aire: el desarme de Hezbolá. Tanto los dirigentes del movimiento islámico como el propio Gobierno libanés, en el que tienen dos ministros, tratan de sortear una cuestión clave para que la guerra se cierre de forma definitiva. Mientras, en los barrios arrasados del sur de Beirut, Hezbolá demuestra quién manda en su territorio: son sus milicianos los que imponen el orden y sus organizaciones caritativas las que se encargarán de los 40.000 libaneses que se han quedado sin vivienda.
Decenas de miles de personas han regresado en las últimas 24 horas a la zona cero de la capital, los grandes suburbios del sur machacados durante 34 días por la aviación israelí. La destrucción es inmensa: manzanas y manzanas de viviendas convertidas en montañas de escombros de las que sobresalen desde coches desparramados hasta lavadoras, libros, ositos de peluche o papeles.
Los milicianos de Hezbolá, armados con Kaláshnikov o con pistolas y perfectamente organizados, son los que imponen el orden: controlan los movimientos, manejan las excavadoras (no siempre con la pericia de un profesional) y acompañan a sus casas a las personas que regresan, casi todas con mascarillas a causa de las nubes de polvo. Apenas hay soldados del Ejército libanés y los bomberos se ocupan de las emergencias, como un fuego que se desató en medio de unas ruinas.
Tras anunciar "una victoria histórica y estratégica de la resistencia", el líder del Partido de Dios, Hasan Nasralá, aseguró el lunes por la noche en un discurso transmitido por la televisión del grupo, Al Manar, que se ocuparía de la reconstrucción y que pagaría el alquiler durante un año a las cerca de 40.000 personas que se han quedado sin casas en los suburbios. "Hezbolá nos ayudará. El jeque lo ha prometido y siempre cumple lo que promete", afirma Ahmed Naser, un estudiante de 15 años que ha venido a tratar de recuperar algo de las ruinas. "De ninguna manera Hezbolá puede desarmarse, con lo que nos han hecho, con esta destrucción, alguien nos tiene que defender", señala Asia, de 53 años, cuyo supermercado ha sido borrado del mapa por los bombardeos.
De 3.000 a 5.000 efectivos
Como ella, muchos habitantes chiíes de las zonas que más han sufrido durante esta última guerra de Líbano creen que todavía es pronto para el desarme de la milicia, que cuenta con entre 3.000 y 5.000 efectivos que han recibido un entrenamiento militar y disponen de numeroso armamento. "Hubo un debate sobre el desarme de Hezbolá antes y después de la resolución, pero yo no pienso entrar en ese tema", dijo el jeque Nasralá en su discurso del lunes.
"El Ejército no se desplegará en el sur para desarmar a Hezbolá", señaló por su parte a la cadena LBC el ministro libanés de Defensa, Elías Murr, quien insistió en que la cuestión del desarme se lleva discutiendo desde marzo, tras la revolución de los cedros que desató el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri y que acabó con la salida de las tropas sirias. Una reunión del Consejo de Ministros para tratar el asunto fue aplazada sine die el domingo por divergencias internas en el Gabinete.
La resolución 1701 de la ONU, pero también la 1559, estipulan el desarme de Hezbolá, que cuenta con dos ministros en el Gobierno y 14 diputados. Pero el auténtico problema es que la tregua está cogida con alfileres y cualquier incidente en los próximos días, antes del despliegue de cerca de 15.000 soldados libaneses y otros tantos de la comunidad internacional como cascos azules, puede desatar una nueva escalada de violencia.
El ministro francés de Exteriores, Philippe Douste-Blazy, salió anoche hacia Beirut para aclarar las condiciones del despliegue y obtener garantías del desarme de Hezbolá, informa la agencia France Presse. Douste-Blazy se entrevistará hoy con el primer ministro libanés, Fuad Siniora.
"Es demasiado pronto para hablar del desarme", explica Timur Goksel, portavoz durante 24 años de la Fuerza Interina de la ONU para Líbano (FINUL) y actualmente profesor de la American University en Beirut. "Si conoces a esa gente, entregar los Kaláshnikov sería como reconocer que han perdido la guerra. Nadie puede obligarles a hacerlo y, desde luego, no ahora", agrega Goksel, quien está convencido de que Hezbolá no se enfrentará ni al Ejército libanés ni a las tropas internacionales.
Los fantasmas del pasado son muy intensos en este país, donde cientos de soldados franceses y estadounidenses murieron en 1983 en atentados de la guerrilla chií en una oleada de violencia que forzó la retirada de las tropas internacionales. "Ahora la situación es completamente diferente", señala Goksel. "Son fuerzas de paz". La resolución 1701 prevé el despliegue al sur del río Litani, en una franja de 30 kilómetros, de 15.000 soldados libaneses, que, según numerosos medios de comunicación locales, comenzará mañana, apoyados por los soldados internacionales.
Cada día que pasa la tregua se consolida, pero la situación sigue siendo muy peligrosa. "Veo el futuro con aprensión", ha dicho el general francés Alain Pellegrini, actual comandante de la fuerza de interposición de la ONU. La rapidez del despliegue tanto de las tropas libanesas como de los cascos azules es fundamental para que el sur de Líbano no vuelva a saltar por los aires.
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